El efecto Pigmalión de ayudar a una familia al otro lado del Atlántico

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El efecto Pigmalión de ayudar a una familia al otro lado del Atlántico

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El efecto Pigmalión de ayudar a una familia al otro lado del Atlántico

Un grupo de cooperantes de la Universidad Católica de Valencia (UCV) se han desplazado este verano hasta la provincia de Tucumán, en Argentina, donde han impartido formación a profesionales en atención temprana (AT), en la que se realizan intervenciones dirigidas a niños menores de seis años con trastornos o riesgo de padecerlos. Procedentes de hospitales y centros sanitarios, cerca de 1.700 profesionales de distintas partes del país sudamericano han participado en las actividades organizadas por las expertas de la UCV, junto a más de 600 maestros y alrededor de 300 familias.

En concreto, el objetivo del equipo de la UCV ha sido impulsar a los servicios de AT de Tucumán para que implementen las prácticas centradas en la familia. Este enfoque de la atención temprana, que busca dar respuesta con la mayor prontitud posible a las necesidades de estos niños, pone el acento en trabajar los contextos naturales del menor para apoyarle en sus rutinas y actividades diarias, y así aprovechar oportunidades de aprendizaje y promover su participación social.

Un cambio radical

Dado que se trataba de una labor de cariz formativo y pretendía “generar empoderamiento” en los profesionales argentinos de atención temprana de la zona, según apunta la directora del Centro de Atención Temprana y Educación Infantil L'Alqueria UCV, Marga Cañadas, responsable del proyecto, éste necesitaba de expertas en la materia. Así, en lugar de ir acompañada de alumnos de grado, Cañadas ha contado con la ayuda de la estudiante del Máster Universitario en Atención integral a Personas con Discapacidad Intelectual Mireya Vicente; y la doctoranda Virginia Ayuso, egresada de Terapia Ocupacional de la UCV.

Para ambas, la estancia en Argentina ha supuesto un “crecimiento profesional”, como señala Virginia: “Enseñar siempre te enseña a ti también. Formar y acompañar a otros que se dedican a lo mismo que tú, así como ir solventando problemas conjuntamente, haciendo trabajo en equipo, implica una verdadera transferencia de conocimiento. Se trata de profesionales que están donde nosotras estábamos cuando empezamos en esto, trabajando desde un paradigma de curación, sin una implicación de la familia en el proceso, más allá del intercambio de información con el terapeuta. Ahora se enfrentan al cambio radical que supone la atención temprana enfocada desde las prácticas centradas en la familia”.

Mireya señala que su misión ha sido “ayudar a que cambien de mirada” en el enfoque profesional, pues el suyo era “tradicional, con adjetivos muy clínicos”, para lo que han estado en contacto, sobre todo, con el centro “líder” en atención temprana de Tucumán. “Ver cómo van dando la vuelta a ciertos criterios y aceptan la propuesta que les hacíamos ha sido genial”, añade.

“Lo que hemos hecho es plantar una semilla. No puedes ir a Argentina, soltarles una teoría y volver a España pensando que has hecho tu trabajo. Si sólo recibes algo teórico y no lo entiendes realmente, terminas haciendo lo mismo que hacías, cambiándole cuatro cositas. Lo que hemos buscado es generar un reflexión que sirva para comprender las bases de las prácticas centradas en la familia, y a partir de ahí ellos vayan generando una forma de hacer. No obstante, hacemos acompañamiento y seguimos en contacto con ellos para resolver las dudas que les van surgiendo”, aduce Virginia.

El gran número de terapeutas presentes en las diferentes sesiones impartidas ha sorprendido a las dos cooperantes, indica Mireya: “Han sido dos semanas con formación todos los días, con muchos profesionales y familias, personas que venían de toda Argentina. Nos hemos sentido abrumadas, casi sobrepasadas”.

Soltando lastre

De entre las distintas acciones realizadas en su estancia sudamericana, Mireya recuerda con especial cariño la visita domiciliaria a una de las familias participantes, que “desconocía la experiencia de recibir a los terapeutas en su casa”. No vivían problemas de índole “económica”, pero de sus tres hijos, los dos pequeños, de cinco o seis años, tenían Trastorno del Espectro Autista (TEA). Estos habían pasado por varias clínicas, con un sistema de terapia muy conductual, como un entrenamiento donde participan sólo el profesional y el niño, que debe alcanzar unos objetivos”.  

