Montserrat Esquerda: "Si queremos profesionales con conciencia, dejémosles ser objetores"

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Montserrat Esquerda: "Si queremos profesionales con conciencia, dejémosles ser objetores"

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Montserrat Esquerda: "Si queremos profesionales con conciencia, dejémosles ser objetores"

La pediatra y psicóloga Montserrat Esquerda, directora del Instituto Borja de Bioética de la Universidad Ramón Llull (Barcelona), y presidenta de la Comisión de Deontología del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña, ha sido una de las ponentes del curso de verano Autonomía y Libertad: Límites Bioéticos.

En el marco de este encuentro de expertos a nivel nacional que ha organizado el Observatorio de Bioética, les ofrecemos a continuación la entrevista que Esquerda ha concedido a la UCV: 

En su conferencia ha señalado que el concepto de autonomía puede constituir la segunda gran revolución bioética. ¿En qué sentido?

Esta revolución ya ha comenzado, pero no ha acabado de cuajar. De hecho, a finales del siglo pasado se dieron varios factores en que la provocaron: por una parte, el desarrollo tecnológico, que transformó la forma de ejercer la medicina; por otra, se aumentó la participación de los pacientes a la hora de escoger tanto opciones de diagnóstico como terapéuticas, lo que se trató de plasmar con el principio de autonomía.

Y este cambio de modelo ¿se ha planteado bien?

Una mala plasmación ha sido constituir como fundamental el principio de autonomía, que, en cierta medida, ha derivado en una medicina ‘a la carta’. Esta participación ha sido una primera revolución, pero lo que necesitamos realmente es una segunda revolución que nos lleve a la autonomía relacional, es decir, a que la persona pueda tomar sus decisiones en un contexto de relaciones que sostengan las propias decisiones.

¿Y qué es más viable en la práctica clínica diaria?

La segunda opción es más cercana al profesionalismo. El profesional debe plantearse su deber: ¿Es dejar al otro que elija o acompañarle en estas decisiones y hacerle ver qué es lo mejor para él? Si desiste de este acompañamiento, el profesional se convierte en un técnico que explica las características de la enfermedad… pero no entra en el otro.

Freud comentaba que hay dos momentos en la vida en los que tenemos la cabeza más nublada y en los que es más difícil decidir: cuando nos enamoramos y cuando estamos enfermos. Y en estas situaciones es cuando vamos a tener que tomar las decisiones más difíciles de nuestra vida. Así, cuando uno enferma es muy importante que cuente con alguien que le acompañe con confianza y por eso, en mi opinión, las profesiones sanitarias deben situarse más allá de la neutralidad del respeto a la autonomía para entrar en el acompañamiento. Este es nuestro fundamento y nuestra forma de ser.

En este sentido, ¿cree que la formación médica debe estar unida a la formación bioética?

Hay muchas cosas de la medicina en las que, en pocos años, seremos sustituidos los profesionales por procedimientos de inteligencia artificial. No sé si lo harán mejor, pero las máquinas lo harán de una forma distinta. Sin embargo, aquello en lo que no vamos a ser nunca sustituidos es en ser capaces de tener relaciones humanas.

A una antropóloga le preguntó una vez un alumno cuál era el primer signo para reconocer una civilización. El joven pensaba en utensilios, restos de fuego… Ella contestó que en encontrar un fémur roto y curado. Ningún animal sobrevive con un fémur roto; no puede ir a buscar alimento, agua… Si hay evidencias de que ha sido curado es que esa persona ha sido cuidada; en este cuidado se inicia la civilización y, lo mismo que nos define como civilización, nos define como profesionales.

Sin embargo, en su discurso de ingreso en la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya advirtió sobre la necesidad de que haya un equilibrio entre una medicina que pueda ser humanamente científica y científicamente humana. ¿Acaso se encuentra en riesgo esta perspectiva que defiende?

Estamos formando profesionales altísimamente cualificados en la parte técnica y el nivel de nuestros médicos es buenísimo: conocen la farmacología, los procedimientos diagnósticos… Pero, en este camino, es como si el faro sólo enfocara en esta dirección. Y no podemos olvidarnos de las competencias éticas, de saber que detrás de toda decisión hay valores. De hecho, hay un estudio que analiza los currículums de medicina y esas competencias no llegan ni al 5 por ciento. Nos olvidamos de que ser médicos es una actividad profundamente humana.

Parece que también lo olvida la legislación actual, pues la objeción de conciencia está ciertamente amenazada. ¿Se puede ejercer la medicina sin conciencia?

La respuesta es, claramente, no. El problema es que hablamos mucho de la objeción de conciencia y muy poco de cómo se debe formar bien la conciencia médica; la damos por supuesto. Con todo, el debate de la objeción de conciencia no puede ser sólo la objeción, sino la conciencia y si, como sociedad, queremos profesionales con conciencia. Si te gusta el bosque, no tales los árboles; si queremos profesionales con conciencia, dejémosles ser objetores.

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