El «genio femenino», protagonista necesario en el mundo laboral

Día Internacional de la Mujer

El «genio femenino», protagonista necesario en el mundo laboral

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El «genio femenino», protagonista necesario en el mundo laboral

El Día Internacional de la Mujer -denominado hasta hace poco Día Internacional de la Mujer Trabajadora- celebra la lucha del sexo femenino, sobre todo desde finales del siglo XIX, por su participación social y su desarrollo personal en las mismas condiciones que el varón. Alcanzada en España desde hace casi un siglo la igualdad en derechos y libertades, la llegada progresiva y generalizada de la mujer al mundo profesional a partir de los años sesenta creó un marco de convivencia entre ambos sexos prácticamente inédito.

Este nuevo paisaje laboral, bendecido con la aparición masiva de un talento que necesitaba, supuso grandes oportunidades e incontables mejoras para la actividad económica, pero también comportó las dificultades que entraña todo proceso de cambio. Aunque hayan pasado más de cincuenta años, desde un prisma histórico la convivencia de hombres y mujeres en el entorno profesional es muy reciente y la adaptación de un mundo casi enteramente ocupado por varones a otro con una ingente presencia femenina no siempre ha sido adecuada, ni justa.  

De nuevo es 8 de marzo y resulta de gran interés, ya entrados en la segunda década del siglo XXI, escuchar el relato del estado de las cosas por parte de sus protagonistas: las mujeres. Los interrogantes son muchos, algunos muy complicados de resolver, y la realidad, compleja. Las respuestas a estos no pueden ser, por tanto, simples, fáciles ni dogmáticas. El horizonte de la complementariedad, sin embargo, parece imponerse como la brújula más atinada a la hora de señalar el norte del bien común, de la justicia y de la igualdad en la diferencia entre hombres y mujeres, también en el entorno laboral.

La discriminación laboral, un asunto educativo

Míriam Martínez Santos, investigadora predoctoral de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, cree que en España las mujeres todavía se enfrentan a “desigualdades” en cuanto a oportunidades de trabajo. Aunque sería “un despropósito” no reconocer la evolución nacional en ese sentido, Ángela Gómez Seguí, psicóloga del Servicio de Orientación, asegura que datos como “la mayor tasa de desempleo o la menor representación en cargos directivos” ilustran la situación general de la mujer en el mercado laboral nacional.

“Se habla de discriminación de la mujer en el ámbito laboral sobre todo debido a los cuidados familiares que, en muchas ocasiones, dependen de ella, y suponen así una limitación a su disponibilidad para la empresa que la emplea. Otra forma de discriminación que se suele nombrar es el acoso sexual sufrido por parte de jefes o compañeros”, expone Gómez Seguí.

En opinión de esta psicóloga, “todas las formas de discriminación podrían reducirse e incluso solucionarse si de forma interna, cada empresa, examinara y analizara su política de igualdad, su ideario de empresa, sus valores, y centrara sus decisiones de contratación y ascenso laboral valorando a cada trabajador, sea hombre o mujer, según sus funciones y capacidades acordes al puesto en cuestión”. Es, como se repite tantas veces, un asunto de “educación”. Si se conciencia a la sociedad “desde el respeto, el valor de la persona en sí misma y la captación de sus aptitudes, las empresas tomarían decisiones basadas en lo realmente importante”. 

En la misma línea se manifiesta Eva Romero, profesora de la Facultad de Magisterio y Ciencias de la Educación, que se remite a informes de la OCDE para afirmar que “muchas mujeres no pueden desarrollarse de forma plena y efectiva en el mundo laboral porque son víctimas de exclusión en función de su edad, si se encuentran aún en dentro del rango considerado fértil, o de su situación familiar”.

