Un nuevo 8 de marzo (Emilia Oliver, Paraula)
Noticia publicada el
miércoles, 8 de marzo de 2023
No es otro 8 de marzo, es un nuevo 8 de marzo. Todos lo son porque cada uno de ellos es una oportunidad renovada de reivindicar, exigir, reclamar respeto y derechos a quien no le son reconocidos. Pero ¿cómo llevar a cabo esas acciones de legítima justicia si no hay claridad sobre para quién se solicitan? ¿Cómo articular las demandas de una realidad que parece no existir por sí misma? Ante la pregunta de qué es ser mujer las respuestas suelen ser difusas, insatisfactorias o interesadas. Algunas corrientes de pensamiento que se presentan como progresistas consideran que ser mujer es sentirse mujer, con lo cual la respuesta nos devuelve de nuevo a la pregunta, además de abrir el arduo debate de si el sentimiento es por sí mismo capaz de crear realidad. Parece evocar un pensamiento mágico que nos encapsula en nuestras propias ensoñaciones y nos hace confundirlas con lo real. Además, alberga el peligro de exigir como derecho que la realidad se adapte a nuestra fantasía, cambiante, volátil y caprichosa.
En espacios creyentes o confesionales la respuesta a qué es ser mujer se ha venido dando por los varones que elaboraron, y siguen elaborando mayoritariamente, el discurso teológico. Las mujeres sólo somos con relación a “alguien”, madres y esposas, o a algo, unas virtudes concretas y una misión existencial acordada por otros para nosotras. Nuestra condición de mujer es otorgada y deviene de todo ello pareciendo que carecemos de una identidad propia que nos constituya.
En la publicidad y en los medios de comunicación masivos, en los que el capitalismo globalizado se acurruca, la respuesta a qué es ser mujer se encuentra en la superficialidad de un aspecto, de un modo de vestir concreto o de unas formas que se consideran “femeninas”. Así, ser mujer exige adoptar esos cánones estéticos y no hacerlo parece una traición a quienes somos.
La insuficiencia de estas respuestas subraya que seguimos siendo cosificadas, de modos muy diversos y antagónicos, en espacios, ideologías o pensamientos que parecen no encontrarse, pero que comparten el hecho de considerarnos a las mujeres como “algo” y no como “alguien”. Lejos de ensoñaciones, constructos impuestos o apariencias, la realidad material es que seguimos sufriendo violencias por el hecho de haber nacido mujeres.
El 8 de marzo no es un día festivo, sino doloroso. Tiene todo el dolor de lo que no se nos permite decir; de lo dicho que no es escuchado; de lo escuchado que se ignora; de la evidencia que se cuestiona; de la dignidad que hay que justificar.
No basta con salir a las calles. No basta con gritar proclamas pegadizas. No basta con una conversación sobre lo importante de ese día o con publicitar que lo hemos tenido presente. Empecemos a mirar qué sostenemos en nuestra vida y en nuestras instituciones que contradice profundamente aquello que reivindicamos bajo el color morado.