Libertad religiosa en caída libre (Sergio Rivas, Paraula)
Noticia publicada el
miércoles, 22 de junio de 2022
Libertad es una palabra que utilizamos constantemente y que estamos acostumbrados a asociarla a cualquier opción que tomamos en nuestra vida, en la que nadie interfiere a la hora de tomarla: hago tal o cual cosa porque soy libre de hacerlo. No vamos a entrar en si éste es o no el concepto de libertad verdadero, pero, no cabe duda que es el predominante en nuestra sociedad.
Cuando a esta palabra le añadimos el adjetivo “religiosa”, parece que la empequeñecemos, según el modo de pensar secularizante de hoy día, cuando, en realidad, ensanchamos el concepto hasta darle un significado más pleno y verdadero: la libertad religiosa toca lo más profundo de la conciencia humana, allí donde la búsqueda del bien y la verdad procuran abrirse camino.
En las últimas semanas nos han llegado terribles noticias e imágenes sobre lo ocurrido en Nigeria en la Parroquia de San Francisco Javier en Owo, diócesis de Ondo, al sur del país. El mes pasado otra noticia nos hablaba de una joven cristiana apaleada y quemada. Tenemos que saber que no son hechos aislados: hoy el 42% de los países africanos está sufriendo una rápida expansión del yihadismo en docenas de grupos violentos que atentan contra cristianos sin miramientos.
Pero no sólo en África: según el Informe de Libertad Religiosa 2021 publicado por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, en 1 de cada 3 países del mundo no se respeta la libertad religiosa, recogida en el artículo 18 de la Declaración Universal de los DDHH. En 62 países (el 31,6%) en pleno siglo XXI se viola este derecho fundamental. ¿Cómo es, nos podemos preguntar, que esto esté ocurriendo en pleno siglo XXI? La pregunta la podríamos formular referida a otras muchas situaciones en las que se violan los derechos humanos, bien por parte de determinados grupos, bien por parte de algunos gobiernos en sus estados.
La persecución religiosa no es algo del pasado, existe y de una manera muy presente. Si el derecho a la libertad religiosa, que precede incluso a su formulación positiva en las diversas legislaciones, se conculca constantemente, es obvio que no podemos mirar a otro lado y pensar que eso es asunto de otros. No. Es nuestra responsabilidad alzar la voz, cada uno desde donde esté. Pero hay que intentar ser consecuentes, como creyentes, los que lo somos, y los que no, desde la búsqueda del bien común y de la paz; y pedir a los gobernantes que defiendan sin descanso el derecho a creer y profesar pública o privadamente un credo determinado, aunque pueda conllevar incomprensión, discriminación o, incluso, perder la vida por ello.
Sergio Rivas es responsable regional de Ayuda a la Iglesia Necesitada.