David Guillem-Tatay. Profesor de Moral Social y Deontología de la Universidad Católica de Valencia
La pandemia, la globalización, la humanidad y el orden internacional
Noticia publicada el
miércoles, 20 de octubre de 2021
20 octubre 2021
INTRODUCCIÓN
Se ha dicho hasta la saciedad que esta pandemia va a cambiar nuestros objetivos, nuestras prioridades y nuestras relaciones.
Pero nadie se atreve a detallar concretamente ni en qué vamos a cambiar, ni hacia dónde. Las razones son varias:
1) La verdad, a todos nos gustaría que no cambiara nada, que todo fuera como antes. Pero eso es difícil.
2) Por otro lado, como sabemos, las ciencias sociales son muy poco predictivas. Su objetivo es comprender más que explicar. Porque su objeto es el comportamiento humano, y este es cambiante.
3) Ahora bien, si bien es cierto que es cambiante, que lo es, los cambios sociales a niveles cada vez más amplios y complejos son muy lentos. Si un cambio a nivel personal es lento, a nivel social lo es todavía más, mucho más.
4) A todo eso hay que añadir que los cambios sociales en el ámbito de la moral social son imperceptibles a simple vista. Hay cambios de valores o, más bien, de percepción o interpretación de esos valores, principios o creencias. Pero esos valores permanecen en el sustrato de la sociedad. Se ven cuando los comportamientos de la sociedad los revelan o manifiestan y, como hemos dicho antes, como cambio social que es, cambiará, pero como no se verá a simple vista porque es un cambio a nivel ético, el meritado cambio ético-social será más lento, ergo se verá más a largo plazo.
En cualquier caso, lo queramos o no, las cosas sí van a cambiar. Al menos tienen que cambiar algo, y lo tienen que hacer por dos motivos: 1) El confinamiento ha dado sus frutos, pero hay que impedir que aparezcan más rebrotes (que se está consiguiendo con la vacunación). 2) Para resolver los problemas sociales, culturales, laborales, económicos, empresariales,… consecuencia de la pandemia y el confinamiento. 3) Ahora que se están permitiendo los viajes internacionales, si no se toman las medidas sanitarias pertinentes, esta apertura puede ser causa de transmisión del virus, como lo fue en el comienzo de la pandemia.
El primer motivo tiene que ver con todos nosotros. El segundo tiene que ver con el orden internacional. El tercero con la globalización. Y los tres están relacionados.
LA GLOBALIZACIÓN
A pesar de haberlo ubicado en tercer lugar, vamos a empezar por hablar de la globalización.
¿Por qué?
Porque la globalización influyó y mucho en la transmisión del virus al principio de la pandemia.
Trataremos de explicarlo.
En 1961, San Juan XXIII, con mirada profética, ya anticipaba la situación actual al decir que “las relaciones internacionales han experimentado un notable incremento, y la interdependencia de los pueblos se está acentuando cada día más” (Mater et Magistra, n. 49).
En efecto, hoy día (hace ya un tiempo, realmente) asistimos a esa “interdependencia de los pueblos”, lo que Marshal McLuhan (1962) llamó “aldea global”: nuestro Planeta está cada vez más interconexionado, es cada vez más interdependiente. El refranero castellano es sabio y lo dice descriptivamente: “hoy no hay distancias”.
¿Cuáles han sido los factores que han llevado a esa “aldea global”? Para González-Carvajal [las siguientes ideas son de este autor (2005)]:
- Un factor decisivo ha sido el gran desarrollo de los transportes y las comunicaciones. Los hombres, separados unos de otros durante milenios por los accidentes geográficos, se propusieron en las dos últimas centurias unir los espacios que estaban distantes. Recordemos el Canal de Suez (1869), el transiberiano (1905), el canal de Panamá (1914) y, sobre todo, la aviación comercial.
- Espectacular ha sido también el avance de las telecomunicaciones. El ejemplo más claro es el de Internet. Creo que huelga cualquier comentario.
- También se están rompiendo las barreras idiomáticas. En 1887 lo intentó, sin demasiado éxito, el Dr. Zamenhof al inventar el esperanto. Hoy es imprescindible el inglés… y hay quien dice que el chino.
Por ello, según González-Carvajal, lo que llamamos globalización es:
Esa compleja red de intercambios y vínculos económicos que, sobrevolando por encima de las fronteras nacionales, hacen que los individuos que viven en un determinado punto del Planeta padezcan las consecuencias de unas decisiones tomadas muy lejos de ellos. (pp. 27-28)
De modo que el desarrollo de los transportes, que es necesario para el flujo del comercio y la libertad de movimiento de las personas, en la pandemia no ha hecho sino favorecer la transmisión del virus a nivel mundial, con el consiguiente contagio… global.
Aunque también ha favorecido la conexión e información entre distintas empresas farmacéuticas y otras organizaciones internacionales, lo que ha tenido como consecuencia obtener más rápidamente las vacunas y transportarlas a los distintos países.
