El problema más radical (Tribuna del cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, en La Razón)

El problema más radical (Tribuna del cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, en La Razón)

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Vivimos inmersos en un proceso secularizante de grandísima envergadura. Diría, con otra palabra, que asistimos a un proceso de «mundanización» como tantas veces nos recuerda el Papa Francisco, como uno de los peligros más fuertes que en estos momentos nos acechan, en especial a la comunidad cristiana. Este proceso constituye, lo sabemos bien, el latido del corazón de la modernidad. El fenómeno de la secularización y «mundanización», al menos en algunos países como el nuestro, asume cada día con más fuerza la forma de un laicismo, más o menos oficial, radical e ideológico, en que Dios no cuenta, se actúa «Como si Dios no existiera», y a la fe se la reduce o recluye a la esfera de lo privado. Este laicismose está convirtiendo en el dogma público básico, al tiempo que la fe es sólo tolerada como opinión y opción privada;y así, a decir verdad, no es tolerada en su propia esencia. Este tipo de tolerancia privada ya se le concedió a la fe en la misma Roma del Imperio: el sacrificio al emperador,en último término, sólo perseguía reconocer que la fe no representaba ninguna pretensión de carácter público, al menos de manera significativa. El desarrollo de este laicismo toca el núcleo y fundamento de nuestra sociedad; afecta al hombre en su realidad más viva y a su propio futuro.

Este fenómeno, llamémoslo«proyecto»,está afectando a todo: ha afectado no sólo ala sociedad en general, sino que hasta está invadiendo también la fibra religiosa.No se trata ya, como en otros momentos,del reconocimiento de la justa autonomía del orden temporal, en sus instituciones y procesos, algo que es compatible enteramentecon la fe cristiana y hasta directamente favorecido y exigido por ella. Se trata aquí de algo muy hondo que afecta al modo de ser, de pensar y de actuar, puesto que conlleva la voluntad de prescindir de Dios en la visión y la valoración del mundo, en la imagen que el hombre tiene de sí mismo, del origen y término de su existencia, de las normas y los objetivos o fines de sus actividades personales y sociales.

El laicismo ideológico comporta un modo de pensar y vivir en el que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad. Así se va implantando la comprensión atea de la propia existencia. Aunque no siempre se perciba con tal explicitud intelectual, elproblema más radical de nuestra sociedady de nuestra cultura, y el de más vastasconsecuencias para el hombre y su futuroes el de la negación de Dios y el de vivir«Como si Dios no existiera». Este laicismoarrastra a muchos a la ruptura de la armoníaentre fe y razón que tanto alcance tiene,y a pensar que sólo es racionalmente válidolo experimentable y mensurable, o losusceptible de ser construido por el serhumano. Es por ello que el «mal»radicaldel momento consiste en el deseo de serdueños absolutos de todo, de dirigir nuestravida y Ja vida de la sociedad a nuestrogusto, sin contar con Dios, como si fuéramosverdaderos creadores del mundo y denosotros mismos: todo parece que seaobra humana y que no pueda ser nada másque obra humana. De ahí esa nueva antropología,que se ha difundido por doquier,que concibe al hombre, no como ser,como alguien, por sí mismo pensado,creado y querido por Dios, o como naturalezay verdad que nos precede y es indisponible,sino como libertad omnímoda ocomo decisión: La libertad individual vienea ser como un valor absoluto al quetodos los demás tendrían que someterse,y el bien y el mal habría de ser decidido poruno mismo, o por consenso, o por el poder,o por las mayorías.

Esto, a mi entender, constituye el grandrama de nuestro tiempo. Porque en talsecularización y laicismo; manifestaciónextrema por lo demás de la mentalidadilustrada, que separa fe y razón, el hombre,se diga lo que se diga, se queda solo, en susoledad más extrema, sin una palabra quele cuestione, sin una presencia amiga quele acompañe siempre, sumido con frecuenciaen la soledad del vacío y de la nada;«solo como creador de su propia historia yde su propia civilización, solo como quiendecide por sí mismo lo que es bueno y loque es malo, como quien habría de existiry continuar actuando etsi Deus non daretur,aunque Dios no existiera. Pero si elhombre por sí solo, sin Dios, puede decidirlo que es bueno y lo que es malo, tambiénpuede disponer que un determinado grupode seres humanos sea aniquilado». (Nopodemos olvidar a este respecto que, apoyadasen similares raíces de pensamiento,determinaciones de este tipo ya se tomaron,por ejemplo, en el Tercer Reich porpersonas que, habiendo llegado al poderpor medios democráticos, se sirvieron deél para poner en práctica los perversosprogramas de la ideología nacionalsocialista,y que medidas análogas tomó tambiénel Partido Comunista en la UniónSoviética y en los países sometidos a laideología marxista, Juan Pablo II, Memoriae identidad). ¿A qué nuevo totalitarismonos encaminamos? ¿Hacia la «dictaduradel relativismo»? ¿Sólo?

 

 

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