Facultad de Filosofía, Letras y Humanidades
Linda Zagzebski: “Muchos votantes de Trump saben que es idiota, pero representa algo... y los demócratas siguen sin entenderlo”
Noticia publicada el
miércoles, 27 de marzo de 2024
Caudalosos ríos de tinta han corrido a lo largo de la historia en torno a las virtudes. De hecho, sabemos con seguridad que el ser humano lleva al menos 2.500 años dándole vueltas al asunto de forma metódica. El punto de partida lo marca Platón con La República y sus famosos diálogos, en los que expone las virtudes cardinales -a saber: sabiduría, fortaleza, templanza y justicia-; y lo continúa inmediatamente Aristóteles, que recoge la obra platónica y toda la tradición filosófica griega al respecto en su Ética a Nicómaco.
En esa obra, el sabio de Estagira desarrolla con mayor profundidad el concepto de virtud y amplía el número de las mismas, separándolas en dos categorías: morales e intelectuales. En relación a estas últimas, casi dos milenios y medio después un nombre destaca en el panorama filosófico internacional: Linda Zagzebski, catedrática emérita de la Universidad de Oklahoma y autora de Virtues of the Mind (Cambridge University Press, 1996) y Exemplarist Moral Theory (Oxford University Press, 2019).
La Universidad Católica de Valencia (UCV) ha sido el último escenario en que esta renombrada intelectual norteamericana ha defendido las tesis que expone en ambos libros. En el primero, desarrolla una versión aristotélica de la teoría de la virtud; en el segundo, presenta una teoría moral basada en la referencia directa a personas que constituyen verdaderos ejemplos de bondad. Estos ejemplares de virtud se identifican, asegura Zagzebski, “a través de una emoción: la admiración”.
Aunque usted está convencida de que las dos categorías de virtudes son inseparables, querríamos preguntarle, en concreto, por las intelectuales o epistémicas. Son clave de bóveda en la institución universitaria, compromisos ineludibles del buen profesor y del buen investigador. ¿Qué nexo une a la honestidad y la humildad intelectual con la objetividad, la dedicación, el apego a la verdad, la tenacidad…?
Yo las llamo virtudes de la mente. Son excelencias adquiridas que nos permiten pensar bien, razonar bien, guiarnos bien en la investigación. Incluyen también rasgos como la mentalidad abierta, el coraje y la autonomía intelectual, incluso la generosidad intelectual; es decir, compartir puntos de vista con otros.
Son rasgos similares a las virtudes morales en su estructura y en la forma en que se adquieren, pero gobiernan nuestra actividad intelectual más que nuestras acciones públicas, exteriores. Tienen un componente emocional, al igual que las morales, y creo, efectivamente, que es un error tratar de separar las dos categorías, como si fueran dos tipos diferentes de conceptos. Están conectadas de forma muy estrecha.
¿Cómo podemos adquirir esas virtudes, tanto las intelectuales como las morales?
Alcanzamos esas virtudes más o menos de la manera que describió Aristóteles. A los seres humanos nos enseñan ciertas virtudes, formas de comportarnos, pero lo que hacemos es imitar a las personas que admiramos, personas que actúan y viven especialmente bien. El paso del tiempo y la práctica convierten esos buenos hábitos en una especie de segunda naturaleza. Ya no tenemos que pensar sobre ellos, se convierten en actitudes automáticas. No obstante, adquirir la virtud intelectual o la moral es un proceso lento, cometemos muchos errores.
Mi teoría, en concreto, se centra en los ejemplares, personas muy admirables a las que queremos imitar. Emulamos a un buen maestro, a un buen académico, a un buen jefe… que nos encontramos en la vida, así como a personas con una prominente conducta moral, aquellos especialmente generosos, especialmente compasivos.
Tal vez hoy en día muchos no estén interesados en la prudencia, la fortaleza, la templanza o la justicia. El estudio BCW Age of Values 2023 muestra que la generación Z valora el poder, los logros, el hedonismo y un estilo de vida con estímulos continuos mucho más que cualquier otra generación, por ejemplo. ¿Puede variar la lista de virtudes que deseamos imitar en función de las circunstancias históricas que nos rodean?
No. Creo que la admiración es una emoción natural y, desde un punto de vista teísta, es probable que nuestras facultades naturales y disposiciones emocionales se sientan atraídas naturalmente por objetos apropiados. Así, nuestras convicciones ‘se sienten atraídas’ de forma natural por la verdad y nuestras emociones, por las personas admirables. En mi opinión, la prueba de que alguien es ejemplar es que la disposición a admirarle sobrevive a un análisis crítico realizado a lo largo del tiempo.