Así, según López-Goñi (2020):
Para combatir esta y futuras pandemias tenemos que apostar por el conocimiento, la ciencia y la investigación, por la colaboración entre organizaciones públicas, privadas, civiles y filantrópicas. La solución está en la ciencia y la cooperación. (pp. 63-64)
Y Horton lo confirma al decir que “la comunidad científica global hizo una aportación insuperable para establecer una base fiable de conocimientos que guiasen la respuesta a la pandemia del SARS-CoV-2”.
LA HUMANIDAD
No nos acordamos, pero no hace mucho, durante la primera década del año 2000, el valor predominante era la autonomía. De hecho, se dictaron muchas Leyes sobre ese, en este caso, principio jurídico, como la Ley 41/2002 de Autonomía del Paciente, entre otras.
Más recientemente, el bien de la vida que más se ha protegido ha sido la intimidad, fruto del auge de las redes sociales, lo que supuso legislar más duramente la protección de los datos de carácter personal.
Pues bien, en pleno apogeo de la intimidad como valor predominante, nos viene inopinadamente la pandemia, el confinamiento, los toques de queda,...
Y, ¿qué descubrimos en el confinamiento? Que todos dependemos de todos porque todos estamos relacionados con todos. Lo cual, por cierto, tiene mucho que ver con el bien común.
Aparecen eslóganes del tipo: “quédate en casa”, “yo me quedo en casa”, “la vacuna eres tú”.
Cuando estamos hablando de una pandemia que, parece ser, tuvo su origen en China… y ha afectado a todo el mundo. No en vano hemos tratado el tema de la globalización.
Todos hemos cuidado de todos porque todos estamos relacionados con todos y, en momentos de crisis como la actual, todos dependemos de todos. Y cuando digo todos, es todos, sin excepción.
¿Qué puede querer decir esto en el contexto en el que estamos hablando? Que el valor de la relación está emergiendo como uno de los valores sociales del momento. Y con él, el valor de la humanidad y, por tanto, de la unidad.
Esto lo podemos comprobar recogiendo varias citas del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia:
428 Las narraciones bíblicas sobre los orígenes muestran la unidad del género humano y enseñan que el Dios de Israel es el Señor de la historia y del cosmos: su acción abarca todo el mundo y la entera familia humana, a la cual está destinada la obra de la creación.
432 El mensaje cristiano ofrece una visión universal de la vida de los hombres y de los pueblos sobre la tierra, que hace comprender la unidad de la familia humana.
En este sentido ha sido providencial la Encíclica del Papa Francisco Fratelli tutii (2020). Conviene leerla toda, pero dejamos aquí dos citas que invitan a la reflexión:
Las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos. Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. (n. 6)
Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos»[6]. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos. (n. 8)
Si todos tenemos la misma naturaleza humana; si, como decía Terencio, “soy humano, nada de lo humano me es ajeno”; si la Globalización es una realidad cada vez más patente; si, como se ha comprobado, todos estamos relacionados con todos; se requiere una organización internacional que vele y proteja a toda la humanidad.
De ahí la importancia del Orden Internacional, que es la cuestión que nos ocupa ahora.
EL ORDEN INTERNACIONAL
Como hemos dicho antes, la pandemia está teniendo consecuencias sociales, económicas, laborales, empresariales,… para toda la humanidad.
Para resolver esas consecuencias ya no vale solamente el esfuerzo de cada Estado, sino que las organizaciones europeas deben prestar ayuda según el Principio de Subsidiariedad.
Todo este parón puede hacer quebrar las arcas del Estado, y necesitamos la ayuda exterior.
Eso significa que la Unión Europea tiene que fortalecerse, organizarse mejor y explicar a los demás la importancia de la misma.
Lo cual pasa por solucionar los siguientes problemas:
- Antes de la pandemia han surgido movimientos nacionalistas y/o populistas que no ven con buenos ojos la Unión Europea. La globalización, según estos movimientos, no ha traído más riqueza, sino más pobreza.
- La Unión Europea se la juega mucho. No ha respondido como debió responder en las dos anteriores crisis: la del 2008 y la de la migración.
- Pero como hemos dicho antes, de esta crisis sanitaria, económica, laboral, empresarial,… se saldrá con ayuda exterior. Ahora bien, ¿cómo va a responder la Unión Europea?
Si somos una familia humana, requerimos de una organización que vaya más allá del Estado (sin romperlo ni quebrar su soberanía nacional, claro).
Hay una propuesta por parte del Magisterio de la Iglesia que se empieza a nombrar en la Encíclica Pacem in terris de San Juan XXIII (1963, nn. 136 y ss), continúa en Populorum progressio de San Pablo VI (1966, n. 78), y la recoge más detalladamente Benedicto XVI en Caritas in veritate (2009, n. 67)
Nos referimos a la creación de una autoridad pública de alcance mundial, cuyo establecimiento debe de nacer “con el consentimiento de todas las naciones y no imponerse por la fuerza” (San Juan XXIII, n. 138).
Respecto de la cual, Benedicto XVI (2009, n. 67) explica que:
Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes. El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.
Al menos, es para pensar.
