“Hay que tener mucho cuidado de que la batalla por la igualdad no se haga a costa de la libertad”

Francisca Pérez-Madrid, catedrática UB

“Hay que tener mucho cuidado de que la batalla por la igualdad no se haga a costa de la libertad”

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“Hay que tener mucho cuidado de que la batalla por la igualdad no se haga a costa de la libertad”

La Cátedra de la Mujer de la Universidad Católica de Valencia (UCV) celebró una jornada reciente, en el marco de los Cursos de Verano, en la que expertos de distintas áreas y universidades revisaron las consecuencias de las polémicas leyes del Ministerio de Igualdad, conocidas como ‘ley del solo sí es sí’ y ‘ley trans’. Entre estos especialistas estuvo Francisca Pérez-Madrid, catedrática de Derecho Canónico y de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad de Barcelona (UB).

A lo largo de su trayectoria académica Pérez-Madrid ha investigado sobre diversos problemas jurídicos, desde las la eutanasia y el suicidio asistido, pasando por la gestación subrogada y la objeción de conciencia, hasta la protección internacional ante la persecución por motivos religiosos. Ese gran bagaje jurídico permite a esta catedrática de la UB realizar un análisis tan conciso como bien argumentado sobre la ley trans.

¿Cree que hay derechos que pueden verse socavados por la ley trans?

Esta nueva ley afecta a cuestiones tan importantes como la idea de familia, el derecho de los padres a escoger una educación para sus hijos de acuerdo a sus propias convicciones religiosas y morales. Y esto son derechos humanos, no estamos hablando de ninguna tontería.

La importancia de promover el respeto, la inclusión, la no discriminación es indiscutible, pero esta ley anuncia, por ejemplo, que se deberán incorporar obligatoriamente una serie de contenidos en la educación para facilitar el pluralismo en relación con la diversidad sexual a partir de unos enfoques que no son universalmente compartidos.

En esta ley también hay una serie de disposiciones que pueden afectar al ámbito legítimo de la libertad de expresión, pues su redacción es algo difusa cuando habla de las posibles ofensas. El delito de odio ya existe en el ámbito penal; por eso, si además incorporan sanciones administrativas para expresiones que se consideran intolerables, habrá que valorar muy bien que no se amordace la libertad de expresión.

¿Existe alguna otra libertad afectada?

Sí, la libertad de conciencia y de creencias. La normativa incluye su redacción una prohibición absoluta de las terapias de conversión. Obviamente, todo lo que sea coactivo, como cualquier violación de la libertad de las personas nunca es aceptable; pero lo curioso es que la ley prohíba todo lo que sea fomento, aplicación o promoción de métodos de aceptación del propio cuerpo, del sexo con que ha nacido la persona, incluso en el caso de alguien mayor de edad que desea ese tipo de acompañamiento o asistencia.

En la ley, sin embargo, existe la identificación subyacente de esas terapias con actos de violencia contra las personas. No se valora el supuesto de quien pueda optar por ellas libremente.  La ley considera que, en tal caso, se trataría de una infracción muy grave con independencia del consentimiento prestado. La multa podría ser de entre 10.000 y 150.000 euros, y otras sanciones accesorias.  El Consejo general del Poder Judicial mostró su rotunda disconformidad en relación con esta disposición, observación que no se tuvo en cuenta.

¿Cree que esta normativa busca hacer doctrina social?

Sí, claro. Las teorías del género son eso, teorías, no algo científicamente probado que deba ser compartido por todos. Con esta ley, el Estado impone de manera autoritaria una visión parcial. La propia norma dice, por ejemplo, que los colegios no se deben segregar por sexo, lo que supone una toma de postura ideológica. En Estados Unidos y en Reino Unido, por ejemplo, se considera a los centros de educación diferenciada como colegios de calidad, porque hay evidencias de sus buenos resultados. La propia Hillary Clinton ha defendido la financiación de las escuelas segregadas por sexo.

Entonces, ¿la ley trans debería sólo cambiarse o derogarse al completo?

Soy partidaria de la derogación. Por una parte, técnicamente resulta algo compleja la superposición de esta ley a las autonómicas y a otras normas sobre las cuestiones que regula. En su artículo 14, la Constitución asegura sin fisuras el derecho a la igualdad y a la no discriminación. Pero esta ley larguísima pretende regularlo casi todo, desde la educación hasta la libertad de expresión

Como decía antes, el legislador toma la postura de que una cosa es el sexo biológico y otra la identidad de género. Esto se puede discutir conceptualmente, pero de ahí a establecer una ley que hable del derecho a la identidad de género y lo ponga por delante de otros...

¿El Estado se inmiscuye en cuestiones que no le tocan?

De hecho, la neutralidad del Estado podría estar siendo negada en esta cuestión, ya que el artículo 16 de la Constitución no solamente habla de que el Estado es aconfesional, sino también de que debe mantener la neutralidad ideológica. Con la ley trans, efectivamente, parece que eso no se respeta.

Se trata, por tanto, de un asunto grave.