“Debería promocionarse una verdadera igualdad proporcionando vías de desarrollo profesional para todas aquellas mujeres que quieran alcanzar las máximas cotas profesionales, sin que por ello tengan que renunciar a la maternidad ni al cuidado de su familia: desde la creación de escuelas infantiles en las propias empresas o lugares de trabajo, a la reducción de horarios o, incluso, la ampliación de las bajas por maternidad por cuidado de hijos sin que por ello peligrara su puesto o las posibilidades reales de promocionar. Creo que una consecuencia directa de desarrollar estas políticas sociales podría ser el aumento de las tasas de natalidad”, aduce Romero.

Maternidad y trabajo: reestructurar los horarios laborales

En opinión de Romero, la relación entre maternidad y trabajo es hoy “bastante difícil” para la mayor parte de las mujeres: “Sería necesario replantearse el ritmo vertiginoso al que vivimos y tomar medidas como la reestructuración de los horarios laborales, promocionando las reducciones de jornada y facilitando que la mujer que ha decidido ser madre no se vea coartada por no disponer de los apoyos y recursos imprescindibles”.

“Creo y defiendo firmemente que la maternidad aporta enormes beneficios, tanto es así que contrataría sin dudarlo a una mujer que es madre, puesto que le interesará trabajar más y mejor para sostener a su prole y, por descontado, será experta en organizar, programar, compaginar, atender a diferentes conversaciones a la vez, priorizar en cada momento lo que imprescindible y diferenciarlo de lo que solamente es necesario. En definitiva, la maternidad ayuda a rendir más, sacando el máximo partido al tiempo, haciendo que seamos capaces de ser más productivas en aquello que hacemos”, subraya.

Gómez Seguí se suma a la tesis de Romero y asevera que “no cabe duda de que algo tan grande como la maternidad produce directamente un desarrollo exponencial en las aptitudes y en los valores que una persona pueda haber trabajado hasta ese momento y que le aportarán solvencia y mejor desempeño en su labor profesional, sea cual sea su profesión. La constancia, el esfuerzo, la paciencia, la comprensión, el ejemplo y la organización son algunos de estos valores”.

Ambas hablan por experiencia propia. En concreto, Romero relata que concluyó su tesis doctoral después de ser madre de cinco hijos, compaginando su cuidado con su labor como profesora en la UCV: “Al poco tiempo, tuve que ocuparme también del cuidado de mis padres pues los dos son dependientes y viven en mi casa. Por eso, cuando defino como productiva a la mujer que ha pasado por la experiencia de la maternidad sé de lo que hablo, y defiendo su papel como núcleo de la familia y de la sociedad. Claro está en que esto no hubiera sido posible sin mi marido, un fantástico compañero de viaje y pilar fundamental en ese camino y en mi crecimiento, tanto personal como profesional”.

Martínez Santos, por su parte, advierte de que, a pesar de contar con una legislación que prohíbe el despido de una trabajadora embarazada, “muchas empresas abordan la cuestión de la maternidad en las entrevistas de trabajo, lo cual está prohibido por la ley. Una buena cantidad de empleadores enmascaran estas entrevistas y prefieren candidatos masculinos a la hora de contratar, aunque las cosas están cambiando y quiero ser optimista. Por ejemplo, ahora el permiso de paternidad y de maternidad son iguales, y los hombres también tienen derecho a la adaptación de su jornada laboral para conciliar su trabajo y la atención a los hijos”.

La mujer aporta su «genio femenino» al ámbito profesional

En su carta apostólica Mulieres dignitatem, san Juan Pablo II describió la capacidad especial de amar de la mujer como “genio femenino”. El papa polaco “sabía de lo que hablaba” puesto que en esa idiosincrasia propia se encuentran “tres características esenciales de la mujer, aunque no necesariamente exclusivas”, apunta Romero: “La sensibilidad, la capacidad de comprensión de una naturaleza humana caída y un auténtico deseo de donación. Me parece entrañable la expresión que acuñó san Juan Pablo II, afirmando que el genio femenino «es una condición indispensable para que exista una profunda transformación de la civilización actual»”.

