Javier Marco, director de cine
“Nadie escapa a la soledad; necesitamos el contacto del otro, poder abrazarnos"
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miércoles, 14 de diciembre de 2022
El IV Congreso Internacional de Filosofía y Cine de la Universidad Católica de Valencia (UCV) dejó muchas reflexiones sobre el séptimo arte, especialmente como potencia de humanización en las filmografías de los directores que centraron este encuentro internacional: John Ford (Qué verde era mi valle; Centauros del desierto), Roberto Rossellini (Roma, ciudad abierta; Alemania, año cero) y los hermanos Dardenne (Rosetta; Un día, una noche).
Se declararon influidos por estos cineastas, especialmente por los autores belgas y el cine social europeo actual, los españoles Javier Marco y Belén Sánchez-Arévalo, director y guionista respectivamente de Josefina (2021), película que valió a Marco la nominación como mejor director novel en la última edición de los premios Goya. En su intervención en el congreso, ambos reflexionaron en torno a la obra de los Dardenne y a su propio modo de contar historias; no solo en referencia a su primer largometraje, sino también a los múltiples cortos que lo han precedido.
En esas obras previas a Josefina el binomio formado por Marco y Sánchez-Arévalo trata, con mayor o menor centralidad en la trama, distintos problemas sociales, pero siempre sin posturas moralizantes, dedos acusadores o didactismos superfluos. Y lo hacen, además, de manera íntima. No hay muchos personajes en sus relatos cinematográficos. Son muy pocos y no suelen hablar demasiado. Muestran el drama comunitario en el ser humano concreto, como si el dolor de una sola persona nos concerniese a todos. A todos en calidad de hombres y mujeres únicos, nunca como la masa informe de humanoides posmodernos cuya singularidad solo parece importar a algoritmos que individualizan el ocio y las compras, al tiempo que homogeneizan principios morales y patrones de comportamiento.
Repasando vuestra filmografía he recordado un diálogo de La lista de Schindler. En el clímax final, cuando el personaje interpretado por Liam Neeson debe huir de Alemania, este le dice llorando a Itzhak Stern (Ben Kingsley) que podría haber salvado a muchos más judíos de morir en los hornos de Auschwitz si no hubiese malgastado tanto dinero. Stern, emocionado, le contesta con una cita de la Mishná hebrea: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”. ¿Hay algo de esto en vuestra manera de contar historias?
Sí, creo que sí. Para Belén y para mí es una verdad absoluta que poniendo el foco en una persona hablas de lo universal. En Uno (2017) hablamos sobre los refugiados que intentar cambiar de país para tener simplemente una vida digna. El título y el enfoque del corto es justo ese porque creíamos que poniendo nombre a uno de los refugiados que murió en 2017 intentando cruzar el Mediterráneo estábamos hablando de todos ellos. Creo que fueron unos 5000 los fallecidos ese año.
Nos interesan historias con las que el espectador se sienta identificado y que, al salir de la sala de cine, se produzca un momento de reflexión, de pensar en su propia vida, pero también en cómo puede cambiar un poco el mundo. Creo que las películas son un instrumento ideal para concienciar y hacer pensar a la gente, además de ser, por supuesto, un entretenimiento.
En el Congreso de Filosofía y Cine hablásteis de los Dardenne como una gran influencia para vosotros. Supongo que ha sido un enamoramiento tanto en el fondo como en la forma, del intelecto y del corazón. ¿Qué tiene su lenguaje cinematográfico que ha suscitado vuestra admiración?
Los directores del cine social europeo poseen un lenguaje normalmente muy sencillo. Dan espacio a la historia y a los personajes, y quitan artificios a la hora de contar historias. Desde que empecé a dirigir cortos esas películas han sido una referencia. A Belén y a mí nos gusta no contarlo todo e intentamos que el espectador construya esas elipsis, que complete lo que no aparece en pantalla con su lectura de la película. Nos parece que dejar algunas cosas a la imaginación del espectador es mucho más interesante. Eso es muy común en los Dardenne y en otros directores como el iraní Asghar Farhadi (A propósito de Elly; Nader y Simin, una separación), que no es europeo, pero es otra de mis referencias. Tiene esa máxima de “menos es más”. Lo cuenta todo de una manera muy simple y sencilla, y eso hace que el espectador vaya directo a la historia y el relato le cale muy hondo.
Farhadi es fascinante; también es uno de mis favoritos. Como él, o como los Dardenne hacen en sus films, en Josefina mostráis un tema universal a través de una pequeña historia. En este caso, el de la soledad. Una cuestión que, por otro lado, se encuentra muy ligada al Occidente actual.
