Juan Pedro Núñez: “Los humanos seremos una nueva especie con chips implantados en el cerebro”

Transhumanismo y neuroética

Juan Pedro Núñez: “Los humanos seremos una nueva especie con chips implantados en el cerebro”

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Juan Pedro Núñez: “Los humanos seremos una nueva especie con chips implantados en el cerebro”

El mensaje del transhumanismo es muy sencillo: gracias a la ciencia y la tecnología, las personas se convertirán en seres muy superiores a los humanos actuales y llegarán a vivir para siempre. Aunque hay bastante ciencia ficción en las predicciones transhumanistas más entusiastas, sus defensores hablan de cosas que ya están sucediendo. Sabemos, por ejemplo, que se han empleado antidepresivos en personas clínicamente sanas, pero que desean modificar su personalidad; o tratamientos con la hormona del crecimiento para conseguir una mayor estatura en personas que se encuentran dentro del marco normal.

Juan Pedro Núñez, director del Departamento de Psicología de la Universidad Pontificia de Comillas, ha analizado los planteamientos de esta ideología en el Congreso Interuniversitario Nuevas Fronteras en Neuroética, organizado por el Observatorio de Bioética de la UCV. Investigador experto en el funcionamiento del cerebro, Núñez asegura que la gran baza del transhumanismo es que “pretende ofrecer una salvación al hombre a través de la técnica”.

El reconocido politólogo norteamericano Francis Fukuyama ha asegurado que el transhumanismo es “la idea más peligrosa del mundo”. ¿Qué opina usted?

Estoy bastante de acuerdo con esa afirmación. El desarrollo de esas tecnologías conlleva muchos riesgos que no podremos eludir; nos vamos a enfrentar a ellos. Es irremediable que así suceda. Ojalá pudiéramos decir “esto es muy peligroso, mejor no nos metamos por ahí” y frenar ciertas investigaciones, pero, del mismo modo que ha sucedido con cualquier otro avance científico a lo largo de la historia, esta tecnología se va a desarrollar, nos parezca bien o no.

La manipulación genética ya es una realidad, igual que los chips que interaccionan directamente con el cerebro para mejorar funciones psicológicas. Aunque no son inocuas, estas tecnologías seguirán creciendo y, con lo que sabemos sobre la naturaleza humana y su manera de comportarse, podemos prever sin hacer grandes elucubraciones que correremos riesgos, algunos de ellos difícilmente predecibles.

Además de los riesgos, estos avances también tendrán sus ventajas, ¿no?

Sí, sin lugar a dudas la interacción directa de la inteligencia artificial con el cerebro tendrá muchos aspectos positivos, que impulsarán el desarrollo de esta tecnología a una velocidad sin precedentes. La IA es el tren de alta velocidad de la ciencia actual. Ha avanzado más rápido -y de una forma imprevisible antes de que surgiera- que cualquier otra rama de la ciencia y la tecnología a lo largo de la historia. Su progresión es imparable, vertiginosa. Imagina que tienes un hijo que nació sordo y ciego, y que podrá oír y ver con un par de chips implantados en su cerebro. ¿No los comprarías? Claro que sí.

Desarrollaremos cada vez más estas tecnologías y seremos una nueva especie, en la que una parte importante de nuestro cerebro estará directamente interaccionando con dispositivos que mejorarán su rendimiento. Eso sí, mientras funcionen.

¿Una nueva especie? ¿Se refiere a los cíborgs de los que habla el transhumanismo, esos seres formados por materia viva y dispositivos electrónicos?

Existen ya cerebros cíborg. De hecho, hay un ser humano reconocido jurídicamente como tal, y una asociación de cíborgs, personas que tienen chips insertados en su cabeza para poder desarrollar ciertas funciones psicológicas. No es ciencia ficción.

Da un poco de miedo escuchar esto.

Es lo que hay, no podemos esconder la cabeza debajo de la arena. Personalmente, creo que no seremos capaces de controlar el progreso de esta tecnología artificial hasta que nos estrellemos con una realidad que obligue a la sociedad a replantearse el asunto, como sucedió con las armas nucleares. Hasta que no tropieza y se cae, el ser humano no vuelve a pensar si el camino que sigue es el adecuado. Pero tendrá que ser un golpe gordo.

Mientras, esos dispositivos irán evolucionando y habrá un montón de seres humanos con cerebros muy asistidos, que no es lo mismo que desarrollados, eso que nos tratan de vender.

¿Los transhumanistas?

Sí. La mayoría de transhumanistas son empresarios del mundo de la computación que se han hecho ricos y poseen empresas multimillonarias que nos están vendiendo un sueño, que tiene parte de realidad, y lo hacen fenomenal. Pero nos hablan sólo de la parte buena. Como sabemos, la letra pequeña del contrato, los posibles efectos secundarios, no aparecen en la publicidad de ningún producto.

