Defensa del hombre y de la vida
Noticia publicada el
miércoles, 28 de diciembre de 2016
Tribuna del cardenal arzobispo de Valencia Antonio Cañizares, publicada en La Razón
Hoy, 28 de diciembre. en el marco de la Navidad, se celebra la memoria de los Santos Niños Inocentes, según la tradición, eliminados, asesinados, injusta y cruelmente por el rey Herodes,buscando eliminar al Niño que había nacido, de María, en la ciudad de David, en Belén. Ese Niño era la Vida y traía la vida para los hombres, erala apuesta de Dios por el hombre, por todo hombre, por la vida del hombre. Los seguidores de aquel Niño, Jesús, es decir, la Iglesia siempre, hasta nuestros días, ha sido defensora de la vida, de la vida inocente e inerme. Últimamente, en nuestros tiempos, de esta Iglesia, representada sobre todo en los últimos Papas, ha brotado una corrientede aire fresco y puro a favor de la vida y ha irrumpido en este mundo nuestro tan calcinado y desierto por la «Culturad e la muerte» Ahí tenemos, por ejemplo, San Juan Pablo ll, paladín de la defensa de la vida, con su Encíclica«Evangelium Vitae», y al Papa Franciscocon su Encíclica «laudato si» que constituyeotra defensa o alegato de la vida en medio de una cultura de muerte.
Resuena con fuerte vigor la voz libre y profética de la lglesia, cargada de esperanza, que grita y anuncia el Evangelio, la Buena Noticia, de la vida porque el Evangelio del amor de Dios al hombre, en efecto, el Evangelio de la dignidad inviolable de la persona humana, y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio. Una Buena Noticia se nos dio entonces, al nacer Jesús, y sigue con la mismísima actualidad que en aquel momento. Una buena noticia aconteció en medio de nosotros, tan necesitados como andarnos de buenas noticias. Una luz grande iluminaba aquellos momentos y sigue iluminando la oscuridad de una «cultura de muerte». Como hizo el Papa Francisco con su Exhortación Apostólica la alegría del amor, sobre la familia, de la que es inseparable la vida: origen y cuidado de la vida humana; y como hizo también este Papa, tanquerido y admirado con razón, en su apuestapor todo hombre, sin exclusión ni descarte de nadie, con su Encíclica «laudato si», verdadero alegato con su ecología integral a favor del hombre y de la vida, y desenmascaramiento y rechazo total y absoluto de laideología de género, tan destructiva delhombre, y que tanto daño está haciendo ya a la humanidad mediante fuerzas de unnuevo Orden Mundial, para el que es clave esta ideología tan contraria al hombre y a lavida.
Nadie, en este tiempo, habla con tanta fuerza, con tanta claridad y verdad, ni con tanto amor, ternura en defensa del hombre amenazado como lo está haciendo la Iglesia a través de estos Paladines de la vida -San Juan Pablo II, Papa Francisco, el mismo BenedictoXVI- que nos han dirigido a los fieles católicos y a todos los hombres de buena voluntad que quisieran escucharles tan esperanzadores y comprometidos mensajes a favor de la protección de la vida y de su matriz natural que es la familia, futuro del hombre y de la humanidad, basada en la verdad del matrimonio entre un hombre y una mujer abiertos a la vida.
La Iglesia, con amor, misericordia y ternura, sale en defensa del hombre amenazado, en defensa de la vida despreciada, en defensa de la dignidad humana preterida o violada. Clama por el hombre inocente, da la cara por el indefenso con energía, apuesta fuerte por la vida, sin componendas ni intereses, contra la guerra, contra la drogadicción y narcotráfico, contra el aborto, contra el terrorismo, contra la ideología de género, contra el hambre en el mundo, y en defensa de sus víctimas. Escuchando su mensaje, el mensaje de la lglesia se siente el gozo inmenso de ser hombre, la alegría de haber sido llamado a la vida, la dicha de ser una de esas criaturas un hombre querida directamente y por sí misma por Dios, que quiere que el hombre viva y cuya gloria es ésa: la vida del hombre, por el que lo apuesta todo.
La lglesia no puede callar y dejar de anunciar este Evangelio: ¡Ay de mí si no evangelizare!, leemos en San Pablo; ¡ay! de la Iglesia y de sus hijos, si dejamos de anunciar este Evangelio de la vida que no es otro que Jesucristo, del que es inseparable el hombre, todo hombre sin exclusión de ninguno. La buena noticia para el hombre es Jesucristo, en quien encontramos a raudales infinitos la alegría del amor, es a Él al que todos- aun sin saberlo- buscan, porque todos quieren y anhelan el amor y la vida y rechazan la muerte y el desamor o el odio contra el hombre, cainita en el fondo este odio; ante Cristo todos se agolpan, a Él todos acuden, aun sin conocerlo, porque, como vemos en el Evangelio, nos ha sido enviado por amor y es sanación, ha venido a curar, ha venido a que los hombres tengamos vida: porque ¡Él nos ama, es Amor y es Vida!, que ansiamos. Para esto ha venido al mundo, para predicar esta dichosa noticia y para hacerla realidad en nuestro mundo y en el venidero y definitivo. En palabras del mismo Jesús, «ha venido para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). Se refiere a aquella vida «nueva» y «eterna», que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa «vida» donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre (EvangeliumVitae 1).
Si al final del siglo diecinueve la Iglesia «no podía callar ante los abusos sociales entoncesexistentes, menos aún puede callar hoy;cuando a las injusticias sociales del pasado,tristemente no superadas todavía, se añadenen tantas partes del mundo injusticias yopresiones incluso más graves, consideradastal vez como elementos de progreso de caraa la organización de un nuevo orden mundial» (EV 5). Sin duda, la injusticia y la opresión más grave que corroe el momentopresente es esa gran multitud de seres humanos débiles e indefensos que está siendo aplastada en su derecho fundamental a lavida. El desafío que tenemos ante nosotros,en los inicios todavía del tercer milenio, esárduo. Sólo la cooperación concorde decuantos creen en el valor de la vida y son capaces de amar podrá evitar una derrotade nuestra civilización, de consecuenciasimprevisibles. En esa lucha en defensa delhombre y de la vida, en contra de las ideologíascontrarias a la vida como las abortistaso eutanasistas, o la ideología de género. NOPODEMOS CALLAR NI CRUZARNOS DEBRAZOS. ¡ESNECESARIO ACTIJAR Y SALlREN DEFENSA DEL HOMBRE. SOBRETODODEL MÁS DÉBIL E INDEFENSO,Y ACTIVARCONTRA LAS IDEOLOGÍAS QUE VAN CONTRA EL HOMBRE y SU DIGNIDAD INVIOIABLE.