¿Qué ofrece hoy la Universidad a los jóvenes del siglo XXI? (Beatriz de Ancos, Paraula)

¿Qué ofrece hoy la Universidad a los jóvenes del siglo XXI? (Beatriz de Ancos, Paraula)

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Esta era la pregunta que me hacía al ver llegar una riada de jóvenes al Palacio de Congresos el miércoles 14 de septiembre a primeras horas de la mañana. ¿Qué les ofrece esta institución educativa ya milenaria, y qué podemos ofrecerles nosotros desde la Universidad Católica San Vicente Mártir?

En esta sociedad posmoderna o “hipermoderna” -como la califican recientemente otros pensadores-, la universidad parece inspirar otro modelo social distinto al que inspirara sus orígenes medievales: reina el subjetivismo como eje vital, que conduce al relativismo doctrinal y moral y, antes o después, al escepticismo. A poco que se observe, el modelo o enfoque imperante es el utilitarista, meramente pragmático: las aulas universitarias deben “producir” alumnos competentes, muy capacitados, “expertos en”, pero quizá “carentes de”, con una vida vacía, con una sin sentido existencial, una generación de jóvenes desnortados. La universidad parece haber olvidado su amor a la sabiduría que la singularizó en su origen; esta institución académica ya no forma a personas cultas, sino competentes. El sabio, en cambio, es aquel que se deja afectar de modo vital y transformar por lo que alcanza a conocer. Se preocupa más del ser que del hacer. La formación sapiencial es la única que genera personas liberales, “libres”, frente a la educación servil del modelo competencial.

Además, en este modelo de educación superior, ya estandarizado, el índice de empleabilidad de nuestros graduados se convierte en unidad de medida para catalogar la excelencia de una universidad, como si conseguir un empleo (bien útil) fuera el objetivo primordial del paso del joven por las aulas universitarias. Me comentaba un profesor que, en el fondo, hoy se buscan los títulos universitarios como aval social, pero no el esfuerzo, el estudio, la reflexión y conocimiento que requieren para la obtención de los mismos.

En esta era del fervor tecnológico, el docente universitario no puede satisfacer a sus estudiantes con simples logros pragmáticos,  técnicos, dándole como “instrucciones de uso” para su vida. Hay que apostar por un “suplemento de humanismo”, por la formación integral del joven, ofreciendo metas altas para que pueden madurar y ser felices. Urge unir a la formación intelectual de alto nivel, a la especialización en las diversas ramas del saber, otra formación en la excelencia como personas y el empeño por despertar en cada estudiante el deseo del compromiso alegre por el bien común.

En la Universidad Católica estamos empeñados en el “rescate generacional de la idolatría nihilista” de todos los jóvenes sin rumbo. Y con unas pautas de actuación claras: educar en la reflexión, educar en el valor a la renuncia, educar en la entrega generosa y constante a los demás y educar el corazón, para amar con constancia el Bien, la Bondad y la Belleza. Estoy convencida de que los jóvenes tienen una gran energía interior, pero es necesario encauzarla y ayudarles a descubrir el héroe que todos llevan dentro, más en esta etapa universitaria donde se fragua el proyecto personal de vida. Si formamos bien pequeñas minorías, podremos evangelizar nuestro mundo desde la educación y el saber, misión ineludible de cualquier universidad católica.

Beatriz de Ancos es Vicerrectora para los Alumnos y Acción Social

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