Profesoras Emilia Oliver y Raquel Ibáñez
“La pornografía es una escuela de desigualdad en la que el varón aprende que la mujer puede ser abusada”
Noticia publicada el
miércoles, 11 de octubre de 2023
Los próximos 25, 26 y 27 de octubre la Facultad de Filosofía, Letras y Humanidades de la Universidad Católica de Valencia (UCV) celebra su quinto Congreso Internacional de Filosofía y Cine. Entre los destacados ponentes que participarán en la jornada se hallan las profesoras Emilia Oliver y Raquel Ibáñez, que pronunciarán la conferencia La relacionalidad traicionada. En la misma, reflexionarán en torno a las mujeres prostituidas en el cine neorrealista italiano de Vittorio de Sica y Federico Fellini.
Más allá del aspecto cinematográfico, Oliver e Ibáñez -que, junto a la profesora Montserrat Escribano, se encuentran desarrollando un proyecto de investigación sobre educación afectivo sexual- pretenden visibilizar en su intervención la prostitución y la trata de personas con fines de explotación sexual “como la forma de violencia más grave que existe y de atentado contra los derechos humanos, especialmente de las mujeres”.
La relacionalidad traicionada, título que han elegido para su conferencia en el congreso, es una suerte de ‘spoiler’, ¿no? ¿A qué se refiere esa traición?
Raquel Ibáñez: Que el título que hemos elegido sea spoiler o no depende de la consideración que se tenga de la prostitución. A quien sepa que convierte a las mujeres en mercancía sobre la que se puede ejercer todo tipo de violencia, quizás este título no le sorprenda demasiado. Cualquier relación interpersonal que cosifique, agreda, violente y utilice es una traición al ser humano que somos y a nuestra dignidad. Nos llama la atención que se tenga tan clara esa traición en las relaciones personales en general, pero que en la prostitución aún se siga cuestionando.
Según Naciones Unidas, el 38% de los hombres españoles ha pagado alguna vez por sexo, convirtiendo a nuestro país en el mayor consumidor de prostitución de Europa y el tercero del mundo, porcentualmente. ¿A qué atribuyen ustedes estas cifras?
E.O.: Encontramos ya una respuesta fácilmente en los comentarios que comparten en sus foros los hombres que consumen prostitución: la idea que subyace es que las mujeres somos explotables y que sobre nuestros cuerpos se puede ejercer cualquier práctica, aunque sea violenta, que satisfaga los deseos sexuales masculinos, erigidos en derechos. Se trata, por tanto, de un ejercicio de poder que manifiesta la desigualdad estructural entre varones y mujeres, incluso en sociedades como la nuestra que se dice igualitaria.
R.I.: Junto a ello, la desigualdad económica entre personas y entre países, la ideología neoliberal que quiere convencernos de que es lícito comprar todo aquello que pueda ser pagado, así como la dañina tolerancia de los gobiernos y de la ciudadanía hacia la prostitución.
A través de sus líneas de investigación, ustedes conocen la relación indisoluble entre la prostitución y la trata de personas. ¿Por qué creen que no se prohíbe totalmente el consumo de sexo de pago en la mayoría de países occidentales, incluida España? ¿Es un negocio demasiado provechoso?
R.I.: El consumo de prostitución no se prohíbe porque aún se tolera socialmente y porque mueve grandes cantidades de dinero, siendo el segundo negocio más lucrativo del mundo del que se benefician no sólo los proxenetas sino también los Estados. Las políticas y las legislaciones estatales, como la nuestra, son neutras, permisivas o ambiguas, dejando muchas vías secundarias para que se siga violando a mujeres previo pago de una cantidad de dinero.
E.O.: Sirvan de ejemplo en nuestro país las carreteras plagadas de prostíbulos, dados de alta como negocios de ocio; o los anuncios encubiertos de prostitución con los que se lucran los periódicos y otros medios de comunicación; o la invasión del espacio público y de los parabrisas de los coches con tarjetas que venden el cuerpo de las mujeres. Todo ello fomenta la demanda de prostitución y permite que las mafias de explotación de mujeres promocionen y publiciten sus negocios.
