La neurosis como conflicto metafísico irresuelto

El investigador Joaquín García-Alandete explica la neurosis siguiendo a Rudolf Allers

La neurosis como conflicto metafísico irresuelto

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La neurosis como conflicto metafísico irresuelto

El profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Valencia (UCV), Joaquín García-Alandete, ha expuesto en un seminario virtual las ideas centrales del psiquiatra y filósofo vienés Rudolf Allers (1883-1963) sobre la neurosis como conflicto metafísico y su abordaje terapéutico.

Siguiendo las enseñanzas de Allers, ha señalado que la neurosis tendría su origen en un conflicto metafísico caracterizado por la angustia existencial, el egocentrismo y la inautenticidad. El neurótico niega o no es capaz de ver y aceptar su realidad y comprometerse con ella. Los síntomas vienen a ser el sufrimiento, vacío y aislamiento existencial y, entre las distintas expresiones clínicas que puede tomar, ha destacado la rebelión y la angustia.

“La persona con neurosis se regocija en la autocomplacencia y la egolatría, que son, con mucho, el peor engaño, pues ocultan, oscurecen y distorsionan su verdadera esencia: ser criatura e imagen y semejanza de Dios. De ahí la angustiosa -y frustrante- búsqueda de experiencias y gratificaciones: abuso de sustancias, adicción a las nuevas tecnologías -particularmente las redes sociales-, consumo de pornografía, promiscuidad sexual, vigorexia, cambios estéticos innecesarios en pos de una belleza artificial, etc., que no son más que meros espejismos y vías de escape a su profundo desquiciamiento espiritual y concomitante sufrimiento”, ha señalado.

Además, puesto que a la base de la neurosis hay un fenómeno de “engaño” o “falsedad”, la persona con neurosis experimenta “un fuerte sentimiento de culpa, que contribuye a la distinción sustancial de la neurosis con un proceso fisiológico y la vincula a un conflicto metafísico irresuelto”.

Según ha señalado el investigador de la UCV, “la adecuada antropología en la que deben descansar psicología y psicoterapia contempla a la persona humana como constitutivamente religada a Dios, de Quien es criatura e imagen, pecadora pero susceptible de beneficiarse de la Gracia y con vocación a la santidad”. Por ello, propone “una «psicoterapia con alma» auténtica que asuma las claves antropológicas ofrecidas por Allers, acordes con la Revelación y la Tradición y en continuidad con la doctrina de los Padres de la Iglesia y de Santo Tomás de Aquino”.

TRANSFORMACIÓN INTERIOR Y CONVERSIÓN

Precisamente por la naturaleza metafísica de la neurosis, la psicoterapia ha de propiciar una “metanoia o conversión personal en aras a asumir humildemente la realidad creatural, el compromiso existencial y la vocación a la santidad”, puesto que “toda persona, también la que tiene un carácter neurótico, dispone de la libertad para reconsiderar su modus vivendi, determinarse a darle un giro copernicano y abrirse a la acción sanadora y santificante de la Gracia”. En relación con ello, el neurótico ha de “tomar conciencia de su realidad, la acepte y asuma como reto y compromiso, y sea capaz de abrirse a los demás, pues el neurótico cosifica y utiliza a los demás. Así, alcanzará la libertad y existencia auténticas mediante su transformación interior (metanoia), practicando la virtud de la humildad. La terapia, por tanto, implica liberar a la persona con neurosis de sí mismo, de sus inauténticas autoimagen y existencia, ayudándole a aceptar que es criatura y a que se comprometa en vivir una vida santa”.

La terapia implicaría, pues, “liberar al neurótico de sí mismo, de la servidumbre a sus pasiones, de la falsa imagen que de sí mismo apetece sin saberlo y, con ello, de su inautenticidad existencial. También, reconocer y aborrecer el culto idolátrico de sí mismo y adoptar el «culto verdadero»”, añade este experto. Para ello, será necesario que el propio terapeuta esté libre de neurosis, ya que sólo así “puede ayudar a una persona con carácter neurótico a librarse de su esclavitud egocéntrica, de su conflicto metafísico. Al fin y al cabo, como enseña Cristo, un ciego no puede guiar a otro ciego”. Tarea no fácil, pero necesaria, particularmente para el psicoterapeuta católico.

Llegado el caso, incluso, el terapeuta “deberá discriminar cuándo se halla ante un problema mental, ante un problema moral y/o ante un problema religioso, con el fin de derivar oportunamente al paciente. A veces lo que se necesita no es sólo un psicólogo, sino también un director espiritual. Además de la ayuda psicológica, por añadidura, es necesario que el psicólogo católico considere que, además de la ayuda psicoterapéutica, ante cuestiones objetivas de culpa es necesario orientar a la ayuda de los Sacramentos, particularmente el Sacramento de la Penitencia”.

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