La arriesgada “pendiente resbaladiza” de la eutanasia

Observatorio de Bioética

La arriesgada “pendiente resbaladiza” de la eutanasia

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La arriesgada “pendiente resbaladiza” de la eutanasia

En los países en los que se ha legalizado la eutanasia y el suicidio asistido, y en otros en los que actualmente se está proponiendo su legalización, como es el caso de España, se requieren determinados requisitos, generalmente exigentes, para que se puedan llevar a cabo estas prácticas; pero con el tiempo, dichos requisitos iniciales se pueden ir suavizando, hasta prácticamente admitirlas en cualquier circunstancia. Esto es lo que podría ocurrir con la eutanasia, que pueda llegar incluso a que se practique sin una petición expresa por parte de los enfermos, es decir, llegar a la eutanasia involuntaria. A esto es a lo que se ha venido en denominar “pendiente resbaladiza” o “slippery slope”.

A nuestro juicio, los principales problemas bioéticos, médicos y sociales que pueden darse como consecuencia de la «pendiente resbaladiza» tras la legalización de la eutanasia son: a) que se puedan aplicar las técnicas eutanásicas a pacientes no terminales, con lo que prácticamente se abriría su uso a cualquier persona que desee terminar con su vida; b) que también puedan utilizarse en personas discapacitadas o mentalmente disminuidas; c) que estas prácticas puedan llevarse a cabo también en neonatos, niños y adolescentes; d) que pueda solicitarla cualquier persona, simplemente porque esté cansada de vivir y e) y, más grave si cabe, que se pueda llegar a practicar la eutanasia involuntaria.

Eutanasia en pacientes no terminales

La primera puerta que puede abrirse como consecuencia de la «pendiente resbaladiza» es que la eutanasia pueda ser utilizada por cualquier persona, aunque no se encuentre en la fase terminal de una enfermedad. Es decir, que se legalice la eutanasia simplemente a petición.

Eutanasia en personas con trastornos psiquiátricos o discapacidades psíquicas

La segunda, es que la eutanasia pueda ser utilizada en pacientes psiquiátricos, deficientes mentales o discapacitados, todos ellos no terminales. Esa circunstancia puede ser éticamente aún más grave, si se tiene en cuenta que estos pacientes no suelen tener capacidad intelectual ni suficiente discernimiento para poder solicitar la eutanasia con verdadero conocimiento de lo que solicitan.

Pero las peticiones de eutanasia por razones psiquiátricas para enfermos terminales son muy escasas, pues en Holanda solamente constituyen el 3% de todas las peticiones de eutanasia y de ellas, solamente el 2% se atienden; pero en cambio, cuando los pacientes no son terminales dicho porcentaje aumenta hasta el 24%.

Descendiendo a cifras concretas, en Holanda, entre 2002 y 2013 se constataron 179 casos de eutanasia en pacientes psiquiátricos o con demencia, lo que constituye el 0.5% de todas las peticiones de eutanasia. Datos más recientes muestran que en 2018 se practicaron 6.126 eutanasias, lo que corresponde al 4.4% de todos los fallecidos, y, de ellas, 67 en pacientes psiquiátricos.

También para pacientes de Alzheimer no terminales se ha pedido la legalización de la eutanasia, lo que es motivo de un amplio debate ético en la literatura especializada. En relación con ello, posiblemente el primer paciente con Alzheimer para el que se solicitó la eutanasia fue el escritor belga Hugo Claus, quien al tener conocimiento de un Alzheimer incipiente la solicitó y se le practicó en 2008.

Un problema añadido al valorar la eticidad de la petición de la eutanasia para pacientes psiquiátricos, con demencia o Alzheimer no terminales, es que muchos de ellos no son competentes para tomar autónomamente decisiones responsables, función que debe ser asumida por familiares próximos o incluso por el equipo médico que los atiende, lo que añade otra dificultad ética a esta práctica, al poder responder la solicitud de eutanasia más a intereses propios de los familiares o el equipo médico, que al bien del propio paciente.

Pero al margen de todo lo anterior, a juicio de expertos médicos paliativistas, ante la petición de eutanasia por parte de pacientes psiquiátricos hay que tener en cuenta que muchas veces dicha petición es más una solicitud de ayuda, que un deseo de morir, por lo que dichas peticiones requieren una evaluación médica y ética muy rigurosa.

Eutanasia en neonatos, niños y adolescentes

Otra consecuencia, a nuestro juicio grave, que puede derivarse de la «pendiente resbaladiza», y que puede darse tras la legalización de la eutanasia, es que se pueda favorecer, incluso propiciar, cuando no imponer, la eutanasia en neonatos, niños y adolescentes, lo que, sin duda, puede considerarse éticamente muy negativo.

