Julio Tudela (Observatorio de Bioética)
“Los tratamientos propuestos para las transiciones de género no están autorizados para ello y producen graves efectos secundarios”
Noticia publicada el
jueves, 11 de febrero de 2021
El Ministerio de Igualdad del Gobierno de España presentó recientemente el borrador de la Ley de Transexualidad, que aún debe ser corroborado por el resto de ministerios afectados por la norma y pasar por el trámite parlamentario pertinente hasta que la norma sea aprobada oficialmente. El doctor en Farmacia y experto en bioética relacionada con la transexualidad del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia (UCV), Julio Tudela, analiza los aspectos más polémicos del borrador y da una respuesta científica a los problemas que pretende resolver la futura ley.
¿Qué le parece que la futura Ley Trans, según el borrador de la misma, permita tratamientos de bloqueo hormonal "al inicio de la pubertad" para impedir el desarrollo de pechos en las niñas, y de barba o nuez, en los niños?
Esta ley viene a abundar en algo que se inició hace ya muchos años con los proyectos legislativos vigentes en las distintas autonomías del país que alientan estos tratamientos hormonales e intentan extenderlos al mayor número de gente con el menor número de trabas posibles.
Los tratamientos propuestos, en primer lugar, no están autorizados para el uso que se les está dando; es decir, las llamadas transiciones de género. En segundo lugar, producen importantes efectos secundarios, algunos graves, especialmente a partir de los 6 o 7 años de su aplicación; efectos que complican la vida de estas personas, en muchos casos irreversibles. Esa es la cara oculta de estas transiciones de género que no se nos muestra del todo.
En tercer lugar, cuanto antes se aplican estos tratamientos, más difícil es dar marcha atrás, y sus efectos secundarios son más intensos y más prolongados en el tiempo. Muchos científicos que apoyaban al principio estas intervenciones han dejado de apoyarlas ante la aparición de estos problemas.
El borrador prevé también la libre determinación de género a partir de los 16 años en documentos oficiales, sin que medien informes médicos o psicológicos, solamente con la declaración expresa de la persona que desea cambiar su género.
El abordaje del problema de la disforia de género, de la disconformidad con el sexo biológico y de las personas que desean realizar la transición de género sin el adecuado asesoramiento científico, médico, endocrino y psicológico que descarte problemas de fondo que puedan estar detrás de esta disforia o disconformidad es una irresponsabilidad.
Esta irresponsabilidad puede partir de la ignorancia, pero no existe ninguna duda de que estos tratamientos en muchos casos irreversibles, tanto los hormonales como las cirugías, especialmente en personas que no han completado todavía su pubertad, son intervenciones muy agresivas e injustificadas.
Parece también controvertida la figura del "defensor judicial" para menores entre 12 y 16 años que deseen cambiar su género de manera oficial si sus padres están en desacuerdo. ¿Nuevo ataque a la patria potestad?
Tan inadecuado es otorgar toda la autonomía a un menor para que decida sobre una intervención agresiva que puede afectar seriamente a su salud en el futuro, a veces sin vuelta atrás, como retirársela a las personas de quien depende su tutoría, los padres o turores legales. Ambas intervenciones provienen de una imposición ideológica no fundamentada y suponen una agresión al menor y a sus tutores que debe ser combatida en todos los casos.
MUJERES Y HOMBRES TIENEN “CEREBROS DIFERENTES”
El borrador apunta también a que, por primera vez, se va a permitir no indicar género alguno en documentos oficiales a quienes se consideren "no binarios".
Ignorar la evidencia biológica de un sexo binario en la especie humana es ignorar la realidad, ponerse de espaldas a lo que la ciencia nos muestra sobre la naturaleza humana. El sexo humano es binario; los casos de intersexualidad son excepcionales, se producen en muy rara ocasión, y responden a alteraciones genéticas y de otro tipo. La norma es el sexo binario. Pretender la no identificación por sexo en el ser humano significa tomar decisiones ignorando la evidencia científica.
La futura ley también afecta al deporte. El género de la persona que compita en cualquier disciplina será el registral y no el biológico. ¿Como médico y conocedor del cuerpo humano qué le sugiere esta idea?