Así es. Creo que nadie escapa a la soledad, tengas cien o quince años. Independientemente de la edad, siempre necesitamos el contacto de otro ser humano, necesitamos abrazarnos y sentir que pertenecemos a una sociedad. En las redes sociales no nos vemos cara a cara. Eso a veces dificulta la comunicación y esta se vuelve mucho más fría. Josefina es también un alegato a la necesidad de tocarnos, del contacto con la piel de otra persona. Más que un beso, lo que necesitan los personajes principales, Berta y Juan, es un abrazo. Creo que es en esa escena donde está el clímax de la película.
En ese sentido, creo que debemos ver lo positivo y ser optimistas. En la película se ve que la soledad puede ser vencida. Si dos personas se unen la vencen conjuntamente. Eso era lo que queríamos contar. Josefina es una historia de soledades, pero también de cómo combatirlas y cómo romper esa no comunicación que existe entre los dos personajes. El resto de personajes de la película también sienten soledad, tanto el vecino de Juan que ve el básket con él, o su compañero de trabajo que habla solo, nadie le hace caso. También Sergio, el hijo de Berta, que está en la cárcel y no se comunica con ningún otro preso.
La escena del abrazo es realmente fantástica. Habláis de la necesidad del encuentro íntimo con otro ser humano sin ser ñoños ni recurrir a caminos mil veces transitados en la narración cinematográfica que hubieran hecho esa secuencia previsible. Es una constante en todo el relato y es lo que más me gustó de la película.
Gracias, ese era uno de nuestros objetivos.
Una vez Josefina se estrenó, gustó a la crítica y tuvo un buen número de espectadores ¿ha desaparecido en ti algún miedo de director novel? ¿Han aparecido otros nuevos?
Más que miedo, al rodar sentía un tremendo respeto por la profesión. Lo que más me gusta en el mundo es ver películas, por lo que me encanta también hacerlas, ejercer de creador. Es verdad que el cine es algo muy poderoso y por eso mismo te exiges demasiado a ti mismo. Quieres intentar ser mejor con cada proyecto y te impones el miedo a fallar. Pero con cada corto y largometraje que haces vas definiendo tu estilo, encontrando tu propio lenguaje y eso te hace estar un poco más seguro de ti mismo. Por otra parte, es cierto también que, cuanto más sabes, más miedo te da todo porque te das cuenta de que hay muchas cosas que aprender. Tengas 30 o 90 años siempre vas a estar aprendiendo detrás de una cámara. Eso sí, tienes derecho a fallar; lo que cuenta es aprender de esos errores.
¿Las nominaciones de Josefina en los Goya han significado nuevas oportunidades?
La nominación siempre ayuda; de alguna manera te posicionas en el sector y tu nombre empieza a sonar un poquito. Evidentemente todavía queda mucho recorrido, pero los premios son importantes porque te dan energía para seguir trabajando. En resumen, sí, significan más oportunidades de trabajo. Ahora estamos intentando conseguir la financiación necesaria para la que será la segunda película, La cara y está resultando más fácil. Antes de la nominación, con Josefina y los cortos era más complicado.
¿El guion de La cara es también de Belén?
En este caso es de los dos. Belén y yo somos pareja, y empezamos a escribir La cara en 2020, durante el confinamiento del inicio de la pandemia. Como no se podía rodar nos pusimos a escribir. Creo que vamos ya por la séptima versión del guion y lo iremos mejorando hasta que rodemos. Pensamos que escribir es reescribir y siempre podemos ir mejorando el proyecto.
¿Qué tal es eso de trabajar codo a codo con quien luego te encuentras también en casa?
Como lo que nos unió a Belén y a mí fue el amor al cine, todo ha sido muy fácil desde el principio. Ella está más centrada en el guion y a mí me gusta más la dirección y la verdad es que congeniamos bastante bien en lo profesional, digamos. Nos gusta el mismo estilo de cine, y crear algo juntos nos resulta sencillo porque tenemos el mismo lenguaje. Además, aunque ella esté en el guion y yo en la dirección nos gusta compartir ambos procesos.
Como sabrás por vuestra participación en el Congreso, la Facultad de Filosofía de la UCV lleva adelante una línea de investigación sobre personalismo fílmico, que podríamos resumir en un tipo de relato cinematográfico en cuyo centro se encuentra el ser humano y que guarda relación con el movimiento filosófico personalista. Hablamos de directores del Hollywood clásico como Frank Capra, Mitchell Leisen o John Ford. ¿Qué te parece como artista y profesional del cine esta visión surgida del mundo académico?
