“El nuevo orden social que quiere imponer el nacionalrelativismo fracasará. Pero antes se llevará a mucha gente por delante”

Jaime Mayor Oreja, impulsor de NEOS

“El nuevo orden social que quiere imponer el nacionalrelativismo fracasará. Pero antes se llevará a mucha gente por delante”

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“El nuevo orden social que quiere imponer el nacionalrelativismo fracasará. Pero antes se llevará a mucha gente por delante”

El próximo jueves 24 de febrero se presenta en el Ateneo Mercantil de Valencia la nueva plataforma NEOS, que pretende lograr la “regeneración moral” de España ofreciendo “una alternativa cultural frente al relativismo que trata de imponer la moda dominante y que conduce a la destrucción del orden social”, según indican desde la propia entidad. Cabeza visible de este proyecto coral, junto a personalidades de la talla del exalcalde de La Coruña, Francisco Vázquez, o la exdiputada vasca María San Gil, es el exministro de Interior Jaime Mayor Oreja (San Sebastián, 1951).

El expolítico guipuzcoano -de formación, ingeniero agrónomo- procede de una antigua familia vasca. Su tía Maritxu Mayor Lizarbe fue una de las primeras mujeres periodistas de Euskadi; y su tío Marcelino Oreja Aguirre fue ministro de Asuntos Exteriores durante el gobierno de UCD. Médicos y empresarios se encuentran también en su árbol familiar. Entre estos últimos fue muy conocido su abuelo Marcelino Oreja Elósegui, director de la Unión Cerrajera de Mondragón (además de diputado), que murió asesinado en la Revolución de octubre de 1934 a manos de militantes de UGT.

A sus setenta años, ya alejado de anteriores quehaceres profesionales, Mayor Oreja desea implicarse al máximo en la “movilización” de millones de españoles “ante la batalla actual entre fundamentos y relativismo”; y lo quiere hacer a través de NEOS. Esa batalla no es una mera confrontación entre ideologías políticas, apunta; sino “un proyecto totalitario de ingeniería social que pretende destruir el orden social, llevando a España al desorden absoluto”. 

Califica usted el momento actual como un “suicidio histórico” de España, incluso. ¿Cómo cree que se ha llegado a esta situación?

No hemos llegado al lugar en que nos encontramos un día para otro. Se trata de un proceso que recorre toda una generación que no ha sabido gestionar el bienestar material que, sin duda, se ha acrecentado en España y en todo el mundo. Hemos vivido en un plano inclinado de comodidad, siempre escogiendo lo más cómodo, olvidando la cultura del esfuerzo.

Por otro lado, esta crisis no es sólo española, es de todo Occidente. En el fondo, se trata de una crisis antropológica. Por esa razón, porque afecta a la concepción de la persona, decimos que nos hallamos ante una crisis de civilización, en la que hemos cambiado jerarquías de valores y hemos perdido muchas referencias permanentes. El dinero se ha convertido en el único elemento sólido de nuestras sociedades.

¿Quiénes son los principales agentes responsables de esa corriente social?

En el proceso del que hablábamos han confluido el marxismo cultural y la economía, suma que ha producido una moda dominante. Los agentes de poder tras el marxismo cultural y el poder económico creen que ha llegado el momento de destruir el orden social basado en fundamentos cristianos.

Estos días, por ejemplo, se ha abierto una causa general ridícula y absurda contra la Iglesia en España; pero, ¿qué significa esta acción? Hay que entender que es parte de una campaña de destrucción puesta en marcha por aquellos que tienen la obsesión enfermiza de acabar con la Iglesia. El problema de muchos católicos españoles es que no entienden que se les está atacando y miran para otro lado. Es una equivocación tremenda, porque los que quieren acabar con la Iglesia nunca les van a respetar ni aceptar.

Este es un proceso, como decíamos, global. La frase “España ha dejado de ser católica” -pronunciada en el Congreso el 14 de octubre de 1931 por Azaña- hoy se establece como un “Europa ha dejado de ser cristiana” cuando Macron promueve la inclusión del aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Hablando de Macron, en Francia se aprobó hace unas semanas una ley que estipula la retirada de la custodia a los padres que se opongan al cambio de sexo de sus hijos. Parece que la patria potestad tiene los días contados.

No sólo eso, los padres pueden ser multados con hasta 45.000 euros y penas de prisión de hasta tres años. Pero no hay que extrañarse en absoluto de que la Asamblea Nacional Francesa vote a favor de algo así. Macron es el referente del nuevo orden social. No forma parte del marxismo cultural ni del poder económico, es una mezcla. Viene del socialismo, fue ministro y luego se hizo candidato independiente a la presidencia. Aparentemente no es alguien totalitario porque lleva a cabo su ingeniería social sin propaganda.

