V Congreso de Filosofía y Cine
Jaime Rosales: "Si no hubiera esperanza, no haría cine"
Noticia publicada el
martes, 13 de junio de 2023
Rastrear en las películas más recientes de Jaime Rosales (Barcelona, 1970) es, en el fondo, profundizar en contenidos filosóficos que, explícitamente, asume este director como valiosos para ser incorporados en sus películas. Estos contenidos están relacionados con la angustia, el temor,la confianza, la catarsis, la capacidad de transformación de las personas... Y él los fragmenta, los introduce en ocasiones ad hoc, pero siempre con un sentido: interpelar al espectador, dejándole libre.
Rosales ha sido invitado por la Facultad de Filosofía, Letras y Humanidades de la Universidad Católica de Valencia, en el marco preparatorio del V Congreso Internacional de Filosofía y Cine, que se celebrará del 25 al 27 de octubre.
Ha venido a participar en una sesión previa del Congreso de Filosofía y Cine. ¿Qué estatuto le concede a la filosofía en el séptimo arte?
En la filosofía encuentro ideas importantes que me parecen trasladables al cine, pero lo hago a mi manera, de una manera muy personal y heterodoxa, pues en una película no se trata de hacer una tesis, sino de utilizar esas ideas y comunicarlas libremente. Lo que ocurre es que hago una apropiación tan personal que, a lo mejor, puede que el espectador no las acabe encontrando.
Por otro lado, para mí la utilidad mayor de la filosofía es que procura un crecimiento, lleva a descubrir conceptos que lo que aportan son conocimientos útiles para las propias experiencias de la vida.
¿Hay algún filósofo que le haya influido más a la hora de concebir sus películas?
Siempre me han gustado mucho los estructuralistas franceses como Deleuze, Foucault o Barthes. Son los que más aplicación directa he encontrado para mi trabajo. También me han influido autores alemanes como Kant, Nietzsche y Schopenhauer y los pensadores griegos, sobre todo, Platón y Aristóteles.
En más de una ocasión ha afirmado que el espectador es soberano, en el sentido de respetar su parecer o veredicto. ¿Cómo concibe usted la libertad en la creación cinematográfica?
En mi opinión, el destino de una obra sea una sinfonía, una obra de teatro o una novela, no es tratar de convencer al espectador de algo, sino ofrecerle la posibilidad de asomarse a una imagen del mundo de una manera libre. y desprejuiciada. No me interesa demasiado convencer, y me llegan a molestar las obras con una sobrecarga ideológica.
En mi trabajo concibo una película con bastantes ideas, algunas son estéticas, otras éticas, visuales, también hay algunas ideas políticas… Mis producciones están hechas con mucho material, pero ese material está disponible para que el espectador coja lo que le convenga, lo que le interese. No me meto bajo el paraguas de ninguna ideología. Deseo que mis obras puedan verse de una manera heterodoxa y libre.
En su obra El lápiz y la cámara se encuentran expresiones de un género sapiencial que ayudan a entender mejor su visión del cine. ¿Cómo surgió escribirlo? ¿Es importante para un director fijar sus conceptos sobre la praxis cinematográfica?
Realmente, fue un encargo de una editorial que estaba empezando y quería publicar su primera colección. No soy escritor, únicamente escritor de películas. Lo bueno es que aceptar ese encargo me ayudó a reflexionar sobre mi oficio. En el libro buscaba plasmar ideas importantes para mí. Algunas de las cuales han mutado, con el paso de los años, pero la mayoría me siguen acompañando. Se me han acercado cineastas a los que les ha servido de utilidad, lo cual me ha llenado de satisfacción, como es normal.
¿Qué importancia tiene para usted que un director consiga densidad en las imágenes? ¿Puede considerarse que esa densidad marca la diferencia entre el cine y las series de televisión, tan en boga hoy en día?
Así es. Cuando se habla de las películas, se suele atender sólo a la dramaturgia, pero no es menos importante la cuestión estética y plástica; de hecho, lo que nos fascina de las películas son sus imágenes, más que sus historias.
En verdad, si apartásemos las imágenes de todas las películas que nos han gustado y nos quedásemos sólo con las historias, no nos impresionarían tanto. Lo que de verdad conmueve son las imágenes y los sonidos.
Esta creación original, difícil, con capas, exige a los espectadores prestar una atención y una concentración que no se les pide en las series. De hecho, puedes ver series cocinando o chateando con otra persona, como hace mucha gente joven hoy en día. Las películas requieren una concentración y observación diferentes.
Llama la atención esta afirmación suya: "La única intención profunda y verdadera de hacer una película es hacer esa película". ¿Cómo debemos entenderla?
Pues que en cada momento he querido hacer una película y una sola. No sigo una regla matemática, ni una ideología a la hora de crear, sino que, a lo largo de mi vida, he vivido experiencias que me han impulsado a hacer cada una de las películas que he hecho. Para rodar hay que estar motivado, tiene que ser importante personalmente. Es algo que muy poca gente hace, pero creo que hay que moverse con ese espíritu.
Los actores que han trabajado con usted destacan que sabe mantener un excelente equilibrio entre dejarlos en libertad y saberlos acompañar. ¿Cómo lo consigue?
El trabajo con los actores lo explico en el libro, donde también hablo de talleres con directores. Son técnicas psicológicas, y se hacen y plantean, en mi caso, para lograr que, a partir del texto, se expresen con sus propias palabras, improvisen, estén cómodos con el guion. Con estas técnicas también se va encontrando el tono y el ritmo, sin querer ir demasiado rápido hacia un objetivo porque, cuando yo hago una escena, ni siquiera tengo una idea preconcebida, tiene que ser interpretada, se tiene que explorar… se va llegando poco a poco.
En Girasoles silvestres, su última película, hay una propuesta al mismo tiempo sutil y decidida de mirar al futuro con esperanza, sobre todo a través del personaje de Julia. Sin querer caer en el estereotipo, ¿hay en ella un homenaje a todas las mujeres y madres jóvenes luchadoras?
Se puede ver así, porque cuando hablo, entre otras cosas, de las libertades, toda interpretación para mí es soberana, como hemos comentado. Si me dice eso, es que usted lo ha entendido: creo en la juventud, creo en el ser humano. Es verdad que todos tenemos dificultades, pero hemos demostrado que tenemos las condiciones para superar las adversidades, tanto a nivel personal como a nivel colectivo, para que la vida en comunidad realmente vaya progresando.
La esperanza está en la base de todas mis películas. Si no hubiera esperanza, no haría cine, no pasaría por el esfuerzo de hacer una película. Y sí, en Julia hay un mensaje de superación, un personaje que lucha, que sufre, que tiene mucho amor… Si bien el final no es de cuento Disney, sí que acababa en una situación mejor que cuando empezó.
Finalmente, sabe que nuestra Universidad está comprometida con la Filosofía del Cine y el personalismo fílmico. ¿Daría algún consejo para que esta línea de investigación crezca y se desarrolle desde su perspectiva de director?
El personalismo es un concepto que no conocía, pero hablando con los investigadores de esta Universidad he entendido que asumen el cine como una herramienta filosófica que coloca la dignidad humana en el centro de su preocupación, y yo comparto ese enfoque. Creo que resulta importante expresar todos los aspectos de esta dignidad a través del cine, defender que lo que nos interesa en las películas son las personas: lo que nos pasa, de dónde venimos, adónde vamos, por qué sufrimos, por qué nos alegramos… Siempre es la persona la está en el centro de las películas.