Vocación vs. estabilidad: La elección de carreras universitarias (Javier Torrijos, Paraula)
Noticia publicada el
miércoles, 20 de septiembre de 2023
Las personas nacen predestinadas a elegir y el proceso comienza desde muy pequeños. Con el paso de los años, se conforma en el individuo una respuesta más compleja, la facultad de poder elegir voluntariamente. En estos días, miles de estudiantes de Educación Superior han comenzado por primera vez las clases, tras un proceso de elección que comprende desde Educación Primaria hasta la EBAU, además de las personas que pasados unos años deciden formarse para mejorar su situación laboral o personal.
El proceso para escoger entre titulaciones y Universidades, en ocasiones no atiende al criterio deliberativo de Aristóteles por el cual la elección depende de uno mismo. Factores como la presión familiar reducen la voluntad libre que preconizaba Santo Tomás de Aquino para tomar una decisión. Si atendemos a los datos de la encuesta realizada por Círculo Formación (2023), el 52% de los encuestados siguen eligiendo por vocación frente al 37% por las salidas profesionales.
Los últimos datos del Ministerio de Universidades siguen la línea de los años postpandémicos. El número de estudiantes de nuevo acceso aumentó un 4,32% (2023) respecto al curso 2021-2022. Entre los grados más demandados se encuentran ADE, Ingenierías o Derecho, significativo es el caso de la rama de Medicina y Enfermería con un aumento de casi el 14% desde el curso 2014-2015. Sin embargo, decrece Arte y Humanidades.
En mi opinión, el argumento fundamental en el que apoyarse para elegir debería ser la vocación profesional, pero ¿qué contempla este tipo de vocación? Que, al proyectarse en la profesión elegida, la sensación sea de bienestar, de realizar las funciones del puesto con suficiencia, de utilidad para los demás, de mejora del propio sector laboral y finalmente la motivación por ejercer. Estas sensaciones y motivaciones ayudarán a proteger el objetivo profesional ante las situaciones de incertidumbre y desazón que se producirán durante los estudios y hasta asentarse en la profesión.
La repercusión de elegir por vocación va más allá del beneficio personal. Los futuros receptores de su trabajo obtendrán un plus en forma de interés y preocupación personalizada. Por el contrario, si la argumentación para elegir un grado se asienta sobre criterios de estabilidad y/o económicos podría aparecer un “efecto mariposa” negativo en toda la sociedad, así lo reflejan estudios como el presentado por Montessori Canela sobre la afección de la falta de vocación.
La sociedad necesita referentes vocacionales en todos los sectores que trasmitan interés, afecto y buen desempeño de sus funciones, rompiendo así, la tendencia ascendente de escoger por criterios económicos o de estabilidad.
No obstante, decidir vocacionalmente no exime de conocer aspectos del futuro puesto, como la empleabilidad, estabilidad, remuneración económica, desarrollo profesional, dificultades del día a día... La libertad de elegir lo que a uno le gusta, requiere de la asunción de las consecuencias y de la responsabilidad de actuar para defender la decisión tomada.