“Nos contaban que sus hijos tenían que hacer ciertas cosas y no lo conseguían. Al ver como nosotras íbamos preguntando, intentando llegar a lo que necesitaban de verdad, la madre hizo ‘click’ y se dio cuenta de lo que realmente quería trabajar. Estaba pidiendo unas cosas relacionadas con el enfoque clínico al que estaban acostumbrados pero, en el fondo, quería otras. Al final, apuntamos en un papel tres propuestas que salieron de ella, metas del día a día para los que se veía capacitada y que pondría en práctica durante un tiempo. Estaba contentísima”, asegura.

En relación al mismo caso, Virginia subraya los “quinientos kilos de peso” que dicha familia se había quitado de encima “de repente”: “Esos padres cargaban con un lastre. La obligación de llevar a sus críos de manera contínua a un montón de terapias había desembocado en una extraorganización que les había dejado sin vida de pareja. Eso, obviamente, provoca una desestructuración familiar enorme. Sin embargo, en esa visita vieron que ellos mismos, en su día a día, en su casa y con sus juegos habituales podían ir consiguiendo las mismas cosas y otras. Casi no podían creer que todo su peregrinaje por distintos centros, con diferentes profesionales, se hubiera acabado”.

Cumpleaños feliz

Al enterarse de que el día del encuentro era el cumpleaños de la madre, le dijeron a ésta que debían haberlo cambiado de fecha, relata Mireya. Le sorprendió la respuesta que les dio: «Éste es el mejor regalo que podría haber recibido en ningún cumpleaños. Me lo voy a enmarcar». Aludía a la hoja, escrita a bolígrafo por las cooperantes de la UCV con las “estrategias” que planteaban para el niño, y las que proponían para la niña.

“Días después estaban encantados; vivían sin estrés por primera vez en muchos años. Por supuesto, con unas expectativas de que los hijos fueran evolucionando, pero sin la espada de Damocles, sin horarios terapéuticos infinitos o imposibles para que se diese cualquier conciliación. Encima, estaban viendo ya resultados. La nena estaba empezando a verbalizar mucho más, por ejemplo, también porque la tensión desaparecía y eso los hijos también lo perciben”, subraya Virginia.

El cambio no se produjo sólo en la familia, también los profesionales que les acompañaron en la visita, afirma Mireya: “Recuerdo que el director del centro, mientras hablábamos, nos miró como expresando: «Claro, ¡es eso!»”. Lo que hicieron las dos en esa casa “no era nada del otro mundo”, remarca Virginia, pero “cuando ya lo llevas haciendo años te acostumbras a esa manera de hacer, que no es niguna panacea, por supuesto”.

“Se trata de saber qué desean los padres. Por ejemplo, «jugar con mi hijo y que disfrutemos los dos». Entonces ahí es donde fijamos unas estrategias. ¿Qué ratito de juego estás dispuesto a pasar con tu hijo? ¿qué juguete es su preferido? ¿cómo podrías entrar en su juego? Y vamos probando. Con esa familia el resultado fue instantáneo. El niño empezó a jugar con ella, y se echaron unas risas. Pero el enfoque de atención temprana centrado en la familia es cuestión trabajo y paciencia”, aclara.

Imposible decir que «no»

La estancia en Argentina ha supuesto “un gran esfuerzo” para las dos cooperantes, que son madres y tuvieron que hacer un puzzle para que encajaran todas las piezas antes de viajar. “Cogimos el avión a finales de junio y recuerdo que el último día de cole salíamos con los niños diciendo: «¿Quién los quiere? Están de oferta»” -asegura Mireya entre risas- “Siempre decimos que sin los abuelos, los tíos, los primos… sin esa red de apoyo no podríamos participar en estos proyectos internacionales. Así que ellos también contribuyen”.

“A pesar de esos sacrificios, merece mucho la pena lanzarse a aventuras de cooperación en otros países. En nuestro caso, sabes que vas a generar redes de profesionales y personas que, después de que te vayas, se ayudarán entre ellas. Y un poco te impulsa también el efecto Pigmalión, la sensación de que puede que una de tus acciones genere una serie de cambios que generan otros cambios y éstos, otros más... No me cabe en la cabeza decir no a un proyecto de estas características. ¿Cómo voy a negarme a colaborar en que este mundo sea algo mejor, aunque sólo sea para que un solo niño y su familia sean un poco más felices?”, señala Virginia.

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