VIII Jornadas de Pedagogía
"La práctica docente y la formación del profesorado pueden hacer mucho si se sabe hacia dónde se camina”
Noticia publicada el
miércoles, 22 de junio de 2022
Tras el paréntesis de la pandemia, la Facultad de Magisterio y Ciencias de la Educación de la Universidad Católica de valencia (UCV) ha retomado sus Jornadas de Pedagogía, en la que ha sido su octava edición. La protagonista del encuentro fue la nueva ley de educación, analizada por la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, María Eugenia Gómez Sierra -autora del libro Enseñanza Religiosa Escolar-, y por el director del Instituto de la Familia de Orense, Xosé Manuel Domínguez Prieto, profesor en diversos centros universitarios y autor, entre otros, de El profesor cristiano: identidad y misión.
Domínguez Prieto, que centró su intervención en el papel del docente como motor del proceso educativo, considera que la educación en España tiene “una excesiva preocupación por lo cognitivo, por la adquisición de conceptos y competencias, en general. Eso está bien, pero es muy restrictivo; responde a una visión muy pragmática y reductiva del ser humano, como aquel que tiene que prepararse y adquirir competencias para un desarrollo profesional rentable. Ciertos centros concertados y de inspiración cristiana son más sensibles a un acompañamiento personal del alumno, pero no suele ir más allá de tutorías que al final se ciñen a lo académico, cuando lo que están demandando nuestros alumnos, que carecen de referentes, son modelos de vida y horizontes a los que dirigirse”, advierte.
Con ocasión de su participación en las jornadas hemos podido hablar con ambos expertos y coinciden en lo esencial: sin acompañamiento, no es posible la educación.
Encuentro con el alumno
En opinión de Domínguez Prieto, el horizonte educativo “no puede ser entrar con ventaja al mercado laboral; la propuesta tiene que ser mucho más amplia”. Por ello, “si la educación no quiere limitarse a ser mera transmisión de información, sino un acontecimiento que transforme la vida de aquellos a los que educamos, debe incluir el encuentro entre el profesor y el alumno".
La clave, por tanto, “no está en los medios técnicos o en los contenidos, sino en un encuentro personal transformador”. Así, la actividad propia del educador es “acompañar al alumno”, que no significa “dar consejos, hacer compañía, hacer terapia o ‘counselling’, sino salir a su encuentro y caminar con él. Esto hace crecer a ambos -profesor y alumno- como personas”, relata.
En ese sentido, el docente que entiende su trabajo como una “mera función informativa” no “educará”; pero si el educador sabe que su vida “responde a una llamada”, sí lo hará, “porque le importarán más las personas a las que acompaña que los contenidos que transmite. El acompañamiento consiste en escuchar, más que aconsejar; en descubrir cuáles son las necesidades profundas del alumno, ayudarle a que descubra un para qué de su vida y se responsabilice para construir un proyecto vital propio”. Por tanto, introduce un elemento “esencial” en educación: la promoción del “crecimiento integral” del alumno, “a través del argumento vital de su vida”, expone Domínguez Prieto.
En definitiva, según este autor, la educación “trasciende completamente los límites muy empobrecidos del paradigma generalizado en Occidente e implica recuperar tanto el ‘sophos’ griego, el sabio que acompaña y enseña a vivir, que abre el sentido de las cosas, como el ‘magister’ latino, aquél que hace más al alumno”.
Formación del profesorado
Es por ello que "la práctica docente y la formación del profesorado pueden hacer mucho si se sabe hacia dónde se camina” y que una Facultad “debe preparar muy bien a los maestros para que su trabajo ayude fundamentalmente a crecer a las personas que educan”, añade Gómez Sierra. "Es necesario enseñar a pensar al maestro para que luego él pueda enseñar lo mismo a sus alumnos. Es decir, potenciar el efecto multiplicador que tiene un maestro que sabe hacia dónde va, cuáles son sus metas, y que luego pueda suscitar en el aula esos mismos deseos”.
Si algo debe adquirir el estudiante de una Facultad de Educación es “la conciencia acerca de la responsabilidad que va a tener el ejercicio de su tarea cuando la desarrolle a nivel social. Es fundamental que asuma que no desempeñará un trabajo cualquiera: formará a las personas que configurarán el futuro de la sociedad. Es una tarea que requiere de un proceso formativo muy serio”, apostilla.
LOMLOE, una ley lastrada
En referencia a la LOMLOE, “por un lado, fomenta fundamentalmente la pedagogía comprensiva y, por otro, desprecia en algunos momentos el carácter o el sentido de los contenidos que tiene la escuela y el aprendizaje. Creo que a esta ley le preocupan poco el saber y las estructuras necesarias para el saber. Desde luego, desprestigia los conocimientos: los aparca en beneficio de los procedimientos. Además, es importante destacar que deja a un lado la reflexión, necesaria para el proceso de personalización”, aduce Gómez Sierra.
Coincide con ella Domínguez Prieto al asegurar que la nueva norma “está lastrada por su cognitivismo y que no será posible el desarrollo integral del alumno sin la tarea personal del acompañamiento. El paradigma del acompañamiento no se sospecha porque el profesorado no ha tenido una mínima formación para esta tarea humanizante: se le ha dotado de conocimientos científicos, pero nunca se ha mostrado cuál es el método y las herramientas del acompañamiento. Por esa razón, centros educativos y universidades se están perdiendo: los profesores no están siendo los referentes de humanidad del estudiante”.
Gómez Sierra introduce, asimismo, un concepto “clave”, desde su punto de vista: “Hemos de ser conscientes de que detrás de una ley educativa existe siempre un proyecto y una idea de persona que conlleva una serie de concepciones sobre la educación. Detrás de la LOMLOE hay un concepto de persona en el que queda en entredicho la globalidad del ser humano. Hace mucho hincapié en algunas de las dimensiones de la persona, en detrimento de otras La educación debe ir hacia donde quiera el maestro, no hacia donde quieran las leyes o los proyectos europeos. Es necesario vincularse a ellos, porque están ahí, pero hay que hacerlo con sentido y criterio”, explica.
“La solución está en formar al profesorado en el arte de acompañar: realizar un proceso de salida hacia el alumno para escucharle y fortalecerle como persona, y establecer sistemas de acompañamiento de los profesores entre sí. El equipo directivo debería acompañar a los docentes, también en una universidad, más allá de las reuniones de departamentos y de la promoción de sexenios y publicaciones. ¿Cómo cuido a la persona? Esta es la cuestión”, concluye Domínguez Prieto.