Antonio Calvo Capilla | 29 enero 2021
La familia ante el COVID-19
Noticia publicada el
viernes, 29 de enero de 2021
El desgaste que ha provocado la pandemia que sufrimos, afecta a la salud física y mental de gran parte de la sociedad, sin olvidar el deterioro económico que ha traído; todo ello agravado por las restricciones de contacto con nuestros allegados, seres queridos a los que no vemos. Este generalizado desánimo afecta a nuestro equilibrio emocional.
Hemos hablado y escrito mucho sobre esta situación que nos asedia y que ha puesto al descubierto nuestra fragilidad y se ha llevado por delante esa falsa seguridad de la que alardeábamos.
Precisamente cuando más seguros estábamos de nuestro desarrollo tecnológico, que nos iba a hacer prácticamente inmortales o con unas capacidades físicas e intelectuales nunca sospechadas.
Nos creíamos inmunes ante cualquier contratiempo y con sobrados recursos para hacerle frente.
El Papa Francisco desde la desierta Plaza de San Pedro, la tarde del 27 de marzo de 2020, comentaba el pasaje de San Marcos, en el que Jesús y sus discípulos son sorprendidos por una tormenta inesperada y furiosa al cruzar el mar de Galilea. “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”.
Es ahora el tiempo de cambiar el rumbo de nuestra vida, de pensar menos en nuestras cosas y dirigir los ojos hacia los que silenciosamente nos llaman y reclaman nuestra presencia.
La pandemia, nos ha hecho ver y comprender algunas necesidades que no habíamos descubierto hasta este momento.
Una de ellas es la fragilidad humana que ha puesto de relieve la necesidad y el valor del trabajo de los que cuidan a otros. Esto invita a acercarse a la “ética del cuidado”, una corriente de pensamiento moral, social y político que ve en la vulnerabilidad de las personas y la solicitud por ellas un aspecto esencial de la vida individual y colectiva (Rafael Serrano, Aceprensa, 07.09.2020)
Las tareas de cuidado son estrictamente imprescindibles, como es fácil reconocer tras la pandemia. El personal sanitario, los padres y madres de familia, los que atienden a personas dependientes ...son ejemplos que tenemos presentes. Y sí la indefensión es universal, como bien conocemos, también ha de serlo el cuidado.
Nos removió el ejemplo del sacerdote de 72 años con coronavirus que falleció en Italia después de haber renunciado al respirador que necesitaba para que se lo dieran a un paciente más joven, que podría superar la enfermedad. La pandemia ha permitido que en muchos casos nos olvidáramos de nosotros y pensáramos en cómo ayudar a otros. Es reciente el testimonio, durante la borrasca Filomena en Madrid, de personas que con sus vehículos llevaron enfermos y sanitarios a los hospitales, o de los que limpiaban los accesos a estos y otros lugares públicos.
Testimonios cristianos y otras reacciones sociales positivas constatadas durante la pandemia, darán luz para tratar de afrontar el presente como una verdadera oportunidad de cambio, mejora y crecimiento personal.
Coronavirus, infodemia, teletrabajo o confinamiento son algunas de las candidatas a palabra del año 2020 de la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), entre las que no han incluido la que realmente ha sido la protagonista: Familia
La familia, siempre ha sido, es y será el lugar natural donde el hombre nace, se desarrolla y muere, rodeado del amor y la entrega de los suyos. Los hijos, en las distintas etapas de su vida, reciben no solo la atención a sus necesidades materiales sino también, lo más importante, una educación que será lo que dé sentido a su vida y le capacite para ser una persona con unos valores que posteriormente transmitirá a sus hijos.
La familia es el único lugar donde el ser humano es querido por ser quien es, parte de esa familia, no por su posición social, riqueza o cualquier otra característica que será muy valorada fuera de ella.
Por esto el cuidado de los demás es algo implícito en las relaciones familiares, los mayores se preocupan de los pequeños y los ancianos son atendidos en su última etapa. Y esto es la manifestación de un amor que nada pide y todo lo da.
Los niños son los verdaderos héroes, acuden a una clase gélida, embozados en una mascarilla, desinfectados con hidroalcohol, con serias limitaciones en sus juegos y siempre sonrientes y agradecidos o confinados en sus casas pendientes de unos telemáticos y abnegados profesores “on line” y de una línea WiFi que va y viene.
Y a sus padres que al agobio de estar confinados se añade el “teletrabajo”, otra de las palabras del año 2000, más la necesidad de preparar las comidas, atender a los niños, organizar la casa y todo enclaustrados. ¡Y con buena cara! Los dos ¿eh?
La estrecha convivencia de estos días debe servir para afrontar las incertidumbres del momento y proyectar una mirada de esperanza en el futuro.
Y para ello nada mejor que acudir a nuestra Madre, siguiendo la oración que compuso el Papa Francisco:
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios.
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Porque sabemos que ninguno de los que a ti acude, jamás haya sido abandonado de tu protección.
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