Movimiento 4B (Carola Minguet, Religión Confidencial)

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Movimiento 4B (Carola Minguet, Religión Confidencial)

La reelección de Donald Trump ha aumentado el interés en Estados Unidos por el movimiento 4B, que surgió en Corea del Sur alrededor de 2016 como una ramificación del #MeToo y otras corrientes feministas. 4B es una abreviatura de las cuatro palabras coreanas bihon, bichulsan, biyeonae y bisekseu, que se traducen como no matrimonio, no parto, no citas y no sexo con hombres.

Tras las elecciones norteamericanas, algunas mujeres abogan por unirse a esta oleada activista como una forma de protesta contra políticas que califican de conservadoras, sobre todo, la posible anulación del derecho al aborto. En plataformas como TikTok e Instagram se comparten estos días publicaciones del tipo “Si eres un hombre, no voy a hablar contigo” o “Mujeres, dejen de salir con hombres. Dejen de tener sexo con hombres. Dejen de hablar con hombres. ¡Divórciense de sus maridos, dejen a sus putos novios, déjenlos!”.

Sus iniciadoras justificaron el 4B en la desigualdad laboral pues, en Corea del Sur, las mujeres ganan aproximadamente un tercio menos que sus compañeros y están escasamente representadas en puestos directivos. Asimismo, querían renegar de las convenciones -según afirman, impuestas por el patriarcado- mediante la renuncia a los roles de esposa y madre. Bajo estas premisas, el movimiento encontró eco en un primer momento en mujeres que exploran opciones como la maternidad en solitario o la adopción de estilos de vida alejados de la convivencia con parejas masculinas.

El problema, sin embargo, es que esta corriente no sólo demanda una igualdad en las oportunidades profesionales o formas de vida independientes, lo cual es pertinente. Conmina también a las mujeres a aislar a los hombres. Hay seguidoras, por ejemplo, que se han comprometido a boicotear negocios y servicios manejados por varones, en una declaración de autosuficiencia y empoderamiento económico.

Los expertos comentan que la corriente no resonará seriamente. Incluso quizás sea mejor no darle voz para evitar el contagio en España, donde el feminismo oficial se mueve en unas lógicas en las que podría prender fácilmente. No obstante, el problema es que se ha metido en nuestra cultura un demonio que nos separa. Hoy es esta moda, pero mañana será otra. Y a los demonios, sean pequeños o grandes, cabe exorcizarlos siempre.

Para ello, lo primero que cabe decir es que la ideología detrás del movimiento ha decidido replantear la relación de las mujeres con los hombres y la sociedad, y la sugerencia resulta enajenante. La persona es un ser relacional, se encuentra y se descubre en la relación con el otro; además, como es un ser sexuado, esto se da especialmente en la comunicación con el otro sexo. Uno descubre la masculinidad en la relación con la mujer y una descubre la feminidad en la relación con el varón. Para saber quién es una, ha de entablar relación con otro que es distinto y complementario a ella. Para saber quién es uno, ha de entablar relación con otra que es distinta y complementaria a él. Y este descubrimiento no se da sólo en una intimidad amorosa: acontece con el padre, el hermano, el amigo, el hijo… El otro no es una amenaza, sino el complemento que necesitamos. Disculpen las obviedades, pero hay que recordarlas porque la ideología las elimina de la conciencia colectiva.

En segundo lugar, el 4B evidencia no sólo que las ideologías viven al margen de la realidad, sino que pueden sepultar la propia vida. Así, es legítimo estar indignada si las instituciones vulneran los derechos de las mujeres, por actitudes de representantes públicos como Trump que han podido ser ofensivas (de hecho, lo han sido y lo son, pues es un megalómano que presume de machista) o por formar parte de un colectivo vulnerable en tantos lugares. Y ante eso hay que protestar, evidentemente. Pero negarse a relacionarte con los hombres… ¿Qué haces con tu abuelo, hermano o padre? ¿Y con el médico o el policía de tu barrio? ¿Y si te enamoras de un joven con el que desearías comprometerte? ¿Cabe renunciar por coherencia? Llama profundamente la atención. Es común leer entrevistas de mujeres arrepentidas por haber rehusado formar una familia debido a su carrera. No hacerlo por un desempeño profesional resulta triste, pero desistir por una presión ideológica es una locura.

Una tercera cuestión que cabe resaltar es que hay quienes se adhieren al 4B porque han vivido experiencias traumáticas con hombres que han abusado de ellas o las han tratado injustamente, lo cual es una razón de peso para encerrarse (aunque no una solución. Esto, no obstante, cabría abordarlo en otro momento). Por eso, lo que más enerva es que estas situaciones se utilicen como arma política, como parece que está ocurriendo en EE.UU. Se incita a las mujeres a que declaren la guerra a los hombres, pero ¿se va a conseguir que cambien las instituciones? No; eso hay que hacerlo con otros medios. ¿Y el pensamiento y las conductas sociales? Tampoco; se van a enrarecer más, porque las mentiras oscurecen y confunden. ¿Se curarán en esta batalla sus heridas? No. Las heridas se curan con amor. No hay otra.

Es decir, esta iniciativa incrementa el círculo del odio. Se conmina a las denunciantes a obrar lo que denuncian, a hacer el mal que han recibido o percibido. De este modo, no se soluciona el problema, sino que se agranda (con más víctimas), se agrava (porque la venganza crece al alimentarla) y se perpetúa (si se devuelve con la misma moneda falsa, el fraude continúa).

Por otro lado, resulta paradójico que instiguen a ello precisamente quienes se reconocen feministas, pues la violencia no es propia de la mujer, que tiene un genio particular para sembrar la paz en medio de un conflicto con fortaleza, firmeza y audacia. También es incongruente apoyar el aborto, pues la mujer acoge y ampara la vida, sobre todo la que se gesta en su seno. En definitiva, ¿no resulta extraño enarbolar la defensa de la mujer sin reconocer el tesoro escondido en nuestra naturaleza? Pero bueno, mejor dejar esto también para otro día.

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