Fiestas de Todos los santos y Fieles difuntos
Francisco Gallego: “La muerte no es el final. Con el funeral empieza todo”
Noticia publicada el
jueves, 31 de octubre de 2019
Las festividades de Todos los santos y Fieles difuntos son una oportunidad para reflexionar sobre el sentido de la muerte y de la vida; para preguntarse para qué y para quién vivimos. Asimismo, pueden ser ocasión de acercarse a quienes no encuentran respuestas y han perdido la esperanza de hallar sentido a su existencia.
Sobre estas cuestiones se han ofrecido a conversar los profesores de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Valencia (UCV) Sandra Pérez y Francisco Gallego, quien, tras su jubilación, permanece como colaborador.
¿Cuál es el primer error cuando pensamos en la muerte?
Paco Gallego: La muerte es algo absolutamente concreto. Podríamos decir que las matemáticas no existen, que lo que existe es el cálculo algebraico… Pero no así la muerte. Además, muerte y vida están totalmente unidas, de modo que aprender a morir es aprender a vivir y viceversa. Por ello, el primer error es entender ambas realidades como consecutivas.
Aun así, en nuestra sociedad cada vez son más la dinámicas bien para ocultarla, bien para banalizarla, dando a entender que está superada. Halloween es un ejemplo.
PG: Sí, creer que podemos vencer a la muerte es uno de los autoengaños más potentes. La muerte debe infundir un respeto absoluto. “Descendió a los infiernos”, dice la Escritura sobre la muerte de Jesucristo. Además, no hay que olvidar que seremos juzgados. El problema es que a veces los cristianos no escuchamos ni somos conscientes de que nos vamos a encontrar con un juicio. El día de los Fieles difuntos nos puede llevar a tomar conciencia de esto.
¿ Se puede aprender a morir?
PG: Sí, de hecho, interesa aprender a vivir y aprender a morir bien. Este bien se traduce en un “para algo”. Si yo vivo para consumir tiempos, vivencias, relaciones… Es una cosa. Pero si mi existencia es para otros, lo cambia todo. La cuestión de la muerte se resuelve en las preguntas de para qué y para quién vivimos.
¿Y cómo se puede ayudar a asimilar la pérdida de los seres queridos?
Sandra Pérez: Ir al cementerio es una ayuda para ser conscientes de la pérdida, para asimilar que es real. En nuestra sociedad se ha perdido la costumbre de que los niños vayan al cementerio o a un entierro para que no sufran, pero mi experiencia es la contraria: que vivan la muerte con naturalidad, que puedan despedirse de quienes fallecen es una oportunidad para ellos. Pensamos que va a ser dramático pero es una ayuda.
Por otro lado, a las personas les cuesta hablar de la pérdida de alguien, tanto los que la sufren como quienes les rodean, que tienden a callar para evitar el dolor. Así, los duelos se suelen vivir en soledad. Sobre todo, quienes han perdido a sus hijos por suicidio están absolutamente desgarrados y verbalizan que agradecen que alguien les pregunte por sus hijos y se atreva a pronunciar sus nombres. Hay que hablar de la muerte y relacionarse con ella.
Ello implica convivir con el sufrimiento, muchas veces insoportable
SP: Los que pierden seres queridos se quedan muy tranquilos cuando asumen que aliviar el sufrimiento no es olvidar y que reanudar la vida no significa que deban sustituir a la persona que se ha ido, que es única. Cuando son capaces de pensar esto, pueden respirar, seguir caminando y coger fuerzas para continuar sus vidas.
PG: Hay quienes identifican sufrir mucho con querer mucho y dejar de sufrir con abandonar. Y esto es lo que más se tiene que trabajar desde la Psicología.
Sin embargo, no sé si desde sus consultas pueden defender que la muerte es irresoluble, que está inevitablemente vinculada al misterio
PG: Es que es así. Es el principio de algo que ni ojo humano vio, ni oído escuchó. La muerte te va a seguir pidiendo cosas. Muchas personas no creen en la vida eterna pero sí en la muerte eterna.
También los cristianos debemos asumirlo. Y digo esto porque muchas vivencias que tenemos no sabemos hacerlas espirituales. De hecho, un funeral católico puede traducirse mal como un final. La muerte no es el final, como decía San Agustín. Precisamente, con el funeral empieza todo.
También estos días pueden ayudarnos a ver esto. Los cristianos vivimos para ser santos, pero muchos católicos han dejado de valorar esto para centrarse en conmemorar a quienes no están con todos nosotros. Está muy bien hacer memoria de los seres queridos, pero este recuerdo debe ir vinculado a cuál es el sentido de cada vida.