Empezamos el año estrenando la Capitalidad Verde Europea para la ciudad de Valencia. Se trata de una excelente noticia que tiene que servirnos a todos los ciudadanos del cap i casal para celebrar por un lado de las fantásticas condiciones de nuestra ciudad, pero al mismo tiempo para apostar por mejoras en el medio plazo que hagan que dentro de 10 años sigamos recordando el impacto positivo que tuvo esa Capitalidad.

Tenemos que hacer, entre todos, pero con el liderazgo del Ayuntamiento, de esta ciudad un espacio más vivible, más habitable, con una mayor visión humana, con acciones y medidas que mejoren nuestra calidad de vida.

Me gustaría detenerme en dos retos que la ciudad debería abordar. Dentro de las acciones de renaturalización urbana (perdonen por el palabro), deberíamos aprovechar para regenerar el espacio de huerta de la partida urbana de La Punta. Se trata de un espacio de especial interés, que todavía conserva la traza de huerta histórica y que cuenta con elementos patrimoniales, como la preciosa ermita del Fiscal o el barrio de la carretera Fuente En Corts. Sin embargo, la trama de huerta está en un fuerte estado de deterioro, acompañada de antiguas construcciones industriales degradadas. Estamos ante una gran oportunidad para ofrecer un espacio de huerta a los ciudadanos de Valencia y una opción para aumentar la producción agrícola de calidad, con incuestionables criterios de proximidad.

Otro de los retos que querría mencionar son los asociados con las opciones de futuro, para hacer de nuestra ciudad un espacio todavía más habitable. Ya alcanzamos un alto índice de movilidad urbana a pie, el 42% del conjunto de las movilidades en la ciudad. Sin embargo, todavía tenemos un inexplicable 30% de movilidad urbana en coche, cifra que asciende hasta el 70% cuando hablamos de la movilidad entre las ciudades de la periferia urbana (Xirivella, Mislata, Alacuás, etc..).

Tenemos que reforzar las acciones para hacer de nuestros entornos urbanos lugares más caminables, hacer más amable y accesible el que los peatones puedan desplazarse, sin obstáculos, por toda la ciudad. Todavía es muy evidente la existencia de tramas urbanas que privilegian el espacio para los coches, e incluso aceras que sirven más para poner las farolas o los árboles que para permitir el paso de los viandantes, por no hablar de la ocupación excesiva de las terrazas que, con demasiada frecuencia, hacen difícil el caminar. Hagan la prueba y camine por la acera de la calle San Vicente, entre plaza de España y San Agustín, para entenderme mejor.

Reforzar la caminabilidad de la ciudad mejorará directamente nuestra salud y nuestro bienestar. No es necesario insistir aquí en los beneficios que la práctica deportiva, y el caminar es la práctica deportiva por excelencia, tiene en nuestro estado de salud. Del mismo modo, conseguiremos, indirectamente, bajar los índices de contaminación urbana que, a día de hoy siguen siendo demasiado altos.

Durante la pandemia y el confinamiento posterior aprendimos la importancia de disfrutar de la naturaleza. Comprobamos que se trata de una necesidad vital para cada uno de nosotros. No nos conformemos con pasear por el cauce del río o por el paseo marítimo. Se trata de lugares fantásticos, pero expandamos la caminabilidad con espacios y rutas más amables que nos permitan redescubrir el antiguo barrio de San Isidro, el barrio de la Fuente de San Luis, el de Beniferri, la plaza del antiguo pueblo de Campanar o la huerta en el entorno de la ermita de Vera.

Ojalá este reconocimiento, merecido, nos permita generar nuevos impulsos que hagan que, dentro de 10 años, recordemos la excelente iniciativa que fue la Capitalidad Verde Europea 2024. ¡Es tarea de todos!