Ver a Cristo en el paciente (Esther Navarro, Paraula)

Ver a Cristo en el paciente (Esther Navarro, Paraula)

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Como cada mes de junio desde hace casi setenta años ha tenido lugar la eucaristía de acción de gracias y la entrega de orlas en el grado en Enfermería a los alumnos que están a punto de titularse y que, como ya hacía el arzobispo fundador de esta «escuela», Marcelino Olaechea, son enviados a la sociedad a ser ángeles al servicio de las personas. Durante este acto, la última lección que recibieron como estudiantes versó en torno a un solo concepto, pero que se plantea esencial en los tiempos en los que nos ha tocado vivir: la humanización en los cuidados de enfermería.

La enfermería es la profesión del cuidado humano y la enfermera no puede ejercerla sin tener presente que el proceso de atención de enfermería, basado en el raciocinio crítico, debe tener siempre a la persona en el centro y debe aplicar un conjunto de conocimientos distintos para cada paciente, porque cada persona es única e irrepetible, como lo son sus circunstancias.

Sin embargo, cuando un enfermero se olvida de su esencia, se puede producir un triste proceso que es el de la deshumanización de sus cuidados, que es un problema ético fundamental de la relación directa del profesional con el paciente y que tiene consecuencias nefastas. La tecnificación de los procedimientos y la burocratización (unidas a la despersonalización), la inestabilidad laboral, la carga y la naturaleza de nuestro trabajo son algunas de las causas de la deshumanización de los cuidados.

Competencias «blandas»
Es fundamental haber aprendido a escuchar, a observar con detalle y a empatizar con personas cuyas experiencias no hemos compartido para poder ayudar al paciente a vivir su experiencia de fragilidad con esperanza. La práctica basada en la evidencia científica no puede hacernos olvidar el respeto a la dignidad intrínseca de la persona. Humanizar los cuidados es imperioso. Como lo es promover la competencia profesional, que aúna la competencia técnica y la ética, la competencia espiritual, emocional, relacional, la capacidad de adaptación, de trabajo en equipo…, que son competencias “blandas”, pero cuya ausencia tiene repercusiones realmente “duras” sobre la persona que sufre y su condición de desvalimiento.

Nuestros egresados no pueden ser meros técnicos en intervención ni mecanizar su trabajo. Deben sentir un verdadero respeto y una profunda reverencia por la vida humana. Deben atender a la persona como un ser integral, en todas sus dimensiones (física, psíquica, social y espiritual). Su capacidad de trabajo, su formación, la titulación obtenida, les confieren un estatus único con unas responsabilidades únicas.

Los graduados en Enfermería de la Universidad Católica de Valencia están llamados a defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural, y a ser un instrumento de cicatrización, no de lesión. Están llamados a ver a Cristo en sus pacientes y a amarlos como Dios les ama a ellos.

Esther Navarro es decana adjunta de Enfermería

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