Ignorar la existencia objetiva del ser binario en los seres humanos conlleva problemas de todo tipo. Se han publicado investigaciones, por ejemplo, acerca de las dificultades no reconocer el sexo en las personas que intervienen en estudios científicos. Cuando se ensaya un medicamento es necesario saber si se está aplicando sobre un varón o sobre una mujer, porque la respuesta es diferente.
Lo mismo sucede con el deporte y muchas actividades de la vida para las que el sexo masculino o femenino están dotados de manera diversa. Conviene diferenciar el sexo biológico de cada uno, que condiciona otros muchos factores; entre ellos, el más importante, el psicológico. Mujeres y varones tenemos cerebros diferentes.
¿Los defensores de estas medidas se amparan en algún estudio científico válido?
Ningún estudio científico válido avala las intervenciones de transición, además en edades tan tempranas. Se publican muchos estudios, algunos de ellos contradictorios, pero los más serios y sólidos, con más muestras de pacientes y que hacen seguimiento de estos a largo plazo, concluyen todos que dichos tratamientos conllevan graves riesgos y efectos secundarios, y que, en la mayoría de los casos, no resuelven el problema de base de la profunda disconformidad que hace sufrir a la persona con disforia de género, en cuanto a no aceptar su identidad biológica.
LAS IDEOLOGÍAS “NO ESCUCHAN A LA CIENCIA”
Se dice que la Ley de Eutanasia se promulgó sin un debate social serio al respecto. ¿Cree que sucederá lo mismo con esta otra futura ley?
Nosotros ya hemos lidiado con los parlamentarios valencianos cuando se aprobó de la Ley de Transexualidad de la Comunidad Valenciana y aducimos todo tipo de razones científicas que orientaban a la modificación de muchos aspectos planteados en esa ley. En el caso de la ley nacional está ocurriendo lo mismo. Los que promueven esta futura ley están ignorando lo que la ciencia les dice, y lo que les dicen los profesionales que tratan o acompañan a estos pacientes de alguna manera. Las ideologías no escuchan a la ciencia ni la tienen en cuenta.
Si, según deducimos de sus palabras, esta ley no es una respuesta válida para aquellos que no se identifican con su género biológico, ¿qué propuesta harían desde el Instituto de Ciencias de la Vida para atender a estas personas?
Estamos convencidos desde nuestro sector de trabajo de que las medidas que aportan estas normas legislativas no son una ayuda para estas personas, que sufren y que deben ser ayudadas. Ante su difícil situación nosotros proponemos un verdadero acompañamiento, un estudio clínico y un acompañamiento especializado que les permita abordar su disforia o disconformidad, tocando todos los aspectos que la afecten.
Debe hacerse un estudio pluridisciplinar en profundidad que no significa estigmatizar a nadie. Abordar la disforia o disconformidad de género es algo muy serio que requiere de la intervención de especialistas procedentes de distintas disciplinas médicas y psicológicas. Eludirlas o prescindir de ellas no contribuye, en absoluto, a ayudar a las personas que se encuentran en esa situación, sino a confundirlas y abandonarlas a su propia suerte. Jamás debería hacerse esto con una persona que sufre tanto.
¿Qué consecuencias sanitarias, psicológicas o sociales pueden tener los cambios tan sustanciales en la concepción del ser humano que hay detrás de esta futura ley?
El problema de fondo que alimenta estas normas legislativas, y de todos los movimientos que favorecen la transexualidad y que niegan la existencia de un sexo biológico, es una concepción antropológica equivocada, a nuestro modo de ver. La antropología del ser humano debe contemplar su naturaleza biológica, su naturaleza psíquica y su naturaleza trascendente o espiritual. Ninguna de las tres puede funcionar como un compartimento estanco, separado de los otros.
Fragmentar la identidad humana negando la biología o pretendiendo que no tiene nada que decir sobre nuestra personalidad es un grave error, cuyas consecuencias pueden ser enormes a todos los niveles, sanitario, científico, social y espiritual, para el propio individuo y para toda la sociedad.