Hace unos años el mundo se enfrentó a un desafío por la supervivencia por la pandemia COVID. Costó muchas vidas y esta razón es la que nos llevó a superarnos, a unirnos en la búsqueda de una cura y en analizar qué debíamos mejorar. Entre las instituciones sociales que se mantuvieron con los confinamientos fue la escuela y la universidad, la educación que no frenó su actividad sino que continuó formando generaciones. No obstante, es algo que también hizo explícito el compromiso docente como el de las familias pero con más claridad la desigualdad en el acceso a la tecnología de muchos sectores de la ciudadanía. La formación docente digital se convirtió en una gran necesidad para responder con más solidez a desafíos como el que sufrimos. Debemos reflexionar en la premura de elaborar políticas educativas que hagan mejores a nuestros docentes porque, sin duda, con ello contribuiremos a educar a generaciones que protegerán la esencia de la humanidad.

La clave de este reto nos la marca la educación, los sistemas educativos y las políticas educativas de un país. Hoy necesariamente debemos entender la educación como un motor que requiere de la participación de ingenieros de diferentes culturas, procedencias y disciplinas académicas. Un mundo globalizado que precisa de un carácter internacional para comprender y elaborar políticas que hagan de la educación una esperanza de cambio a mejor en cualquier país. Nunca sin olvidar que la educación tiene que fortalecer el carácter humano, la igualdad de oportunidades siempre desde su vertiente prosocial.

En esta línea universal destacamos la necesidad de trabajar conjuntamente dos regiones como son Europa e Iberoamérica con casi 1416 millones de habitantes. No podemos entender Europa sin América ni América sin Europa. El talento de ambas regiones debe ponerse en común para hacer mejor la vida de millones de personas. Este es un gran compromiso en el que muchas personas han puesto su esperanza y los que aspiran a conseguirlo tienen el deber moral de alcanzarlo. No hay que olvidar que la familia también tiene aquí una importante labor de compromiso ante este reto y es imprescindible su aportación en lo que hoy nos acontece. Un vínculo iberoamericano que nos une histórica y culturalmente por muchas razones donde el español y el portugués son nuestros medios de comunicación.

Ahora nos llega otro gran desafío que aunque no es del todo novedoso sí se ha incrementado de forma sustancial entre muchos sectores de la sociedad en los últimos meses como es la Inteligencia Artificial (en adelante IA). Los sistemas educativos, las escuelas y las familias necesariamente deben coordinarse para atender este reto tecnológico que requiere de un marco legislativo claro y ético que garantice la dignidad de las personas junto con una formación ad hoc imprescindible para los docentes. Sin olvidar la concienciación de la ciudadanía en su uso a través de las instituciones públicas y privadas. La respuesta a este reto no es ni suavizar ni evitar ni excluir sino integrar y convivir de forma equilibrada. Centrándonos en los docentes la formación continua docente es clave para el logro de este equilibrio pero yendo más allá debería comenzar en la formación inicial del los/las maestros/as, es decir, en las universidades donde inician su formación para convertirse en docentes. Los planes de estudio de Grado y los de postgrado deben incorporar la atención a los retos tecnológicos desde un punto de vista ético, pedagógico y técnico en su uso. La familia debe también recibir una formación básica a través de las asociaciones de padres y madres de alumnos y de las Escuelas de Padres de los centros educativos. Disciplinas académicas como el Derecho, la Antropología, la Ingeniería Informática y la Educación debe trabajar conjuntamente en una respuesta pedagógica al descontrol existente respecto a cómo se está usando la IA en nuestras sociedades. Es necesario humanizar los procesos de enseñanza-aprendizaje de las tecnologías y garantizar que la pedagogía, la formación y la tecnología recuperen la ética para cualquier reto tecnológico, especialmente, la IA. El talento de las dos regiones como Europa e Iberoamérica debe ponerse en común para afrontar estos retos emergentes. Son alarmantes los datos que nos ofrecen diferentes organismos supranacionales como la UNESCO y la Organización de Estados Iberoamericanos quienes han constato que en la región americana hay cerca de 77 millones de personas de zonas rurales que no tienen acceso a internet. La IA debe permitirnos avanzar como sociedades en todos los ámbitos sin una dependencia que nos esclavice. Se precisa de una formación que garantice el pensamiento crítico, la seguridad, la igualdad y la ética en su planteamiento social y económico. Europa e Iberoamérica junto con otras regiones precisan de una mayor rapidez de respuesta ante una tecnología que crece exponencialmente en seguidores pero que puede convertirse en una amenaza a los pilares esenciales de la humanidad si su comportamiento margina gradualmente el sentido común y la dignidad de las personas.