Así es; y déjame puntualizar que por supuesto que hemos de cuidar a las personas que están en situaciones de necesidad, de dificultad, por sentir una disconformidad con su sexo biológico; pero el Estado no puede imponer ciertas políticas públicas discutibles, cuando vemos que otros países que aprobaron antes que España leyes parecidas están dando marcha atrás. Suecia, Finlandia, Reino Unido están estableciendo incluso un mayor acompañamiento en esos procesos, sobre todo cuando se trata de actuaciones irreversibles, como es el caso de la transición de sexo.

Se ha referido previamente a la censura de las terapias de "conversión”, calificadas como delito de odio. Hablando desde un plano general, ¿no cree que ese tipo penal es una ruta secundaria hacia el fin de la libertad de expresión?

Lo cierto es que en un momento determinado se vio necesario proteger a determinados colectivos y personas con una serie de características, que pudieran ser marginados y excluidos de la sociedad. Así, lo que pretenden los delitos de odio es proteger la dignidad de todas las personas. El problema se encuentra en dónde situar la barrera de la protección penal; es decir, cuando se multiplican los casos sancionables puede existir un recorte grave de la libertad de expresión.

Ahí entramos ya en el debate sobre qué derechos y libertades deben protegerse prioritariamente.

En efecto. En EE.UU., por ejemplo, tiene mucho más peso la protección de la libertad de expresión que en Europa. Allí se defiende el libre mercado de ideas, incluso de aquellas que puedan ser ofensivas.

Aquí el Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoce que debemos estar dispuestos a escuchar y leer tanto lo que nos gusta como lo que nos disgusta, pero la idea de la dignidad de la persona permite ciertos recortes de la libertad de expresión cuando se entiende que algunos discursos y comportamientos pueden excluir o victimizar a ciertos colectivos o personas. Dichas expresiones se consideran intolerables. 

Si un psiquiatra o un psicólogo afirmase en una conferencia o en un libro que la transexualidad sigue siendo un trastorno y que no debe apostarse por terapias afirmativas, ¿cometería un delito de odio?

No; en teoría expresar una opinión no puede ser castigado penalmente; se estaría persiguiendo un tipo de pensamiento. Se han tramitado distintas causas por delito de odio en tribunales de España sobre cuestiones similares –recuerdo una contra un obispo- que han sido finalmente archivadas.

Recordemos que en derecho se suele decir que la legislación penal es la ‘ultima ratio’, la última medida a adoptar, puesto que es el instrumento legal más grave dentro del ordenamiento jurídico español. Es verdad que el artículo 510 del Código Penal ha ampliado el tipo penal, pero se exigen una serie de requisitos graves para considerar que se ha fomentado e incitado al odio.

Otro asunto controvertido de la ley trans es su efecto sobre las competiciones deportivas. Ser mujer ya no es un hecho objetivo, ahora depende del sentimiento.

Es realmente muy difícil decir qué es una mujer a partir de la ley trans, pues en definitiva parte de que una mujer es aquella persona que se identifique “de momento” como mujer, ya que esta norma permite el cambio registral de sexo sin especiales requisitos. Así, la ley no soluciona en absoluto los problemas de las competiciones deportivas, sino que da pie a que se creen otros muchos más, y que haya fraudes. Los colectivos feministas han hablado del borrado de la mujer refiriéndose a esta posibilidad.

En EE. UU. ésa es una cuestión muy candente, como lo es el del “adoctrinamiento” en ideología de género en el sistema educativo público.

Y, tras las medidas adoptadas por la administración Biden, lo que se está planteando allí puede llegar aquí en breve: una multiplicación de conflictos jurídicos sobre libros de texto, donde ya se incorporan una serie de ideas, imágenes, y modelos de familia con los que los padres y muchos profesores no están de acuerdo.

Se ha planteado la famosa batalla de los pronombres. En muchos estados está previsto que los niños elijan su pronombre: él, ella, elle… incluso sin que lo sepan los padres. Se han dado transiciones sociales de género dentro de la escuela sin que se haya comunicado ni contrastado la situación con los padres, justificando dicha praxis en un derecho a la privacidad del menor.

¿Nos ponemos a temblar?

Si la ley trans no se reforma o deroga, estas situaciones pueden producirse en nuestro país, lo que supondría un daño irreversible para muchos menores, un atentado contra los derechos parentales y una discriminación positiva no reconocida a otros colectivos, mientras muchos se enriquecen con tratamientos que deben seguirse durante toda la vida.

En el ámbito educativo, el Tribunal de Estrasburgo ha puesto la barrera de lo ilícito en el adoctrinamiento, pero ¿dónde está el límite del adoctrinamiento? Es importante evitar que cualquier Estado imponga un tipo de visión unilateral en materia de género, y que en nombre de la igualdad se recorten libertades y derechos. La igualdad es importantísima y debemos ser conscientes de las discriminaciones que se han producido a lo largo de la historia, pero hay que tener mucho cuidado de que la batalla por la igualdad no se haga a costa de la libertad.

Se puede volver a ver la jornada en el siguiente enlace

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