Sufrir por la verdad (Mariano Trenco, Paraula)

Sufrir por la verdad (Mariano Trenco, Paraula)

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Fanáticos, fundamentalistas, integristas, los hay de todo corte: religiosos, laicistas, políticos, culturales… Personas que han sido coaccionadas en su adscripción ideológica o que han llegado a la convicción irracional de estar en posesión absoluta de un trascendental humano, son una premisa fatal.

Al hilo de esto, también cabe recordar lo absurdamente gratuita que resulta la ofensa religiosa sistemática, en aras de una idolatrada libertad de expresión que parece haya de salir siempre impune en el debate, sin necesidad de sujetarse a ningún parámetro, para seguir siendo lo que es por definición.  Así como esta libertad se quiebra cuando pronuncia un discurso xenófobo, aporófobo, homófobo… ¿en virtud de qué principio se blinda para ofender a cualquier religión del planeta? ¿Dónde está escrito que, para preservarla –libertad- a toda costa, a sus acciones no se admitan reacciones? ¿No será esto una contradicción en los mismos términos? ¿De qué nos sirve detentar libertades cuando, sin llegar a conculcar abiertamente los derechos del otro, nos mofamos de las convicciones que los sustentan? ¿Por qué provocar ante la necesidad de convocar? ¿Conviene incitar cuando debemos concitar? ¿Para qué imponer u oponer sabiendo proponer? Como poco se me ocurre calificar el asunto de irresponsabilidad manifiesta por contracultural y socialmente deconstructiva.

Esa tenacidad desmedida y ese entusiasmo ciego que proviene de una conciencia encastillada hasta llegar a violentar y agredir a los demás por sistema, está visto que no sirve para convivir en paz. Y es que nos sobran fanáticos y nos faltan mártires. No necesitamos adoctrinados, precisamos de testigos, no nos fiamos de los conversos sino de los convincentes; nos hacen falta hombres y mujeres que teniéndolo claro sepan ofertar su opción con pericia, sin descabalgarse y sin necesidad de dar coces, ni mucho menos de arrollar a nadie al galope. Personas que por serlo aman y se entregan no por un ideal o por la consecución de un beneficio, sino que lo hacen simple y llanamente porque se sienten no instruidos sino queridos; no captados sino salvados, no mermados sino trascendidos, confiados, relativos. No nos confundamos de Absoluto, no pervirtamos su categoría. No fabriquemos integristas cuando lo que necesitamos son personas íntegras; no apostemos por fundamentalismos si lo que queremos es fundamentar al ser humano, no alimentemos fanatismos porque la realidad nos reclama cabales.

Acoger, dialogar, comprender, compadecer, buscar, respetar, apoyar, descubrir, razonar, sentir…y en todo amar y servir para la consecución del bien común, sin miedo a sufrir. Nuestro patrono San Vicente nos ofrece estos días buena medicina. Vayamos de farmacia, hagamos acopio porque los especialistas dicen que estamos llegando estas semanas a un pico de contagios víricos en España, y aquí ya se sabe que muchos prefieren echarse al monte y morir matando por según qué cosas… aunque, afortunadamente, todavía seamos más los que esperamos se nos respete, al menos, el derecho a vivir en paz y a morir amando.

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