Desde la primera vez que hablé con los profesores Ginés Marco y José Alfredo Peris me pareció muy interesante. Cine y filosofía deberían ir de la mano; cuando las dos se unen aparece la magia. La importancia de la comunidad humana que ellos ven en el cine de Ford, por ejemplo, esa necesidad de contacto con otro ser humano, casa muy bien con la filosofía de vida que tenemos Belén y yo, y es también lo que necesitamos como creadores. Nos invitaron a ir a la UCV y, cuando vimos el programa de este congreso y los de ediciones anteriores aceptamos enseguida, pues coincidía con nuestra manera de pensar. Participar en el congreso ha sido muy gratificante. Además, hemos conocido a otros ponentes y compartir con ellos lo que tanto nos gusta, el cine, fue una experiencia brutal.
Me alegro, Javier. Son encuentros de un enorme nivel académico. Hablabas antes de que compartes un poco con Belén los procesos creativos de escritura de guion y la dirección. No sé si tú, particularmente, te miras en algún espejo concreto desde ambas facetas. Seguro que hay guiones que te hubiera gustado escribir o películas que disfrutes como espectador y te hubiese encantado dirigir...
Sí, claro. Una que me hubiera gustado dirigir, viendo la química que había entre los actores, es Lost in Translation (2003), de Sofia Coppola, protagonizada por Bill Murray y Scarlett Johansson. En esa película no hay artificios, es muy sencilla de narrar, pero a mí me impactó muchísimo como persona y me caló de verdad. Esa directora y esos actores tocaron algo dentro de mí. Se trata también de una historia sobre la soledad, al fin y al cabo, con dos personas que se sienten vacías, pérdidas en el mundo, pero cuyo encuentro en ese hotel cambia sus vidas de cierta manera. Por otro lado, está muy bien escrita, con sensibilidad y de una manera muy sobria. Muchas veces es complicado encontrar un tono que no sea sentimental, pero que te emocione realmente. Ese equilibrio es muy complicado y Lost in Translation sirve como ejemplo de haberlo conseguido.
Ahora me viene a la cabeza Whiplash (2014), que escribió y dirigió Damien Chazelle. La vi sin saber nada de la trama, que habla, entre otras cosas, de las renuncias que implica dedicarte al arte. Me tocó de una manera muy personal y conecté enseguida con la historia. Tiene un gran final. Otra que me hubiera encantado dirigir es Blade Runner (1982), de Ridley Scott. La vi de pequeño y recuerdo que no entendí nada de la historia, pero me quedé hipnotizado por sus imágenes, por todo ese universo, por su sonido. Sea por lo que sea, tras verla empecé a sentir curiosidad por el trabajo de director, a comprender que había todo un equipo detrás de las cámaras. Con esa película empezó mi amor por el cine.
Si hablamos de cine más antiguo, tendría que poner en esa lista dos pelis de Hitchcock: Encadenados (1946) y Vértigo (1958).
Es curioso que hables del gran maestro del suspense, porque su nombre aparece en la siguiente pregunta. No sé si recuerdas que Martin Scorsese dijo en 2019 que las películas de Marvel no eran cine.
Sí, sí, lo recuerdo.
En la posición contraria a Scorsese están los que le acusan de hacer lo mismo que la mayoría de críticos norteamericanos contemporáneos de Hitchcock hicieron con su obra. Afirmaban también que el director inglés no hacía cine, que tenía una especie de molde para sus historias; algo parecido a la descripción de Scorsese de los films de Marvel como “parques de atracciones”. ¿Estás más de acuerdo con Scorsese o con sus detractores?
Las películas de Hitchcok son super entretenidas, pero enseguida ves que hay mucho más si las analizas. No son solamente entretenimiento, como puede ser lo que ofrece Marvel. El conocimiento de Hitchcock sobre la técnica cinematográfica era magistral, lo que no significa que sea solo un realizador muy técnico, como algunos afirman achacándole que no era también guionista. Yo creo que un director puede hacer suya una película, aunque no la haya escrito. En mi opinión, Hitchcock es un verdadero autor. Además, hacía que estuviera todo muy cuidado, desde la elección de los actores hasta el equipo que escogía, el sonido o el vestuario. Su cine aúna, por tanto, la vertiente autoral con la comercial.
Y en cuanto a los films de Marvel…
No están entre mis películas favoritas, pero creo que tienen que existir. Todo tipo de cine es bueno; el comercial y el menos comercial deben coexistir sin que uno reemplace al otro. Hay gente que en el cine busca entretenimiento y otros que buscan algo más. Como espectador prefiero las películas que te dan algo en que pensar, que te hagan reflexionar durante algunos días después de verlas, pero entiendo que tiene que existir ese otro cine. De hecho, muchas veces las películas comerciales permiten que haya financiación para otras más pequeñitas que no van a tener ese retorno en la taquilla. Además, yo disfruté, por ejemplo, con Top Gun: Maverick (2022). No es mi película favorita, por supuesto, pero algunos días te apetece ver una película más comercial y pasar un buen rato, simplemente.