En ese sentido, la prueba de que ciertas características de un individuo son virtudes se encuentra en que la gente sigue admirando esos rasgos personales sin importar los años que hayan pasado. Que alguien sea venerado durante mucho tiempo, incluso muchos siglos, sugiere que su ‘admirabilidad’ no está ligada a un lugar o una época en particular.
Hablando de personas virtuosas… En la conferencia final del congreso de la UCV usted se refirió a Dios como el ejemplar supremo. ¿A qué divinidad se refería?
Estaba pensando en Dios -sin distinguir Padre, Hijo y Espíritu Santo-, ejemplar supremo al que debemos imitar en la medida en que podemos hacerlo desde la finitud humana. Dado que aspirar a ello es demasiado abstracto, necesitamos de otros humanos que muestren aquello a lo que aspiramos. En ese sentido, creo que Jesucristo es la revelación perfecta del Padre y es más fácil imitarle a él que a Dios Trinidad. Pero tampoco es nada fácil emular a Jesús. Por eso es importante tener santos, ejemplos de virtud, dado que son imitadores de Cristo. En definitiva, hemos de imitar a los imitadores de Cristo.
¿Podría darnos algunos nombres de su lista de “gente a imitar”, más allá de los ejemplares cristianos?
Hoy en día no me aferro realmente a ningún santo o persona ejemplar en particular. Tener en mente personas admirables a las que imitar es especialmente importante en la infancia y la juventud. En esa época yo las tuve. Podríamos citar a muchas que están en la conciencia pública, como santa Teresa de Calcuta o Nelson Mandela, aunque la mayoría de la gente admira a personas que han conocido en su día a día. Muchos te dirán que intentan seguir el ejemplo de su abuela o de su padre, o algo así.
En noviembre, los ciudadanos estadounidenses elegirán a un nuevo presidente. Joe Biden es el candidato demócrata y es muy probable que los republicanos elijan a Donald Trump como el suyo. Tengo serias dudas de que usted considere a alguno de ellos como un modelo de ejemplaridad.
(Risas) No voy a votar por ninguno de los dos, así que imagínate. Creo que hay más de una razón por la que la gente se siente atraída por Trump. A mucha gente no le gusta y saben que es un idiota, pero votan por él. En mi opinión, ese fenómeno se debe a que Trump representa algo. Votarle es el modo en que gran cantidad de personas están reaccionando contra la dirección en la que va la sociedad americana. No les gusta que a sus hijos les vayan a enseñar en el colegio que EE. UU. es racista y que es un país podrido hasta la médula.
Muchos de esos votantes están también en contra del aborto y son tradicionales en su estructura familiar. En ese sentido, los demócratas les echan en cara su apoyo a alguien con una vida familiar tan poco ideal, pero a la mayoría de los votantes de Trump no les importa lo que éste haga en su espacio personal, les importa lo que representa… y los demócratas siguen sin entenderlo. Se les escapa que Trump es un símbolo y caminan cada vez a mayor velocidad en la dirección contraria a lo que él representa. Por eso en EE. UU. tenemos hoy un panorama político completamente polarizado.
Tradicionalmente, los católicos en EE. UU. han votado de forma mayoritaria por el Partido Demócrata. El mismo Joe Biden se reafirma en su catolicismo y ha repetido en numerosas ocasiones que suele ir a misa los domingos. Sin embargo, siguen aumentando las diferencias entre los principios que defiende la Iglesia y los postulados demócratas.
Muchos piensan que Biden no es realmente católico y yo opino igual. No estoy muy segura de qué decir, pero creo que ahora el voto católico está repartido a partes iguales entre republicanos y demócratas. Es realmente interesante cómo está cambiando la demografía de las posiciones políticas en mi país. Ahora muchos ciudadanos negros e hispanos se están haciendo republicanos y lo mismo está ocurriendo con la gente de clase trabajadora y los desempleados. A día de hoy, los demócratas son, en su mayoría, personas blancas con un buen nivel educativo que se han alineado con la llamada ideología ‘woke’.
Muchos demócratas clásicos están expresando su incomodidad con esa toma de posición ideológica.
Ciertamente, los demócratas no saben lo que están haciendo. Es bastante obvio. Creo que fue Elon Musk quien dijo algo así: «Siempre he sido liberal, pero las opiniones demócratas se han ido cada vez más hacia la izquierda, por lo que ahora parezco conservador. Yo no he cambiado, ellos han cambiado». Me identifico bastante con este relato.