Desde esa perspectiva, la mujer aportaría también algo distinto al mundo laboral. Romero cree, por ejemplo, que las féminas son “más empáticas” y “suelen tener más presentes las necesidades y demandas de las personas que les rodean”, hablando siempre “en términos generales”. Al ejercer puestos de mando, “esas cualidades son muy necesarias para dotar de calidad humana a las relaciones laborales”. Así, considera “fundamental” que “la presencia de mujeres en todas las esferas de la vida sea algo natural, de modo que puedan contribuir con sus aportaciones en cualquier ámbito y que todo el mundo se beneficie de sus cualidades profesionales”.

Martínez Santos opina que las diferencias entre hombres y mujeres en su aportación al mercado laboral no son “absolutas” ni “excluyentes” y que, tanto hombres como mujeres, pueden desarrollar “un estilo de liderazgo propio y efectivo independientemente de su sexo”. Ambos géneros están “preparados” para cargos directivos “siempre y cuando se tenga en cuenta que todavía existe un techo de cristal que las mujeres debemos romper”.

Gómez Seguí, desde su profesión de psicóloga explica que se han realizado “múltiples investigaciones” que confirman “la capacidad innata de la mujer para favorecer la comunicación, así como para conciliar y optimizar los esfuerzos que un equipo de trabajo requiere. La mujer está orientada a la persona y a sus necesidades. Ello le hace ser altamente empática, lo cual refuerza el trabajo en equipo y mejora el clima laboral”. 

“Siempre se ha considerado que el liderazgo femenino está basado en la comunicación, en lo social, la participación de todos los miembros, mientras que el de los hombres se ha caracterizado por estar orientado a objetivos. De todos modos, es una forma muy genérica de definir el tipo de liderazgo, porque en realidad lo definirá de forma particular la persona que lo ejerza, su capacidad y habilidad para desarrollarlo”, añade. 

¿Necesitamos más ingenieras?

Una reclamación que realizan ciertos agentes sociales y políticos es la de aumentar el número de mujeres que desarrollan su carrera profesional en ámbitos laborales donde su presencia es reducida, como el de la ingeniería, la tecnología o determinadas áreas científicas. En la actualidad, Martínez Santos no encuentra la causa de dicha situación tanto en “cuestiones culturales” como en “el andamiaje sobre el que se construyen las instituciones”.

En ese sentido, esta investigadora de la UCV recuerda que los datos del CSIC de 2021 muestran que el porcentaje de personas que realizan estudios de tesis doctoral en el sector de la biomedicina es de un 50,4% de hombres y un 49,6 % de mujeres, “lo que podría hacer pensar que existe una igualdad”, pero a medida que se avanza en este ámbito profesional “se descubre que el 65.1% de investigadores científicos son hombres, frente a un 34.9% de mujeres. En los puestos de investigador principal (IP) la brecha se acentúa mucho más, pues ellos son el 73.1 % de frente al 26.9% de IP féminas”.

Gómez Seguí subraya sobre la elección de estudios que realizan hombres y mujeres intervienen “múltiples factores”, siendo uno de ellos “la influencia de los estereotipos de género”.

“Las chicas que acceden a la universidad suelen optar con mayor frecuencia por carreras de humanidades y ciencias experimentales, sociales, jurídicas y de la salud; carreras destinadas al servicio, a la comunicación. Los chicos continúan eligiendo en su mayoría enseñanzas técnicas, basándose en motivos más externos como la remuneración económica, el reconocimiento social o las salidas laborales”, asevera.

Romero opina, por su parte, que se han producido “cambios importantes” en los últimos años: “En profesiones muy feminizadas como la enfermería -la especialidad de matrona sirve de ejemplo- o el magisterio en educación infantil se ha visto un progresivo aumento en el número de varones que realizan los estudios correspondientes y acaban desempeñando esa labor”.

“Si había algún determinante cultural que vinculase los intereses profesionales a una cuestión de género, es algo que está lentamente desapareciendo. Creo firmemente que la elección de los estudios y la carrera profesional deben determinarla los intereses personales, más que la paridad o el equilibrio en las tasas o porcentajes de hombres y mujeres”, remarca.        

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