Exorcista y profesor de la Univ. San Dámaso
Eduardo Toraño: “Quien no cree en la realidad del demonio está fuera del magisterio de la Iglesia”
Noticia publicada el
miércoles, 3 de mayo de 2023
Cuando el 24 de febrero de 1409 el Padre Jofré caminaba hacia la Catedral de Valencia en el primer día de Cuaresma se encontró con un grupo de gente que perseguía y apedreaba a un joven demente al grito de “¡al loco… al loco!”, espoleados por la creencia de que las personas con problemas mentales estaban poseídas por el demonio.
Jofré se llevó al chico a su convento, donde lo cobijó tras curar sus heridas. Después, cuando llegó a la Seo, cambió el sermón que había preparado y, tras subir al púlpito, pidió a los feligreses que tuvieran caridad con los enfermos mentales. El hospital que se creó en Valencia a raíz de sus palabras acogía a esta clase de pacientes “bajo el amparo de la Virgen”.
El papel de a Virgen es “esencial” en una de las labores pastorales que realiza el profesor Eduardo Toraño (Universidad San Dámaso), que ha participado en el Congreso Mariológico Internacional organizado por la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Valencia (UCV): los exorcismos. La Virgen María, según sus propias palabras, es una "poderosísima aliada" en la batalla "por liberar del maligno a las personas que realmente sufren una posesión".
Como sucedió en el caso del Padre Jofré, se ha pensado durante mucho tiempo que los enfermos mentales estaban endemoniados.
Así es, pero aquello eran creencias populares. La Iglesia ha tenido y tiene la voluntad de discernir de dónde viene el mal que sufre una persona. Hay causas naturales de los males físicos y causas históricas de los males psíquicos. La herida que sufre la naturaleza humana como consecuencia del pecado original se manifiesta en el daño que recibimos en nuestra historia; en las heridas que sufrimos por carencias de amor y situaciones traumáticas. Esas heridas provocan un sufrimiento psíquico e, incluso, físico. En ese sentido, ahí ya hay una acción remota del mal que proviene del pecado original. Todos tenemos heridas, porque nuestros padres no han sido perfectos, aunque lo hayan hecho lo mejor que podían.
¿Cuándo se produce, entonces, una acción directa del maligno?
Lo primero que debemos tener claro es que el demonio existe y actúa. Esa acción puede afectar de manera extraordinaria a la esfera física y psíquica de una persona, aunque sin entrar en su alma, que es el espacio sagrado donde está la voz de Dios. Así, nunca perdemos la libertad de nuestra voluntad, ni la conciencia.
¿Y cómo se distingue entre una persona con problemas psíquicos y otra que sufre una auténtica posesión?
A través del discernimiento. Se realiza, en primer lugar, una entrevista con la persona en concreto para conocer su vida, su historia. El discernimiento se hace siempre buscando una explicación natural, no una extraordinaria. El segundo instrumento, y el más eficaz, es la oración, que se utiliza para comprobar si hay un mal espiritual; existen oraciones de liberación indicadas para estas situaciones.
¿A qué se refiere con la oración como medio para discernir?
Tras la oración sobre la persona, se observan sus reacciones. Algunas de ellas pueden ser equívocas; por ejemplo, cuando la persona empieza a gritar, temblar o agitarse. Esas manifestaciones pueden estar provocadas por emociones reprimidas que salen, respuestas a heridas emocionales que no están sanadas. En ese sentido, nos ayudamos también para discernir consultando a psiquiatras y psicólogos. Hay que buscar en primer lugar la explicación natural. Si no se tiene experiencia en este campo, uno puede fácilmente equivocarse viendo una manifestación diabólica en algo que no lo es.
¿Esas respuestas pueden provenir también de un mal espiritual?
Sí, ese es el problema, que hay que discernir. Para hablar de posesión demoníaca deben darse reacciones físicas y aparecer otros elementos, como la aversión a objetos religiosos, el rechazo al sacerdote, escupir, blasfemar… Esto ya indica que puede haber algo más, algo distinto.
En la posesión, la persona pierde el control de su cuerpo, sometido al control despótico del demonio. En esos instantes, la persona no es ella en sí misma, es el demonio el que se mueve, habla y mira a través de la persona; y es una mirada terrorífica.
¿Se convierte la persona en una especie de marioneta?
No, en absoluto. El control demoníaco es temporal y afecta únicamente a las esferas física y psíquica; el alma está a salvo. Estas víctimas pueden incluso hacer vida normal, pero el demonio las posee en determinados momentos y en ellas se produce un eclipse de consciencia. Por esa razón, lo habitual es que después no recuerden nada de lo sucedido.
Menuda pastoral, la suya, don Eduardo.
Es un poco ingrata, sí. Pero me alegro de que aparezca ese término, porque el exorcismo forma parte de la pastoral de consuelo y de acompañamiento, en ocasiones largo, a personas que sufren males.
