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Luis Vivanco: “La enfermedad no existe en abstracto, existe en la persona del paciente”
Noticia publicada el
lunes, 22 de agosto de 2022
El Dr. Luis Vivanco tiene una amplia experiencia como biólogo y como investigador en bioética y educación médica, con estancias en diversos centros internacionales de Perú, Colombia, Italia, Estados Unidos y España. Director de un Máster Internacional en Bioética y de cuatro programas de especialización en Bioética acreditados en España y América Latina, actualmente es miembro de varias sociedades académicas internacionales y activo colaborador de la División de Bioética de la UNESCO.
El profesor Vivanco ha volado desde Croacia para participar en la Jornada Autonomía y libertad: límites bioéticos, organizada por el Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia.
El pasado noviembre, la Agencia Europea del Medicamento se pronunció a favor de la vacunación de niños menores de 12 años, primero con la formulación de Pfizer y luego con Moderna. Estas aprobaciones se dieron en circunstancias de cierta incertidumbre, sobre todo para los padres. ¿Fue una decisión correcta?
Es muy oportuna su pregunta en relación a la autonomía de los padres. Con todo, tengo que decir que es muy fácil responder ahora, cuando ya han pasado más de seis meses desde la aprobación de la recomendación de la vacunación infantil, y deberíamos hacer el ejercicio de mirar hacia atrás y situarnos en noviembre de 2021, cuando la situación era de bastante incertidumbre y, en esas circunstancias, en un contexto de emergencia, las decisiones siempre plantean algún tipo de riesgo.
Dicho eso, considero que la recomendación dada fue la correcta en ese contexto. Fue correcta en los términos de hacer una evaluación en profundidad sobre la base de evidencia conocida hasta ese momento de los riesgos que planteaba una infección por covid y de los beneficios que podía tener la vacunación en el contexto pediátrico. No obstante, también es cierto -y lo hemos visto a lo largo de todos estos meses- que no ha habido un consenso sobre cómo aplicar estas recomendaciones.
En el contexto pediátrico actual, creo que la vacunación es una ayuda muy valiosa, pero el error, desde mi punto de vista, es centrar toda la atención en la vacuna; ver lo que se ha hecho en España y lo que se está haciendo en otros países da muchas luces sobre los caminos más adecuados para gestionar la pandemia.
Al hilo de lo que comenta, mientras que Alemania decidió vacunar a los grupos infantiles más vulnerables, España optó por una estrategia de vacunación global para toda la población infantil. ¿Puede valorar la estrategia seguida por ambos países?
Este es un ejemplo muy claro. Ambos países coincidían más o menos en las mismas fechas en la aprobación de las campañas de vacunación infantil, pero con criterios bastante distintos. Hay que decir que, si bien teníamos las recomendaciones de la EMA sobre la vacunación infantil, esto no obligaba a los Estados a ningún tipo de acción.
En el caso de España, mientras que nos abocamos en una campaña muy agresiva centrada en cubrir el máximo de la población infantil en el rango de edad entre 5 y 11 años, tratando de emular un poco la experiencia que se había vivido con adultos, Alemania optó por un modelo más modesto, pero centrado en grupos más vulnerables.
Esto marca en sí mismo una importante diferencia, pero, además, tenemos un tema pendiente y es la falta de gestión de información a los padres. Hemos centrado la atención en transmitir la idea de que la vacunación es la única salida que tenemos y además hemos puesto una especie de listón de solidaridad en este asunto. Nos estamos olvidando de que la propia Organización Mundial de la Salud, en la definición de vacunación, dice que el principal beneficiado de la vacuna tiene que ser el que recibe la vacuna, no terceras personas. Esto se tiene que tener muy presente, sobre todo cuando estamos hablando de niños.
Otra diferencia es que en España se optó por la administración de la vacunación en entornos escolares; Valencia es un ejemplo. Esto provocó cierta angustia en muchos padres. ¿Cuál es su opinión?
En un sentido meramente pragmático, es una manera más fácil de obtener una mayor tasa de vacunación en menos tiempo, pero, desde un punto de vista ético, lo que se vulnera con una acción de este tipo son los criterios de privacidad, de confidencialidad y de información a los padres, que son tan necesarios. En Alemania la vacunación se centró únicamente en ámbitos clínicos, donde los padres contaran con la privacidad y la información necesaria, de modo que la vacunación fue acompañada de sensibilización.
Esta campaña de vacunación fue frenada, de algún modo, por la emergencia de omicron, lo que hizo que no alcanzasen las tasas que se esperaban al inicio. ¿Qué recomienda hacer ahora?
En este aspecto, Alemania también es diferente. En mayo de 2022, después de hacer una profunda evaluación de todo este proceso cambiante durante la pandemia, hizo un ajuste entre los criterios de vacunación pediátrica, al punto que en el día de hoy se mantienen dos criterios: un criterio para niños en condiciones vulnerables y otro criterio para niños sanos, a los que se recomienda la vacunación, pero con una pauta distinta. Es importante tener en cuenta que estamos ante un virus que cambia mucho y, por lo tanto, no podemos quedarnos en una situación pasada, sino ir valorando el presente.
Por otro lado, durante la pandemia se ha evidenciado el peligro del desgaste de los sanitarios. En este sentido, lleva años participando en estudios orientados al análisis de los elementos constitutivos de la profesión. ¿Cuáles son?
La mayor marca que nos ha dejado la pandemia de cara al sistema sanitario y de cara al paciente que acude al médico se manifiesta en dos aspectos: uno es la mascarilla, que representa una barrera artificial o una dificultad en la comunicación con el personal sanitario, y el otro es la telemedicina. Esto genera un desafío, pues las profesiones sanitarias se centran en el cuidado de pacientes y tienen un carácter profundamente humano. Este humanismo, que se reconoce a nivel internacional en las escuelas profesionales, no puede perderse.
¿Cuál es su experiencia en el ámbito de la formación clínica?
Que nos centramos muchísimo en el dato clínico, en la evidencia, y descuidamos otros elementos que son muy importantes. La profesionalidad no sólo es el conocimiento técnico y médico, también es el manejo de habilidades humanas; es capacidad de comunicación y relación con el paciente. La enfermedad no existe en abstracto, existe en la persona del paciente y hay que atenderle personalmente.
Durante la pandemia, como bien dice, hemos tenido un fuerte desgaste emocional del personal sanitario, lo que nos está demostrando que damos por hecho que el personal sanitario sabe gestionar las emociones y no es así; de hecho, debería estar incorporado en las primeras etapas de la formación universitaria. La medicina y la enfermería son profesiones principalmente vocacionales y no todos estamos preparados para ser médicos, y no todos están preparados para atender personas.
En términos generales, la profesionalidad se refleja en tres aspectos puntuales: la necesidad de formar profesionales que desarrollen habilidades empáticas en el trato con el paciente, la capacidad de gestionar un trabajo multidisciplinar con otros profesionales, y el celo por una formación permanente de cara al bienestar del paciente. Son tres retos que tenemos y en los que hay mucha tarea pendiente.