No sé qué opinas de la llegada de las plataformas, que ha revolucionado la industria del cine estadounidense. Vemos películas que apenas están una o dos semanas en cartel hasta que se estrenan en Netflix o el mes de cortesía que está dando Warner a muchos de sus títulos antes de que lleguen a HBO. Amazon directamente ya no estrena en salas, como está haciendo también Apple, e incluso Disney con un buen número de films. Y no es un problema solo de cine americano; también está sucediendo, por ejemplo, con películas españolas. El dolor de muchos cinéfilos por esta situación, ¿está justificado o es solo nostalgia de tiempos pasados? ¿Hacia dónde crees que va la industria, en ese sentido?
En mi opinión, la llegada de las plataformas ha sido positiva en el sector porque ha dado muchísimo trabajo, tanto en cine como en series. Hay muchas más producciones y, por lo tanto, más gente trabajando. De eso creo que no cabe la menor duda. También es verdad que la mejor manera de ver una película para mí sigue siendo la sala grande y por ahora no ha aparecido ninguna alternativa que lo haya cambiado. Veo cine en las plataformas y me encanta, pero la sala de cine tiene un plus; no solo en lo que supone el visionado en sí de la película en una pantalla enorme y con un sonido que te permite apreciar los matices, sino también en lo que implica compartir la película con público, gente que no conoces. La experiencia no tiene nada que ver, en el cine es mucho mejor.
No obstante, las plataformas consiguen que haya más visionados. Josefina estuvo solamente unas semanas en cartelera y luego Movistar la compró. Lleva más de un año en su programación y eso para nosotros es muy importante, porque ve la película gente que no pudo ir al cine. Creo que las salas de proyección deben coexistir con las plataformas sin que desaparezcan las primeras. De lo contrario, perderíamos una de las mejores cosas que hay en el mundo, que es ver una película en un espacio donde no hay distracciones, donde solamente estás viendo una película y la ves del tirón, donde sientes la película de esa manera tan auténtica.
Hay quien cree dentro del sector que la primacía absoluta del cine comercial en taquilla acabará por sacar de las salas a películas como Josefina, que se estrenarán en el futuro directamente en las plataformas ¿Crees que el miedo es infundado o que podríamos encaminarnos hacia ese escenario?
Espero que ese desplazamiento no ocurra, pero, por desgracia, creo que podría llegar a suceder y es una pena. Como industria, y sobre todo en Estados Unidos, necesitan recuperar el dinero invertido y eso lo entiendo, pero el cine es algo más. Tiene una parte artística que no puede medirse con números ni con billetes. Las taquillas están ahora un poquito peor que hace unos años, también a causa de la pandemia, y los espectadores que iban antes al cine a ver películas más independientes se han ido perdiendo. Deseo que se vaya recuperando ese público poco a poco.
Acabemos la entrevista con cosas más alegres. No sé si le ha echado un vistazo a la lista de las mejores películas de la historia que hace unos días publicó, como cada año terminado en el número 2, la revista Sight & Sound, del Instituto de Cine Británico. ¿Qué le parece? Supongo que le habrá sorprendido, como a todos, ver en lo más alto al film belga de 1975 Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles.
Sí, mucho. Además, es que ha reemplazado a Vértigo. De todos modos, cada lista que sale va a ser muy polémica; hay tantos gustos subjetivos como espectadores. Existen películas que a lo mejor no son tan buenas pero que con las que tú conectas de otra manera y se convierten en importantes para ti. Es verdad que hay obras maestras, pero las listas no son objetivas y hay que tomarlas como lo que son. A mí lo que me gusta de ellas es que siempre descubres películas nuevas como esa.
Algo que nos encanta a los cinéfilos es la temporada de premios, que ya ha comenzado este año con los galardones de las distintas asociaciones de críticos estadounidenses. En España aún quedan por estrenar bastantes películas de 2022 que están sonando mucho, pero ¿qué película te ha gustado más de las que has visto? Dime una extranjera y otra nacional.
El otro día vi en la Academia el preestreno de TÁR, de Todd Field (el 27 de enero llegará a los cines españoles), y creo esa sería mi favorita. Me fascinó la manera de dirigir: sencilla, pero con todo muy bien pensado; y la actuación de Cate Blanchett es increíble. Lo importante de una película para mí son siempre la dirección y las interpretaciones de los actores. Evidentemente, todo cuenta porque el cine es un trabajo en equipo, pero cuando se unen esos dos factores la peli me llega mucho.
Por lo que respecta al cine español, este año hay muy buenas películas. Te diría dos títulos: La consagración de la primavera, de Fernando Franco; y Girasoles silvestres, de Jaime Rosales. Diría que son las que más me han tocado, y me pareció muy bonito el modo de contar las dos historias.