Más importante incluso que la oración de liberación que realice el sacerdote es que, a partir de ese acompañar, la víctima de la acción demoníaca entre en un camino de vida cristiana y frecuente los sacramentos. Quienes lo hacen ven aumentada su fe y su esperanza, porque han vivido una situación sobrenatural. Cambia su vida y aparece una fe impresionante.
Hay esperanza, entonces.
Claro. El exorcismo es un proceso que libera a la persona del mal que padece, que al final conlleva su sanación. El demonio siempre entra, como dice san Ignacio de Loyola, por nuestra parte débil, por las heridas no sanadas. Si no se produce un proceso de sanación paralelo, a veces, de hecho, no se produce un avance en la liberación. Suele ser recomendable en estos procesos una terapia psicológica con un profesional que conozca la fe, las cuestiones espirituales; o que, al menos, no esté en contra de ellas.
Es decir, que lo que nos muestra el cine de Hollywood poco tiene que ver con la realidad.
Totalmente. El exorcismo no es algo mágico; es una ayuda, un sacramental para crecer en la vida cristiana. En ese crecimiento es fundamental el acompañamiento espiritual de la persona y el acompañamiento comunitario, que la persona se inserte en una comunidad cristiana.
El gran propósito del demonio es destruirnos y su forma de hacerlo es aislándonos. Fuimos creados para el Paraíso, para la relación en armonía con Dios y con nuestros semejantes, con toda la Creación. Esa es la unidad que el demonio quiere romper, alejándonos de Dios y de los demás.
¿Cómo ayuda la Virgen María en la lucha contra Satanás? ¿Se recurre a ella en los exorcismos?
Tras Cristo, María es la gran intercesora y quiere cuidar a sus hijos. Por ello, la acción de la Virgen es esencial en un exorcismo. En el ritual, lo primero que se hace es pedir su intercesión y la de los santos. Ella es auxilio de los cristianos y consuelo de los afligidos. De esta manera, si la persona se acoge a la Virgen, ella le protege y le acompaña en el proceso de liberación, que en bastantes ocasiones es largo.
María es la llena de gracia, llena del amor de Dios, llena de Espíritu Santo, llena de humildad. El demonio no puede soportarla porque el pecado diabólico fundamentalmente es la soberbia. De hecho, en los exorcismos, el demonio dice muchas veces a través de la persona poseída «¡Yo soy Dios!» y exige nuestro sometimiento a él.
En ese sentido, mientras que Satanás quiso y quiere ser dios contra Dios, María, por su parte, es humilde. Por eso, al final del exorcismo rezamos el Magnificat, que muestra cómo la humildad de María vence al soberbio. La Inmaculada se representa habitualmente, recordémoslo, aplastando a la serpiente.
Ha descrito con bastante detalle lo que sucede en una posesión. ¿Existen otros tipos de acción directa del demonio sobre una persona?
Sí, la vejación y la obsesión. La primera es un ataque del demonio al cuerpo de alguien y se manifiesta a través de molestias físicas inexplicables, como moratones o señales de mordiscos en el cuerpo. A veces, incluso, afecta al ámbito sexual, con personas que llegan a sentir realmente una penetración, por ejemplo. Hay quienes experimentan palizas, olores nauseabundos o dolencias físicas que no se solucionan. Con estas últimas manifestaciones hay que tener cuidado, porque pueden tener un origen explicable, como un mal diagnóstico médico.
¿Y la obsesión demoníaca?
Se produce cuando la persona es atormentada en su psique. Aparecen continuamente pensamientos obsesivos contra sí misma y contra los demás. Es un gran tormento, un ataque a la mente con pensamientos muy negativos, violentos y desagradables sobre suicidarse o matar a alguien. Esos pensamientos no provienen de la víctima y no la dejan en paz. También ocurre en los sueños, porque hablamos de un ataque a la psique, a través de pesadillas con imágenes horrendas: sangre, caras y figuras de diablos...
Lo primero que ha dicho es que el demonio existe, pero hay voces en la misma Iglesia que aseguran que no es un ser personal sino una suerte de interpretación que hace en la Biblia el autor sagrado sobre el mal existente en el mundo.
En el número 2851 del Catecismo se afirma que «el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios». Dice Pablo VI que «el mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y perversor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una pseudorrealidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias».
El Magisterio de la Iglesia es claro, por lo tanto.
Absolutamente. Esa visión del demonio como “interpretación del mal” que has mencionado proviene del método exegético histórico crítico, del racionalismo que entró en la Iglesia. Pero lo cierto es que aquel que no cree en la realidad del demonio se sale del Magisterio.
Podríamos añadir, en su caso, que lo ha visto actuar en primera persona, ¿no?
Efectivamente. El racionalismo no puede explicar que una persona delgada de 50 kilos se imponga físicamente a cinco hombres fuertes. ¿Cómo se puede explicar que una persona que no sabe nada de latín se ponga de repente a hablar en un latín perfecto? Existen hechos que no son, en modo alguno, explicables a nivel natural, desde la razón o la ciencia.