Mosquera, la joya medioambiental de la Sierra de Espadán (Pablo Vidal, Levante-EMV)

Mosquera, la joya medioambiental de la Sierra de Espadán (Pablo Vidal, Levante-EMV)

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A finales del año 1861, un comerciante catalán, Martín Lluelles, se encamina con su montura por los escarpados senderos de montaña de la sinuosa Sierra de Espadán, para observar la finca Mosquera. Él era un empresario de la floreciente industria de los tapones de corcho de Sant Feliu de Guixols y otros pueblos gerundenses y llamado por esta fiebre compró esta finca que había sido subastada por el Estado en el marco de la Desamortización de Madoz.

Para los habitantes de la zona, el inusitado interés de Martín por un monte inculto, lleno de alcornocales de los que apenas se podía sacar provecho, no tenía ninguna explicación, pero para él, localizar esta propiedad significaba poder asegurar la explotación del corcho y proveer a sus fábricas de una importante partida de material para la fabricación de tapones de corcho, extraordinariamente demandados en ese momento. Martín había conseguido algo prácticamente inaudito, hacerse con la propiedad de una finca de más de 200 hectáreas, cuando la propiedad de las parcelas de la Sierra era absolutamente diminuta. De hecho, Mosquera era y es la finca alcornocal más importante de todo Espadán.

Desde entonces y gracias al cuidado que se puso en una explotación sostenible del alcornocal, el valle de La Mosquera, en el corazón del Parque Natural de la Sierra de Espadán, se ha convertido en el eje medioambiental de todo el entorno, en uno de los lugares mejor conservados de todo el Parque y en centro de atención y visitas por parte de vecinos y forasteros, de excursionistas e investigadores, buscando encontrarse con un espacio que desde el siglo XIX ha sido especialmente cuidado para favorecer el crecimiento sostenible y medioambientalmente equilibrado del bosque mediterráneo alcornocal.

Mosquera es un paisaje construido, es un jardín de alcornoques modelado por la mano del ser humano, con el fin de evitar la aparición invasiva del pino y favorecer al máximo la expansión del alcornocal. Ese era el sentido de los guardas de la finca, que vivieron todo el año en la masía del mismo nombre, para cuidar y mimar hasta el extremo el equilibrio medioambiental del entorno. Al mismo tiempo y gracias precisamente a las transformaciones antrópicas, se ha posicionado como el referente, el lugar más simbólico de todo el Parque Natural. Por otro lado, el valle fue el centro de la frenética actividad asociada con la saca del corcho, cuando cuadrillas de sacadoes “pelaban” los árboles en una delicada operación que solo podía repetirse una vez cada doce años.

Como prueba de su fuerte carácter simbólico, el valle se ha convertido en una auténtica joya, en un refugio de flora y fauna asociada a las frondosidades del bosque mediterráneo alcornocal. Así lo atestiguan las numerosas publicaciones científicas sobre los ecosistemas del valle, pero también los vecinos de Aín, Almedíjar y Azuébar, que sienten como suyo el valle y que han visto cómo sus antepasados trabajaron en la casa, en los campos aledaños o en la saca del corcho. Para ellos, Mosquera está cargado de un fuerte simbolismo medioambiental. Social y cultural. Pero lo es también para los numerosos visitantes que recorren el lugar, maravillándose de los montes de rodeno, de las extrañas formas del alcornocal o de la rica flora asociada, entre la que no faltan los helechos.

La masía Mosquera, situada en el eje del valle, ha sido testigo de multitud de avatares sobre esta finca. Su estado de semi-ruina es un grito al conjunto de la sociedad valenciana sobre la urgente necesidad de mejorar su estado y el de todo el alcornocal del valle. Justo antes de la crisis económica del 2008, los herederos de Martín lo vendieron a una empresa inmobiliaria, que quiso utilizarlo en función de la controvertida Ley del Metro por Metro. La crisis económica posterior hizo cambiar el curso de los acontecimientos y ahora la finca se encuentra en un momento clave para su revitalización.

La Generalitat Valenciana tiene una oportunidad magnífica en poner en valor este valle, que en numerosas ocasiones se ha intentado que fuera de todos los valencianos. La compra por parte de la Generalitat permitiría reforzar la conservación de este entorno, preservar y restaurar el fuerte valor de la masía, ahora en serio peligro de ruina, proteger la fuerte masa de bosque alcornocal mediterráneo, que necesita de una cuidada protección, así como gestionar la mayor parcela de alcornoques del Parque, con una propiedad desgraciadamente muy atomizada que hace bien difícil plantear planes sostenibles de gestión del territorio.

Se trata de una oportunidad única para poner en valor esta joya del patrimonio medioambiental y cultural que los valencianos no podemos desaprovechar.

Pablo Vidal es profesor de la Universidad Católica de Valencia y autor del libro Mosquera. Etnología de un paisaje rural de la Sierra de Espadán.

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