El precipicio de la “ley trans” (Jesús Ibáñez, Paraula)
Noticia publicada el
domingo, 12 de marzo de 2023
La aprobación de la “ley trans” ha motivado que muchas voces autorizadas del mundo de la medicina, psiquiatría y psicología alerten de algunos de los graves problemas a los que aboca su puesta en marcha.
Apuntamos aquí a dos cuestiones: por un lado, el simple sentimiento del adolescente y su expresión en forma de deseo sirve de fundamento para iniciar rápidamente un tratamiento hormonal y quirúrgico altamente agresivo y con posibles consecuencias irreversibles. Por otro lado, se excluye a los profesionales de la salud mental, –psiquiatras y psicólogos– del proceso de toma de decisiones y de acompañamiento, al comprenderse que en estos casos no existe patología alguna en las funciones psíquicas.
Distintas sociedades médicas, responsables de servicios de psiquiatría y catedráticos en psicología están haciendo constar el aumento exponencial de adolescentes que de forma repentina han decidido solicitar un cambio de sexo en los últimos tiempos bajo el paraguas de la falsa creencia de que el sexo biológico se puede elegir. Este cambio brusco en la prevalencia de casos, añadido a los rasgos y las circunstancias que envuelven a los nuevos solicitantes –muchas de estas demandas aparecen de forma súbita–, hacen sospechar que los motivos que hay detrás de tales solicitudes no sean siempre tan evidentes. Podría deberse a una moda, a una búsqueda desesperada por la aceptación social, a una desorientación vital interpretada de este modo ante la aparente ausencia de otras posibles respuestas, etc.
Parece preciso recordar que la adolescencia es un periodo lleno de cambios físicos, emocionales, cognitivos y psicosociales, que requieren un tiempo de ajuste. Se trata de un periodo complejo en el que la persona busca su lugar en el mundo, intenta forjar su propia identidad, quiere percibir que dirige su propia vida, intenta hacer suyas las normas de convivencia y para ello, a veces, las cuestiona o las transgrede, las pone a prueba para comprobar su veracidad y bondad. Cuando el mundo adulto está cuestionado solo queda acogerse al grupo de iguales como fuente primaria de seguridad y afecto. Hay muchas formas de vivir la adolescencia, pero no cabe duda de que se trata de una etapa crítica, marcada por una cierta confusión y desorientación, ya que se abandona la seguridad de la niñez para dirigirse hacia una incierta y desconocida adultez.
Las personas que se dedican al ámbito de la salud mental en adolescentes saben bien que son un tipo de población con la que no hay que tomar decisiones precipitadas. Las actitudes más apropiadas ante las crisis del adolescente son la paciencia y la prudencia, pues la vorágine emocional que vive lo hace fluctuar con facilidad. Muchos de los problemas que manifiestan los púberes acaban desapareciendo sin necesidad de una intervención específica, simplemente acompañándolos con autenticidad, escucha activa, presencia constante y aceptación incondicional. En algunos casos hay otros sufrimientos asociados a la base del problema, como depresión, dificultades de adaptación, acoso, abusos, trastornos del espectro autista, etc. Dirigiendo hacia estos puntos el foco de una intervención eficaz, el deseo de cambio de sexo acaba por desaparecer en la mayoría de ocasiones.
La “ley trans” apunta en otra dirección. Empuja a tomar decisiones rápidas, sin reflexión ni premeditación, sin posibilidad de que un profesional de la salud mental acompañe el proceso, invalidando la valiosísima opinión de los seres queridos, dejando a los adolescentes desamparados, solos ante el precipicio que supone tomar la decisión irreversible de medicalizar y transformar su vida y su cuerpo para siempre. Sabemos quién tendrá que cargar con las dolorosas consecuencias de tal despropósito. Pero ¿encontraremos a alguien dispuesto a asumir responsabilidades?