No se te ocurra enseñárselo a los alumnos (David Fernández, Levante-EMV)

No se te ocurra enseñárselo a los alumnos (David Fernández, Levante-EMV)

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Como regalo de Navidad de 2022, OpenAI (una empresa de investigación en inteligencia artificial) lanza ChatGPT, un chatbot en una sencilla página web, de acceso gratuito y con la capacidad de mantener un diálogo con un humano, de manera coherente y con información aparentemente verosímil. En ese momento, empezaron a temblar los cimientos de las universidades y sus sistemas de evaluación, frente a las posibilidades que daba esta “página web” a sus estudiantes. 

“No se te ocurra enseñárselo a los alumnos”, fue lo primero que escuché cuando le enseñé a un colega universitario (no diré la universidad de origen), la lógica con la que ChatGPT respondía a una de sus preguntas más difíciles de la asignatura. Pero por desgracia, no ha sido el único que ha pensado así. 

Una vez más, en el mundo universitario, lejos de plantearnos que hay una nueva herramienta que debemos incorporar en nuestra formación a futuros profesionales (ya que el día de mañana la usarán en su trabajo), estamos analizando como evitar o prohibir el uso de algo, potencialmente útil, por miedo o desconocimiento. Y cada vez, la brecha entre universidad y mundo laboral, se va abriendo un poquito más. 

Si todo el tiempo y energía que estamos invirtiendo en las universidades para averiguar como “cazar” a los alumnos que usen ChatGPT (algo que acabará siendo imposible detectar), lo invirtiéramos en trabajar conjuntamente en nuevos modelos docentes que incorporen el uso de esta y otras tecnologías, para que nuestros alumnos sean capaces reflexionar, innovar y generar pensamiento crítico frente a lo que les ofrecen estas nuevas herramientas, conseguiríamos profesionales más preparados y con la capacidad de adaptarse a los cambios que en los próximos años van a venir de la mano de la inteligencia artificial. 

ChatGPT no deja de ser un producto inacabado, muy imperfecto, con una más que dudosa práctica ética en su creación (eso da para otro artículo), que incluso es capaz de inventarse la información cuando cree que sólo estás buscando un ejemplo de lo que le estás preguntando (le he hecho preguntas a las que me ha contestado con citas bibliográficas que no existen). El propio Sam Altman, CEO de OpenAI ha llegado a afirmaren una entrevista, que la suerte que tenemos es que hayan sacado esta herramienta tan imperfecta, para que nos vayamos adaptando poco a poco, incluso a nivel legislativo, a los cambios de la Inteligencia Artificial va a imponer en los próximos años, nos guste o no. 

Quizá el problema no resida en ChatGPT, ni en las clases online, ni en las herramientas tecnológicas que saldrán en el futuro. Quizá sea que la universidad ha perdido parte de su esencia, donde el docente, modelo que debe guíar y acompañar al alumno, se ha convertido en un lector de power points, revisor de trabajos anónimos y examinador tipo test. Recuperemos al “magistri” de las universidades medievales, que alentaba a sus alumnos en la “disputatio” para argumentar sobre un problema hasta llegar a su solución, sin exámenes tipo test ni redacciones anónimas. Conocer a los alumnos y potenciarlos para ser mejores profesionales, de momento, no lo puede hacer ninguna inteligencia artificial.

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