Ceremonia de la sinrazón (Francisco Gan Pampols, Paraula)
Noticia publicada el
lunes, 14 de marzo de 2022
La guerra de invasión y devastación que vemos en Ucrania es, aunque no lo percibamos en primera instancia, un estertor cruel de un sistema que no termina de caer y que en ese tránsito a la irrelevancia produce dolor y destrucción intentando evitar lo inevitable; un imperio que no asimila el curso de la historia y el desplazamiento de los centros de poder en una dirección alejada del puro uso de la fuerza y aproximada a una comunidad de intereses, progreso conjunto y sostenibilidad global.
Conviene hacer un poco de historia, partiendo del último hito geopolítico del siglo XX, la caída del muro de Berlín, desmembración y desaparición de la Unión Soviética y de la plena independencia de sus antiguas repúblicas.
Queda como heredera de la URSS la Federación Rusa, el país más grande de la tierra con unos recursos naturales extraordinarios, un potencial militar desproporcionado -incluida el arma nuclear-, una población menguante, una economía que no alcanza a desarrollar su potencial y una clase política corrupta con el nepotismo como norma.
La evolución desde los 90 hasta ahora ha configurado un régimen autocrático, represor, agresivo y decadente que pugna por imponerse en un mundo globalizado en el que es económicamente potencia media; un régimen que emplea el nacionalismo radical como arma para aglutinar la voluntad de su población, crear conflictos donde antes no existían o fomentar agravios que podrían resolverse por procedimientos diferentes a la agresión directa.
A su vez, Ucrania ha pasado de un modelo post soviético autocrático y muy corrupto a una democracia consolidada, pero con importantes carencias, en la que se lucha por eliminar la corrupción y sumarse a modelos de democracia plena como los de la Unión Europea, a la que quiere adherirse por todos los medios; una actitud intolerable para un vecino autocrático que reprime la discrepancia, encarcela y elimina la disidencia, invade y anexiona lo que le interesa, sin ningún respeto por el derecho internacional, y decide por otros cuestiones de soberanía nacional.
La guerra de Ucrania es la crónica de una tragedia anunciada desde 2004 con la efímera revolución naranja de carácter prooccidental liderada por Yushenko, que fue sustituida por un gobierno pro ruso encabezado por Yanuckovich; se agudiza en 2008 con la posibilidad de que Georgia y Ucrania ingresen en la OTAN, momento en que se produce la desmembración de Georgia; y alcanza un punto de no retorno con la anexión de la península de Crimea, el cierre del mar de Azov y la guerra civil que alienta y alimenta Rusia en las provincias de Donestk y Lugansk, secuelas del golpe de estado de febrero de 2014 tras el que Yanuckovich huye a Rusia.
A partir de ahí se acentúa el discurso nacionalista agresivo y excluyente, se completa un rearme y modernización sin precedentes de las fuerzas armadas rusas que finaliza con la invasión de Ucrania. La tragedia asola a la población e imágenes que creíamos olvidadas vuelven a nuestras retinas.
Enemigo a las puertas, “si vis pacem, para bellum”. Si quieres la paz, prepárate para la guerra: nadie hará por ti lo que no estés dispuesto a hacer tú primero y hasta las últimas consecuencias. En ese sentido, los ucranianos han mostrado un patriotismo y un espíritu de sacrificio en aras de la libertad que son un referente para todo el mundo y que merecen nuestro apoyo y respeto.