En la actualidad, vivimos en un contexto histórico de gran hiperconectividad, gracias a las nuevas tecnologías. Sin embargo, esta conexión no ha prevenido un aumento notable de la soledad no deseada, que se ha convertido en un problema serio tanto a nivel social como de salud. La soledad no deseada se define como una experiencia negativa en la que una persona siente una falta de calidad o cantidad en sus relaciones sociales. Este fenómeno puede afectar a personas de todas las edades, pero los adultos emergentes (18-29 años) son especialmente vulnerables.

La transición de la escuela secundaria a la universidad es un momento crítico donde muchos jóvenes se enfrentan a la pérdida de sus redes de apoyo y amigos. Este cambio puede provocar sentimientos de ansiedad e incertidumbre, contribuyendo a la soledad. Investigaciones han demostrado que el apoyo social es un factor protector clave contra este sentimiento. Aquellos adultos emergentes que mantienen relaciones sólidas con amigos y familiares tienden a reportar menos soledad. Es interesante observar que, en esta etapa, las relaciones de amistad suelen adquirir mayor importancia que las familiares para el bienestar emocional.

Los estudios también han mostrado resultados contradictorios en cuanto a cómo la soledad afecta a hombres y mujeres. Algunos sugieren que los hombres pueden experimentar un impacto cognitivo más severo debido a la soledad, mientras que otros indican que las mujeres son más efectivas en establecer y mantener relaciones significativas. La regulación emocional también juega un papel importante; las personas que se sienten solas a menudo utilizan estrategias poco adaptativas como la rumiación y la supresión emocional.

Además de las transiciones personales, hay factores sociales que fomentan la soledad. La movilidad social, la urbanización y el uso intensivo de la tecnología, aunque ofrecen ventajas, pueden debilitar los lazos sociales y aumentar el aislamiento. La falta de habilidades sociales y el estrés crónico también se han identificado como factores de riesgo. La soledad no deseada tiene consecuencias serias para la salud mental y física, con una correlación establecida entre la soledad y problemas como depresión, ansiedad y enfermedades cardiovasculares. En España, se estima que un 20% de la población sufre soledad no deseada, con un costo económico significativo.

En este contexto, los resultados preliminares del Grupo de investigación ‘Factores de riesgo y protección en psicopatología’ de la UCV indican que la soledad no muestra diferencias significativas entre sexos y resalta la importancia del apoyo social. Las personas con redes de apoyo sólidas suelen sentirse menos solas, y el sentido de la vida también juega un papel crucial en el bienestar emocional de los jóvenes.

Para combatir la soledad no deseada, es vital fomentar conexiones sociales que satisfagan la necesidad de intimidad y apoyo emocional. Existen estrategias que pueden ayudar a los adultos emergentes a construir relaciones significativas, como desarrollar habilidades sociales, fortalecer redes de apoyo, desafiar pensamientos negativos y promover la conexión social en entornos educativos y laborales. Además, un uso saludable de la tecnología puede servir para establecer relaciones valiosas.

La soledad no deseada en adultos emergentes es un fenómeno complejo que afecta profundamente su salud y bienestar. Al comprender sus causas y consecuencias, así como las posibles soluciones, podemos trabajar hacia una sociedad más conectada y brindar el apoyo necesario a los jóvenes para que lleven vidas plenas y significativas.