Dicen que vamos a ser mejores, pero no es cierto. Viajar en coche no nos hace organismos más rápidos; el rápido es el vehículo. Cuando me bajo del coche soy igual de lento que antes. De hecho, si conduzco mucho mi capacidad muscular se verá reducida y seré más lento. Eso es lo que estamos olvidando. Nuestro funcionamiento cerebral no crecerá con la incorporación de esos sistemas. Las ventajas de esa tecnología nos harán dependientes de ella, y eso supondrá la inhibición o atrofia de funciones que tendríamos que ejercitar todos los días sin esas muletas artificiales.

Menuda paradoja. Seremos a la vez más potentes y más débiles que nunca.

Claro. Imagina a alguien a quien una enfermedad ha dejado los brazos atrofiados. Un día le implantan unos chips y vuelve a poder realizar todas las funciones que había perdido. Genial. Es un efecto muy positivo del avance tecnológico. Pero si yo, que no tengo ninguna enfermedad, veo que estos dispositivos han multiplicado por diez la fuerza física de esa persona también querré implantármelos. Si me los puedo pagar, lo haré. Y lo hará todo el que pueda.

¿Y si tu situación económica cambia y no puedes permitirte otro chip?

Descubriré que mis brazos, que eran funcionalmente aptos y fuertes antes de implantarme los chips -aunque no al nivel que permitía el sistema artificial-, serán muy parecidos a los tuyos, que estaban atrofiados, porque mi musculatura no se habrá desarrollado y mis terminaciones nerviosas originales estarán probablemente destruidas, inservibles. La gente pagará lo que haga falta para no quedarse así.

Así, la naturaleza biológica original disminuirá mucho y no será la nuestra, la de los seres humanos de 2023; igual que nosotros somos muy inferiores físicamente a los cromañones o a los neandertales, cuya supervivencia dependía de la fuerza.

Esos chips implantados en el cerebro tocan una cuestión clave para el ser humano y que usted, además, ha estudiado mucho: la consciencia.

Y eso traerá consecuencias, posiblemente muy graves. Imaginemos que uno de estos chips lleva insertado un traductor de lenguas. Gracias a él, podrás entenderte con un chino, un ruso o un mahorí. Es decir, estos chips generarán experiencias conscientes a través de estimulaciones en ciertos centros neurológicos y entenderás el finlandés, pronunciarás palabras en alemán, en suajili... pero, a medio o largo plazo, ¿qué supondrá para nuestro cerebro que un dispositivo le fabrique experiencias conscientes, cuando ha sido siempre él mismo el que lo hacía?

Personalmente, yo defiendo la idea de que el cerebro está en alguna o en gran medida organizado en torno a la actividad consciente y, si estoy en lo cierto, esa estructura armada en torno a la enormemente excepcional y muy rara actividad que es la consciencia, empezaría a verse disminuida, a inhibirse porque se sostiene desde sistemas artificiales, igual que los músculos y los nervios de los que hablábamos antes.

¿Qué efectos tendrá esto?

Si entendemos a la persona como un pack de lo biológico y lo artificial podemos seguir creyendo que estaremos ante un ser humano mejor, como afirman los transhumanistas. En mi opinión, eso es muy cuestionable, por ser neutro en los términos.

El sistema altamente desarrollado será la parte artificial, que puede fallar, que se puede quitar y poner. La otra parte, la biológica y psicológica, que nos es connatural, se atrofiará en una de las columnas vertebrales de su razón de ser: la experiencia consciente. Creo que es una posibilidad no discutible como tal. Así, nos convertiríamos en organismos cuyo cerebro ya no opera en torno a esa estructura al mismo nivel que lo está haciendo ahora. Las consecuencias serían devastadoras para la naturaleza humana.

Díganos que hay esperanzas de evitarlo.

Las habrá si el debate que se produce es el ético, no sólo el científico; pero no somos un mundo ético sino uno movido, sobre todo, por el mercado. Se le puede poner alguna pequeña cortapisa al mercado en este ámbito, como ya ocurre con la manipulación genética, pero es una lucha entre David y Goliat en la que Goliat ganará la batalla más veces, aunque de vez en cuando la onda de David consiga una pequeña victoria, imponiendo un límite sensato.

Me gustaría creer que, en algo como el transhumanismo, que incumbe de manera tan drástica, por no decir dramática, a nuestra naturaleza, la reflexión ética predomine sobre el mercado. Ojalá, pero ¿cuándo ha ocurrido eso en la historia de la humanidad? Eso sí, cuando el mercado nos lleve al batacazo toda la reflexión ética que hayamos podido hacer durante el proceso nos ayudará.

Se puede volver a ver el congreso en los siguientes enlaces

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