Estamos ante la obsesión de siempre, la historia se repite. El nacionalsocialismo quiso ser el sustituto del cristianismo de Alemania en los años treinta del siglo XX, mientras que el comunismo quiso destruir, en su forma totalitaria, las referencias cristianas de Europa del este. Hoy pretende hacer lo mismo un relativismo extremo.

En el pasado se utilizó la propaganda para intentar cambiar las conciencias de las personas; hoy es la falsa apariencia, no decir lo que se pretende hacer, en realidad. El totalitarismo relativista se sirve del silencio cómplice, es su mayor aliado, el elemento necesario para su propagación por todo Occidente y el resto del mundo. 

Cuando habla de crisis antropológica y de relativismo totalitario, ¿a qué se refiere, en concreto?

Hablo del mal, que siempre se expresa y cuya peor expresión es la guerra. El mal se expresó en los sesenta y los setenta, después de la Segunda Guerra Mundial, con la legitimación y legalización del aborto. Después ha llegado la ideología de género, un mal más sofisticado. No hay hombres ni mujeres, hay géneros. Su sofisticación convierte a estos postulados en algo muy difícil de combatir; entre otras cosas porque la ciudadanía, en general, no conoce las tesis de los ideólogos del género. Lo que sí ven es que se está adoctrinando a sus hijos en el colegio.

La eutanasia, por otro lado, supone la socialización del mal. No estamos ya ante un aborto, en el que la madre decide matar a su hijo; en la eutanasia son varios los que acuerdan la muerte de aquel que les sobra. El recorrido del aborto hasta la eutanasia muestra el plano inclinado del que hablábamos antes. ¿Cómo se ha llegado a la aprobación del aborto? ¿Cómo hemos descendido aún más después, hasta la legalización de la eutanasia? Muy sencillo: porque nuestras sociedades han avanzado muchísimo en confort y bienestar, y nos hemos hecho cómodos.

Por eso, cuando en Occidente el poder político nos entrega un nuevo –y falso- derecho lo aceptamos. Es más fácil abortar que tener un hijo y criarlo; es más fácil matar al abuelo que cuidar de él; es más fácil moldear el género para hacer lo que quieras que ajustarte a lo que la ciencia y la razón te dicen.  

El panorama que nos pinta usted es bastante negro.

A ver, a pesar de toda la problemática que hemos señalado, debemos ser conscientes de que el nuevo orden social que quiere imponer el totalitarismo relativista fracasará. Su proyecto es un plano inclinado de comodidad, en el que el poder ofrece a la gente hacer lo que quiera, casi sin límites. Ese es un gran error, porque la libertad no nos hace verdaderos; es la verdad la que nos hace libres.

Un proyecto de nueva sociedad no puede cimentarse sobre el aborto, la eutanasia, la ideología de género o las tesis transgénero. Su falta absoluta de solidez lo condena al fracaso; es imposible crear un orden social a partir de algo inventado. El problema de este proyecto totalitario radica en su poder de destrucción. Se va a llevar a mucha gente por delante hasta que fracase.

Hoy muchas personas tienen un importante grado de duda sobre las cuestiones que te mencionaba antes. Por ejemplo, acerca de la eutanasia, cuando se les insinúan cosas como ¿por qué no ayudar a que alguien muera sin dolor? o sobre el aborto, ¿por qué una madre que ha tenido un problema no puede disponer de su cuerpo para no tener al niño? Esas falacias hacen un daño enorme porque cambian las conciencias de las personas. Y esos cambios tendrán un precio; ya lo están teniendo en forma de desorden. 

Hay expertos que opinan que España está siendo punta de lanza de la ingeniería social que implica ese proyecto global. ¿Qué nos convierte en las cobayas adecuadas? ¿Somos quizás más maleables a causa de nuestra progresiva pérdida de identidad como nación?

A las penínsulas, como es el caso de España, les falta instinto de supervivencia. Parece que son continente, pero no lo son, ni tampoco islas. La gente insular, rodeada por todas partes de mar, tiene un gran sentido de supervivencia. A los continentales, por otra parte, les llegan los desastres ocurridos anteriormente en las penínsulas.

Sé que esta explicación es muy simple, pero creo que creo que hay algo de esto en la realidad histórica. ¿Qué dispara la Primera Guerra Mundial? El asesinato en Sarajevo, en la península balcánica, del archiduque heredero del Imperio austrohúngaro. A lo largo de esa guerra, el Imperio otomano se desmembró y la unidad peninsular de los Balcanes desapareció, creándose muchos nuevos países que aún no se han recuperado de aquello.

