El pelícano y el fénix: símbolos de sacrificio y resurrección en la Edad Media (Anna Peirats, The Conversation)
Noticia publicada el
viernes, 11 de abril de 2025
La espiritualidad medieval se sirvió de símbolos que comunicaban verdades teológicas de manera sencilla y visual. Entre ellos destacan los animales, que asumían una función pedagógica.
Entre los textos más representativos de esta corriente destacan los bestiarios, recopilaciones ilustradas que combinan las descripciones naturales con interpretaciones alegóricas. Cada animal representado tiene un significado moral específico, para instruir en la fe cristiana a una población mayoritariamente analfabeta. Entre ellos se encontraban el pelícano y el fénix.
Cuenta la leyenda que el pelícano mataba a sus criaturas cuando estas movían violentamente sus alas. A los tres días, arrepentido, se hería el pecho con su pico y derramaba la sangre sobre sus hijos, que volvían a la vida. Con el tiempo, la leyenda se convirtió en un símbolo del sacrificio y la redención de Cristo.
El fénix, por su parte, representado con plumaje de vivos colores, generalmente rojos, dorados y anaranjados, simbolizaba la resurrección. Según la tradición, esta criatura, al llegar el momento de su muerte, se consumía en fuego y renacía de sus propias cenizas. Esta capacidad de regeneración se ha interpretado en clave cristiana como una metáfora de la victoria sobre la muerte y la promesa de la vida eterna.
El pelícano y el fénix, símbolos cristológicos
El pelicano (Pelecanus onocrotalus) es uno de los motivos eucarísticos más antiguos. En la Historia naturalis de Plinio, se definió como un ave que capturaba alimento, lo rumiaba y lo devolvía al vientre.
Pero fue en la Biblia donde su imagen adquirió una dimensión espiritual: “Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades”.
Esta afirmación se interpretó también en los textos de los Padres de la Iglesia. San Agustín empleó la imagen del pelícano en su Comentario sobre los Salmos. San Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías, consolidó la idea de que el pelícano es una representación de la Pasión de Cristo.
Al igual que el pelícano ofrecía su sangre para alimentar a sus crías, Cristo ofrece su cuerpo y sangre en el sacramento de la Eucaristía para nutrir espiritualmente a los fieles. Esta analogía se refleja en el himno “Adoro te devote” de Santo Tomás de Aquino, donde se refiere a Jesús como “buen pelícano”.
El fénix también encuentra un eco en el Libro de Job de las Sagradas Escrituras: “en mi nido moriré, y como el fénix multiplicaré mis días”. En esta lectura alegórica, la capacidad del fénix de renacer de sus cenizas se convierte en una metáfora de la resurrección y de la vida eterna prometida por Dios. Job, como símbolo de la perseverancia y la fe en el sufrimiento, refleja el ciclo de muerte y renacimiento del fénix, y se vincula con la esperanza de vida eterna tras la muerte física.
El fénix adquirió relevancia como símbolo cristológico desde los textos patrísticos. San Isidoro de Sevilla lo describe en sus Etimologías como alegoría explícita de la resurrección cristiana. San Agustín, en De Civitate Dei, también subraya el paralelismo entre la leyenda del fénix y la doctrina cristiana de la resurrección.
Los bestiarios medievales
En los manuscritos medievales, como el Bestiario de Aberdeen, el fénix se representa con vivos colores rojos y dorados, que realzan el fuego purificador y la luz de la resurrección divina. Otro manuscrito clave es el Physiologus de Berna, donde la imagen del fénix está explícitamente vinculada a la resurrección y al triunfo de Cristo sobre la muerte. Asimismo, el Bestiario de Harley, del siglo XIII, incluye una representación del fénix rodeado de llamas. En estos manuscritos, la imagen del fénix se acompañada con un texto en latín que establece la conexión con la resurrección de Cristo.
En los manuscritos medievales, como el Bestiario de Aberdeen, el fénix se representa con vivos colores rojos y dorados, que realzan el fuego purificador y la luz de la resurrección divina. Otro manuscrito clave es el Physiologus de Berna, donde la imagen del fénix está explícitamente vinculada a la resurrección y al triunfo de Cristo sobre la muerte. Asimismo, el Bestiario de Harley, del siglo XIII, incluye una representación del fénix rodeado de llamas. En estos manuscritos, la imagen del fénix se acompañada con un texto en latín que establece la conexión con la resurrección de Cristo.
Uno de los ejemplos más notables de esta iconografía es el Libro de Horas de Carlos de Angulema, elaborado alrededor de 1480. En una de las ilustraciones que representan a Cristo resucitado, aparece el fénix encima de San Juan Evangelista, símbolo de la vida eterna, la luz y la resurrección. El ave se ubica en la parte superior central, dentro de un medallón rojo, con las alas abiertas, simbolizando el triunfo de Cristo sobre la muerte.
La imagen del pelícano también aparece en el Physiologus y en el Bestiario de Aberdeen, donde se presentan ilustraciones detalladas de esa ave junto con textos explicativos que subrayan su significado cristológico.
La presencia del pelícano, como herramienta pedagógica, ofrecía a los lectores una oportunidad para una reflexión profunda y personal. Al contemplar su imagen y su significado, los fieles podían llegar a una mayor comprensión del sacrificio de Cristo. Así, los manuscritos iluminados se convirtieron en un vehículo imprescindible para aumentar la devoción personal.
La simbología del pelícano también aparece en la literatura, como es el caso del Espill de Jaume Roig y la Vita Christi de Isabel de Villena, obras representativas del siglo de Oro de las letras valencianas.
Los símbolos eucarísticos y el arte
La iconografía cristiana quiso reflejar la simbología de ambos animales. En la catedral de Aquisgrán (Alemania), el pelícano se representa como un emblema de la piedad cristiana.
El ave también aparece en objetos eucarísticos como cálices, patenas y altares, que destacan su conexión con la Eucaristía. En algunos crucifijos, el pelícano se representa en la base de la cruz, como en la iglesia del Divino Salvador de Sevilla, donde destaca como símbolo del sacrificio y la entrega de Cristo. En la Cartuja de Miraflores, en Burgos, el retablo mayor realizado por Gil de Siloé presenta un pelícano en su parte superior.
Por su parte, el fénix, emblema de resurrección y eternidad, se incorporó también al arte renacentista para transmitir mensajes de renovación y perpetuidad. Un ejemplo destacado es el “Retrato del Fénix” de la reina Isabel I de Inglaterra, atribuido a Nicholas Hilliard (1575). En él, la monarca luce un colgante con la figura de un fénix, que en este caso simboliza castidad, renovación y continuidad de su reinado.
La imagen del fénix también se representó en objetos litúrgicos y elementos arquitectónicos, especialmente en los altares y en las decoraciones de las iglesias. La misma Catedral de Notre-Dame en París incluye tallas y vitrales en los que aparece la figura del fénix en llamas, a menudo junto a escenas de la crucifixión y la resurrección de Cristo. La catedral de Chartres también representa esta ave en sus capiteles y vitrales.
Simbolismo espiritual vigente
Como hemos visto, a lo largo de los siglos, el pelícano y el fénix han trascendido su origen zoológico para convertirse en símbolos universales de fe, sacrificio y redención. Su presencia en textos teológicos, manuscritos iluminados, esculturas e insignias reales demuestra su profundo arraigo en la cultura cristiana.
En cada representación, ya sea en un códice medieval o en la ornamentación de una catedral, ambos animales siguen hablando al imaginario colectivo y reafirman su poderoso simbolismo espiritual.