El catedrático emérito de Derecho Canónico Ignacio Pérez de Heredia (Laguardia, 1930), ha asegurado en una conferencia pronunciada en el Campus de Valencia-Santa Úrsula y organizada por la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Católica de Valencia (UCV) que en la actualidad, “un sínodo diocesano se realiza más para estudiar la vida de la diócesis y no tanto para establecer normas, como sucedía antes del Concilio Vaticano II”.

“Cuando yo era estudiante el sínodo era cosa del obispo y los curas. Se reunía el pastor de la diócesis con los presbíteros, que le ayudaban a resolver los problemas concretos para dar las normas de régimen normal, que no están especificadas en el Derecho general de la Iglesia”, ha explicado.

Según ha señalado Pérez de Heredia, “con la importancia dada a la participación de los laicos a partir del Vaticano II, empezó a introducirse la cuestión de cómo podían participar estos en el sínodo diocesano. Para ello hubo que configurarlo de otra manera, de modo que no fuera una cosa puramente técnica, sino una participación viva de la Iglesia con el obispo que rige, pero que también vive en la Diócesis”.

La visión de hoy es “mucho más amplia” de la que dan unas normas concretas, la existente previamente a la celebración del Concilio Vaticano II: busca la “revitalización” de la diócesis, ha expuesto el catedrático emérito de Derecho Canónico.

“Pablo VI pensó que, además de la Curia y de los concilios ecuménicos, se necesitaba un órgano vivo, rápido y fácil con obispos de todo el mundo para ayudarle a resolver los problemas de todo el mundo. Así podía, por ejemplo, convocar a los obispos de Países Bajos para tratar el problema de la religiosidad en esa zona. Si era un problema de la Iglesia, en general, acogía a obispos de todo el mundo; aunque no era un concilio, porque no iban todos los obispos del mundo”, ha explicado.

Mediante este nuevo enfoque el Papa pide que los católicos “vayan con él” para que pueda desempeñar su función; “este es el espíritu de que participen todos”, ha aseverado el antiguo decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Lateranense de Roma.

ORIGEN EN EL SIGLO VII

Un sínodo es el “concilio de la diócesis”. Estos últimos fueron “inmediatos” al nacimiento de la Iglesia, como puede verse en el Concilio de Jerusalén. Los sínodos ecuménicos comenzaron en el siglo IV, “cuando la Iglesia fue libre”; y en el siglo VII comenzaron a realizarse los sínodos “en cada diócesis”, ha relatado este experto.

Pérez de Heredia ha indicado igualmente que durante siglos ha sido “muy importante” el papel del sínodo: “¿Cómo llegaba lo que se decía en el Concilio tridentino a una parroquia de Alboraia? A través del obispo que venía aquí o a través del sínodo provincial. La primordial función de un sínodo diocesano era llevar a sus parroquias todas las decisiones de los concilios ecuménicos o de los sínodos provinciales”.

El catedrático emérito de Derecho Canónico se ha referido, asimismo, a algunos sínodos históricos de la Diócesis de Valencia como los “muchos e interesantísimos” realizados durante la Edad Media. En el siglo XIII, por ejemplo, “se da toda una doctrina sobre los sacramentos” al pueblo valenciano.

“En ese momento acaban de hacer los papas las decretales, justo antes de la conquista de Valencia. Tras la conquista, no hay sacerdotes; los únicos que hay son los que vienen con las tropas de Jaime I, por lo que es necesario formar al pueblo en cosas tan básicas como los sacramentos”, ha aducido.