Veamos todas estas ideas cómo están recogidas en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia:
433 La centralidad de la persona humana y la natural tendencia de las personas y de los pueblos a estrechar relaciones entre sí, son los elementos fundamentales para construir una verdadera Comunidad Internacional, cuya organización debe orientarse al efectivo bien común universal.
La convivencia entre las Naciones se funda en los mismos valores que deben orientar la de los seres humanos entre sí: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad
434 El derecho se presenta como instrumento de garantía del orden internacional, es decir, de la convivencia entre comunidades políticas que individualmente buscan el bien común de sus ciudadanos y que colectivamente deben tender al de todos los pueblos, con la convicción de que el bien común de una Nación es inseparable del bien de toda la familia humana.
La Comunidad Internacional es una comunidad jurídica fundada en la soberanía de cada uno de los Estados miembros, sin vínculos de subordinación que nieguen o limiten su independencia
441 La solicitud por lograr una ordenada y pacífica convivencia de la familia humana impulsa al Magisterio a destacar la exigencia de instituir « una autoridad pública universal reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos ». En el curso de la historia, no obstante los cambios de perspectiva de las diversas épocas, se ha advertido constantemente la necesidad de una autoridad semejante para responder a los problemas de dimensión mundial que presenta la búsqueda del bien común: es esencial que esta autoridad sea el fruto de un acuerdo y no de una imposición, y no se entienda como un « super-estado global ».
Una autoridad política ejercida en el marco de la Comunidad Internacional debe estar regulada por el derecho, ordenada al bien común y ser respetuosa del principio de subsidiaridad: « No corresponde a esta autoridad mundial limitar la esfera de acción o invadir la competencia propia de la autoridad pública de cada Estado. Por el contrario, la autoridad mundial debe procurar que en todo el mundo se cree un ambiente dentro del cual no sólo los poderes públicos de cada Nación, sino también los individuos y los grupos intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus funciones, cumplir sus deberes y defender sus derechos ».
442 Una política internacional que tienda al objetivo de la paz y del desarrollo mediante la adopción de medidas coordinadas, es más que nunca necesaria a causa de la globalización de los problemas.
CONCLUSIONES
La pandemia nos ha hecho ver la cara amarga y trágica de la enfermedad, la muerte, la pobreza, la desigualdad, el cierre de empresas con la consiguiente consecuencia económica.
La globalización ha empeorado las cosas, puesto que ha sido medio desgraciadamente idóneo para la transmisión del virus. Aunque también el desarrollo y la cooperación entre todas las instituciones científicas, sobre todo a través de Internet, ha posibilitado la conexión entre las mismas para la mejora en la investigación de los ensayos clínicos con la finalidad de descubrir las vacunas y, por su parte, gracias al transporte internacional, el envío de estas a nivel internacional.
Pero si bien ha tenido el primer aspecto indicado, tristemente negativo, también nos ha hecho ver la otra cara. La de la solidaridad. La de la fraternidad. La del servicio a los demás, sobre todo por parte del personal sanitario.
Todo esto nos lleva a la conclusión de la importancia de la relación. De los deberes que tenemos todos con todos. Que el cuidarse uno mismo tiene que ver con la propia salud, pero también con la salud de los demás.
La humanidad está cada vez más relacionada, más intercomunicada, y la globalización debería de ser también una globalización de hermandad universal, de amistad social (cfr. Fratelli tutti).
Para conseguir ese objetivo es necesario, pero ya no es suficiente, el ejercicio de la subsidiariedad por parte de un Estado, ya que esa humanidad (esas sociedades abiertas) requiere ir más allá.
Hay que reforzar el papel de determinadas organizaciones internacionales, como la ONU o la OMS, como así lo reivindica Benedicto XVI (2009, n. 67): “(…) se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la organización de las naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional (…)”.
Pero quizá deberíamos abrir más la perspectiva y el horizonte internacional y caminar hacia una autoridad pública de alcance mundial, la cual, ejerciendo el principio de subsidiariedad en su sentido más extenso y conjugándolo con el principio de solidaridad, es decir, nacida con el consentimiento de todos los pueblos y respetando la soberanía nacional de cada Estado y la naturaleza y función de las organizaciones internacionales, tenga la finalidad de atender, gestionar y resolver las necesidades de todos.
BIBLIOGRAFÍA
Benedicto XVI. (2009). Caritas in veritate. Ediciones San Pablo: Madrid.
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Recuperado de:
https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html
González-Carvajal, L. (2000). Los cristianos del siglo XXI. Interrogantes y retos pastorales ante el tercer milenio. Editorial Sal terrae: Maliaño (Cantabria)
Horton, R. (2021). Covid-19. La catástrofe. Qué hicimos mal y cómo impedir que vuelva a suceder. Antoni Bosch Editor: Barcelona.
López-Goñi, I. (2020). Preparados para la próxima pandemia. Reflexiones para la ciencia. Editorial Planeta: Barcelona.
Papa Francisco. (2020). Fratelli tutti. Ediciones San Pablo: Madrid.
San Juan XXIII. (1963). Pacem in terris. Recuperado de:
https://www.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_pacem.html
San Pablo VI. (1967). Populorum progression. Recuperado de:
https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_26031967_populorum.html
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