La eutanasia se legalizó en Holanda en 2002, para adultos, pero también era tácitamente admitida para niños neonatos y niños. Un paso adelante en dicha aceptación se dio en ese país en marzo de 2005 cuando se aprobó el denominado “Protocolo de Groningen”, promovido por un grupo de facultativos del “University Medical Center” de esa ciudad holandesa. La publicación de este protocolo suscitó en su momento una importante controversia social, médica y ética, al presuponer que el mismo podría favorecer una «pendiente resbaladiza» hacia una más generalizada práctica de la eutanasia, en neonatos y niños.

También en Bélgica, la eutanasia para adultos se legalizó en 2002, aunque en ese momento no se incluyó en ella a los niños. Pero en febrero de 2014, el Parlamento belga, legalizó la eutanasia para niños de cualquier edad.

Como era de esperar, la aprobación de esta ley suscitó, al igual que en Holanda, un amplio debate social y médico, dada la radicalidad de la misma, pues a juicio de algunos expertos, era la más radical del mundo. Por ello, un grupo de 160 pediatras belgas se opusieron vivamente a ella, al poner en duda que los niños tuvieran suficiente capacidad de discernimiento intelectual para poder tomar con responsable autonomía sus propias decisiones. Además de estos profesionales médicos, también representantes de las principales religiones y grupos filosóficos, se manifestaron en contra de la aprobación de esta ley.

En general, la principal dificultad ética que puede plantear la eutanasia en menores, es que los niños no son agentes morales con la suficiente capacidad para poder tomar sus propias decisiones en caso de una enfermedad terminal incurable, por lo que algunos expertos piensan que el «protocolo de Groningen» está propiciando actos eutanásicos involuntarios en menores (19).

Eutanasia para personas no enfermas que manifiestan estar cansadas de vivir

Esta posibilidad muestra uno de los rostros más siniestros de la eutanasia, donde la arbitrariedad de su aplicación no guarda relación alguna con la existencia de sufrimientos físicos insoportables ni enfermedades incurables, sino que abre la posibilidad a extenderla como pretendida solución ante la falta de sentido vital, lo que supone la renuncia a toda esperanza para los que buscan el sentido de su vida, y un claro síntoma de descomposición moral de una sociedad que apruebe estas prácticas.

Eutanasia involuntaria

Como se ha referido anteriormente una de las consecuencias más graves de la legalización de la eutanasia, es que pueda abrir la puerta a la eutanasia involuntaria, pues en el momento actual, existen datos suficientes, a tenor de los ocurrido en los dos países en los que, tanto la eutanasia como el suicidio asistido se han legalizado, Holanda y Bélgica, para poder afirmarlo.

En efecto, en un trabajo publicado en 2005, en el que se valora lo ocurrido en Holanda tras la legalización de la eutanasia, se constata que de todas las muertes que se producen en ese país, el 1.7% se han debido a actos eutanásicos, de los cuales el 0.4% se han llevado a cabo sin petición expresa de los pacientes, es decir, han sido eutanasias involuntarias. Este porcentaje se incrementó en 2001 hasta el 0.7%.

En 2009, siete años después de que se legalizara la eutanasia en Holanda, se publicaba otro artículo, en el que se incluían datos de 1690 pacientes a los que se les había practicado la eutanasia, en el que se consta que al 1.4% se les aplicó sin su petición expresa. Es decir, se les había practicado la eutanasia involuntaria.

Un año más tarde, se publicaba en “The Lancet” un artículo, a nuestro juicio muy bien documentado, sobre las practicas eutanásicas en pacientes terminales holandeses, en el que, entre muchas otras cosas, se aborda el tema de la eutanasia involuntaria. En él se constata que las muertes por eutanasia o suicidio asistido, sin petición expresa de los pacientes, es decir, la eutanasia involuntaria, oscilaba en ese país entre el 0.2% y el 0.8% de todos los actos eutanásicos.

Por último, en Bélgica, según un trabajo publicado en el Journal of Medical Ethics, en 2015, en los pacientes de 80 años o más, el porcentaje de eutanasias involuntarias se elevó al 52.7 %, pero en aquellos pacientes con enfermedades distintas al cáncer este porcentaje llegó hasta el 67.5 %.

Conclusión

Como resumen de todo lo anteriormente expuesto, se puede afirmar que tras la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido, se puede abrir la puerta a una «pendiente resbaladiza» que facilita las prácticas eutanásicas no solo en pacientes terminales que padecen sufrimientos insoportables, sino también en pacientes no terminales, e incluso en personas sin ningún sufrimiento constatable, pero sobre todo lo más grave es, a nuestro parecer,  que se abre la puerta a la «eutanasia involuntaria».

Justo Aznar Lucea

Observatorio de Bioética

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