La seguridad europea en juego: cañones, cooperación y el futuro de la integración (Silvia Sempere, Las Provincias)
Noticia publicada el
jueves, 10 de abril de 2025
En el contexto actual de desafíos globales y tensiones geopolíticas, la idea de un Ejército europeo ha resurgido como una posible solución para fortalecer la defensa común de la Unión Europea. Sin embargo, esta propuesta debe ser analizada desde la perspectiva de los principios fundamentales establecidos en la Constitución Española.
La Constitución, en su artículo 8, define claramente el papel de las Fuerzas Armadas españolas: garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y preservar el orden constitucional. Este mandato subraya que cualquier iniciativa supranacional en materia de defensa debe respetar la autonomía nacional y los valores constitucionales que rigen nuestra democracia.
La posibilidad de crear un ejército europeo plantea interrogantes sobre su compatibilidad con los principios establecidos en la Constitución Española, especialmente en lo relativo al papel de las Fuerzas Armadas y la soberanía nacional.
Estamos, por tanto, en el viejo debate (estructural), con motivo de un conflicto, el de Ucrania (coyuntural) en las fronteras del Este europeo, de “Si vis pacem para bellum “(“si quieres la paz, prepárate para la guerra”), que inevitablemente deriva en la perspectiva económica de cuál va a ser nuestra elección, “cañones o mantequilla”, expresión que se nos ha recordado mucho estos días a propósito del debate, dado que en economía los recursos son limitados y las necesidades ilimitadas.
Este vital debate (nos jugamos el ser o no ser mismo), en nuestras sociedades democráticas debe ser del interés y promoción de todos los ámbitos posibles; el político desde su máxima tribuna que es el parlamento, en los medios de comunicación, en el empresarial, asociaciones-sindicatos, entre otros, y como no en el ámbito académico.
En la actualidad, no hay duda, que vivimos en una época de incertidumbre, o incluso, un cambio mismo de época, una reorganización del orden mundial de la globalización, en su última etapa, por lo que las crisis y los conflictos se reproducen de forma más rápida y profunda, y ni nosotros ni Europa podemos estar al margen de esta situación.
Porque la Unión Europea, desde el fin de la guerra fría ha estado en una permanente situación de crisis, o cambio, según se mire, eligiendo entre ser más federal o confederal, una Europa que continuamente se iba expandiendo territorial y competencialmente; creaba su propia moneda y ampliaba hacia el este.
En la Unión Europea se ha discutido, varias veces, la necesidad de tener un Ejército propio, sin mucho éxito, entre otras cuestiones por dos principales. Primero porque en términos weberianos, el uso de la fuerza (y su último recurso es el Ejército) es privativo del Estado, y parece ser que la UE aún está lejos de constituirse en un Estado-Nación. Segundo porque ya existe una organización, con verdadero músculo militar, que ha proporcionado seguridad a Europa Occidental en las últimas décadas, que se llama OTAN, a la sombra de la cual han crecido las comunidades europeas.
Finalmente recordar a los clásicos tratadistas militares cuando hablaban de reunir en los Ejércitos las necesarias fuerzas morales y recursos materiales para desempeñar sus funciones; y cómo hoy también debemos de preocuparnos del rearme ético y espiritual de la sociedad europea como nos pide el presidente de la Conferencia Episcopal española, Monseñor Argüello.