Lo que está claro es que mientras no se penalice el sexo de pago el mercado ‘prostitucional’ seguirá traficando con mujeres para dar respuesta a esa demanda.
El aumento del consumo de prostitución por parte de los más jóvenes ha sido señalado por la Policía Nacional. Por otro lado, estos días se ha sabido que las agresiones sexuales cometidas por menores han aumentado un 14% sólo en un año. Entre 2017 y 2022 se ha producido un incremento del 116% de estos ataques. Muchos acusan a la pornografía de fomentar estos ataques.
E.O.: Es que se sabe que está detrás de todo ello, ya que es una escuela de desigualdad en la que los varones aprenden que las mujeres pueden ser abusadas. La prostitución es el lugar en el que la violencia sexual aprendida en la pornografía es llevada a la práctica. Se podría decir que la pornografía es la antesala de la prostitución, pues los que se ve no es sexo, sino una violencia que socializa a los jóvenes en la idea de que su sexo les otorga el derecho a acceder a los cuerpos de las mujeres y a practicar sus fantasías en ellos.
En una sociedad sexualizada, la pornografía y la prostitución se presentan como una forma más de entretenimiento. Su banalización las convierte en una opción de ocio, especialmente masculino, que no tiene en cuenta su impacto en las mujeres y en las sociedades.
R.I.: La pornografía está introduciendo a la población joven en la sexualidad y casi el 90% de los vídeos pornográficos contienen algún tipo de violencia que nuestro cerebro aprende a imitar. Estas imágenes tienen una capacidad muy rápida de penetrar en nuestras emociones cognitivas, fijándose en ellas y modificando nuestras conductas. Además, durante la adolescencia, no está totalmente formado el córtex prefrontal, cuyas funciones tienen que ver con el uso de la razón, la voluntad, el discernimiento, las normas morales y la toma de decisiones facilita el calado de la narrativa pornográfica.
Es urgente una educación afectivo sexual basada en la igualdad y el respeto. Todos los agentes educativos han de mirar de frente este reto y asumir su responsabilidad.
¿Cómo está afectando el gran consumo pornográfico a las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres, especialmente a las de pareja?
E.O.: Los estudios verifican que el consumo de pornografía deteriora las relaciones de pareja por muchas razones: configura la mirada que se tiene hacia la otra persona; construye un imaginario concreto de qué son las relaciones interpersonales y afectivas; disminuye el deseo de encuentro hacia las personas de la vida real; dificulta la intimidad emocional; por su componente adictivo, va aislando al sujeto en aquel espacio circunstancial que le permite seguir consumiendo pornografía; genera disfunciones sexuales; altera el circuito recompensa incrementando la necesidad de experiencias cada vez más nuevas, más variadas y más violentas…
Un gran número de mujeres venden hoy fotos y vídeos suyos de contenido sexual en plataformas como Onlyfans o trabajan como actrices porno. ¿Qué dirían a aquellos que, rechazando las situaciones de trata, consideran que una mujer o un hombre tiene derecho a hacer lo que le plazca, incluido el alquiler de su cuerpo para relaciones sexuales?
R. I.: Resulta paradójico y evidencia un desconocimiento de lo que significa la industria del sexo, la cual, amparada por el sistema neoliberal en el que nos encontramos, pretende que normalicemos la compra y venta de mujeres. El neoliberalismo ha utilizado los pilares ideológicos de la libertad y el consentimiento para desplegar su modelo económico, que tanta desigualdad está provocando.
E.O.: La libertad individual se ha entronizado hasta el extremo de erigirse como criterio último de moralidad, pero creemos que una libertad condicionada por motivos de subsistencia, de precariedad o de falta de recursos quizás no sea libertad, sino sólo supervivencia. Además, no olvidemos que en todos los ejemplos que planteas hay una mediación económica, de modo que, en sintonía con la lógica neoliberal, el dinero tiene la última palabra.
Las mujeres estamos siendo tratadas como meros objetos carnales donde se nos despoja de nuestra humanidad en pro de un desvirtuado consentimiento y libertad de elección que es el combustible que necesita la industria del sexo para seguir enriqueciéndose a nuestra costa y seguir contaminando nuestras sociedades.