Los bandazos (o no) de Twitter (Carola Minguet, Religión Confidencial)
Noticia publicada el
miércoles, 16 de noviembre de 2022
Resultan curiosas las informaciones publicadas este fin de semana sobre los bandazos de Elon Musk tras incorporar a su imperio el pájaro azul de Twitter. El tema saltó a la palestra el viernes tras caer la farmacéutica Eli Lilly en Bolsa un 4% y perder cerca de 14.000 millones de dólares un día después de anunciar que la insulina era gratis. Igualmente, las acciones de la compañía Lockheed Martin se desplomaron un 5,37% tras advertir de que paralizaba la venta de armas a Israel, Arabia Saudí y EE.UU «hasta que se lleve a cabo una mayor investigación sobre su historial de abusos contra los derechos humanos». Ambos tuits fueron enviados por suplantadores que quisieron mostrar lo fácil que es saltarse la verificación de Twitter Blue que, supuestamente, debería haber protegido las cuentas suscritas. Sin embargo, los filtros no funcionaron y a los impostores no les importó pagar una cantidad irrisoria si eso les permitía sembrar el caos.
En esas horas, la red también se vio sacudida (ciertamente, siempre lo ha estado) de personajes diciendo más estupideces de las habituales; el problema es que también eran falsos. Incluso las propias empresas de Musk se vieron suplantadas. El equipo de Twitter consiguió echar abajo la mayoría de esos perfiles, se decidió eliminar temporalmente la suscripción (no se ha comunicado que se haya suspendido y puede retomarse en cualquier momento) y su dueño posteó en su propia cuenta que «engañar a la gente no está bien».
El tema da para pensar: por lo que nos ha llegado, cuando encierra una oscuridad que se nos escapa; por las lecturas que se están ofreciendo, que se quedan en la punta del iceberg; por la ironía del magnate.
Hay analistas que muestran cierta sorna ante el hecho de que Musk, quejicoso de la cantidad de bots ficticios en su feudo, se haya desayunado cuentas falsas verificadas en la que se suplanta la identidad de personalidades y empresas, incluidas las suyas. Se cuestiona también su reacción anunciando que no se permitirán cambios de nombre de los usuarios verificados, cuando (dicen) el sistema no ha funcionado. ¿Y si lo ha orquestado todo? ¿De verdad piensan que el hombre más rico del mundo se da a la improvisación del ensayo y del error? No seamos ingenuos…
Por otro lado, los medios han llevado a titular el peligro de estas prácticas aparentemente laxas cuando la economía se ha visto afectada, siendo que hay otras consecuencias de mayor calado que llevan años dándose en esta y otras plataformas: el auge de mensajes racistas, sexistas y violentos. La práctica de despellejar a quien no gusta por sistema. Promover fake news a diestro y siniestro.
Twitter se encargaba antes de comprobar la identidad de las cuentas, que normalmente corresponden a políticos, artistas, periodistas, personalidades, empresas, Gobiernos y organismos. Ese procedimiento desapareció cuando el magnate compró la red social y proclamó: «Poder para el pueblo» (la declaración es literal). He aquí el quid de la cuestión. Por un lado, se ha engañado a la gente arrogándole un poder que, sin control ni discernimiento, resulta corrosivo. Por otro, se ha hecho caja con la información -un negocio peligroso- y la comunicación se ha pervertido. La sociedad anda envilecida, confundida y los espabilados aprovechan la coyuntura. Cuando se solucionen las indemnizaciones y se cierre este episodio, el emperador propiciará otro espectáculo para su pueblo. Pan y circo.
Carola Minguet Civera es responsable de Comunicación de la Universidad Católica de Valencia