No sé cuál es la razón, pero las penínsulas siempre precedemos a las tragedias. Creo que la condición geográfica de España se encuentra en el origen de que hayamos sufrido tantas confrontaciones interiores, tantas guerras civiles. Por eso participamos tan poco en los conflictos mundiales. Nuestro deseo de ser neutrales es consecuencia de nuestros precedentes bélicos. Durante casi todo el siglo XIX, algunas décadas antes de la Primera Guerra Mundial, España sufrió las tres brutales guerras carlistas, que nos dejaron en una muy mala situación y sin capacidad para entrar en ese conflicto. Cuando estalló después la Segunda Guerra Mundial, nosotros venimos de la Guerra Civil.

Ahora que hace referencia a la historia de España, me gustaría que diera su opinión respecto a una impresión personal. Creo que en nuestro país hemos capitulado y aceptamos ya sin discutirlas expresiones como “genocidio humano” o “destrucción cultural” en referencia a la Conquista de América.

Y no nos pasa sólo a nosotros, estamos ante un mal occidental. En Estados Unidos están destruyendo estatuas de sus fundadores, por ejemplo. Según mi punto de vista, en la vida hay que saber pedir perdón, pero si tienes que estar haciéndolo cada día no tienes ‘autoritas’ moral. Nos quisieron destruir con la leyenda negra y, sin embargo, en comparación con otras, nuestra civilización en América fue ejemplar.

En muchas encuestas se ha podido comprobar que los españoles, en general, tenemos la autoestima nacional bastante baja. ¿La arrastramos desde la disolución del Imperio? ¿Cómo podemos volver a querernos?

No me atrevo a hablar como psicólogo o como historiador, pero es verdad que los españoles tenemos un absurdo complejo de inferioridad. Porque éramos Imperio y ya no lo somos, porque nos derrotaron, porque los británicos y luego los americanos terminaron de apuntillar nuestra presencia fuera de la península… detrás de ello hay todo un conjunto de factores.

La cuestión es que tenemos que recuperar la confianza en nosotros mismos. Nuestra falta de autoestima ha llegado hasta el extremo de que hoy nos gobierna un proceso político con aquellos que sueñan con destruir nuestro país. ¿Quiénes son los socios de Sánchez? No es Podemos, esos están ahí de embajadores. Son el nacionalismo vasco extremo, ETA; y Esquerra Republicana de Catalunya.

Lo repito, porque parece que no seamos conscientes de nuestra realidad: la extrema izquierda catalana y vasca son los socios del Gobierno; mejor dicho, los socios de un proceso, porque a España no la gobierna un Gobierno de coalición o un Gobierno Frankenstein, como se dice. Nos está gobernando un proceso político, cuyos ejes fundamentales son dos nacionalismos extremos, y parece que casi nadie quiere entenderlo.   

Una de las líneas de acción que ha establecido NEOS gira en torno a la libertad de expresión en España. ¿Creen que se encuentra en peligro? La falta de voces científicas y universitarias que muestren su desacuerdo ante las tesis de la ideología de género, por ejemplo, parecen apuntar en esa dirección.

Mira, en España sufrimos el fenómeno del nacionalcatolicismo de los años cuarenta. Franco unía a España y a la religión como elementos básicos de su cruzada. Ahora hay un relativismo extremo que busca ocupar el lugar del nacionalcatolicismo, y su voluntad es que cualquiera que no comulgue con sus posiciones totalitarias esté fuera de la sociedad.

El papa Benedicto XVI ya habló de la dictadura del relativismo, que es exactamente lo que estamos viviendo ahora. Recordemos que han cambiado hasta el Código Penal para perseguir a unas señoras que rezan delante de los abortorios o quieren dialogar con las mujeres que van abortar. ¡Se ha cambiado el CP por esto! Lo dicho, del nacionalcatolicismo al nacionalrelativismo. 

¿Qué puede hacer una persona de a pie, un ciudadano preocupado por esta situación?

Lo que hacemos en NEOS, precisamente, es un esfuerzo para movilizar a la gente. No hay que ir a las élites ni hacer ‘think tanks’; hay que ir a la base social, a las personas, para fomentar la adopción de una nueva actitud personal ante la gran envergadura de esta crisis. Ahora es época de siembra, no de recolección.

Los católicos españoles no podemos pensar que somos parte de una mayoría resignada, silenciosa y culpable. Tenemos que ser una minoría activa, creativa y ruidosa. No seamos cobardes, digamos lo que pensamos, sin tener miedo a ser tachados de “reaccionarios”. Si crees que la muerte digna no es la eutanasia, sino morir rodeado de los tuyos, probablemente sufriendo, pero reconfortado por el amor y por la fe, no te lo calles. Hay que participar más que nunca del debate público.

La religión, por regla general, es fuente de virtudes. No creer en nada, el relativismo extremo, es fuente de desórdenes. Por eso a todos nos corresponde no callarnos las lecciones de vida que hemos aprendido a través de la fe. Pero sin angustiarnos porque haya mucho que hacer. Cada uno debe preguntarse qué puede aportar y centrarse en ello.

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