Navegar es necesario. Vivir no es necesario (José Manuel Pagán, Las Provincias)

Navegar es necesario. Vivir no es necesario (José Manuel Pagán, Las Provincias)

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Escribo este artículo con el pensamiento puesto en la Adoración de los pastores de El Greco, de la colección de arte de la Fundación Botín, que se expone actualmente en el Centro Botín, en Santander, en diálogo con la obra en vivo de Tino Sehgal. Pienso en la luz que irradia el Niño, una luz que ilumina todo y a todos, pero de manera especial a sus padres; unos padres que tras el nacimiento del Hijo ya nunca volverán a ser las mismas personas; que experimentan, con la llegada del Hijo, una versión avanzada 2.0 de lo que significa priorizar el tú frente al yo -cuya versión inicial empezaron a experimentar con su proyecto de vida en común-; unos padres que descubren lo que significa renunciar al proyecto individual por el proyecto compartido. Unos padres que, en definitiva, han descubierto que el secreto para una vida plena está en vivir en función del otro.

Hoy son numerosos los estudios y las noticias que evidencian que cada vez los jóvenes españoles son más mayores cuando abandonan el domicilio paterno. Así, de las cifras publicadas por Eurostat se desprende que los jóvenes españoles, en promedio, abandonan el domicilio familiar a los 30,3 años. Por otro lado, y según los datos del INE, las mujeres españolas, de media, son madres a los 32,6 años, la mayor edad de la serie histórica; al mismo tiempo y en la misma línea, se confirma la caída de la natalidad. Asimismo, la edad media con la que se contrae matrimonio en España se sitúa para los hombres en 39,3 años y en las mujeres en 36,6 años.

Cuando se intentan explicar y justificar estos datos se alude normalmente y como causa de los mismos a la dificultad existente en el acceso a la vivienda, a la tasa de paro -especialmente dura entre las personas jóvenes- o a la precariedad laboral existente con carácter general. Aunque estas afirmaciones son ciertas y seguramente ayuden a explicar los tristes (y preocupantes) números a los que me refería, no me resisto, con la mirada puesta en esa Familia de la Adoración de los pastores, a apuntar una razón más, quizá la más importante: la existencia de una cultura dominante que desprecia la condición de adulto, ésa que se alcanza cuando uno es capaz de convertirse en prójimo, de amar al otro como se ama a sí mismo, de renunciar a intereses particulares en favor de un bien común. En definitiva, cuando uno es capaz de comprometerse libremente con el otro, entonces, ha alcanzado la condición de adulto, por muy joven que sea. Y cuando eso sucede, todos -a excepción de la economía del consumo- debiéramos alegrarnos, como sociedad.

Esta iniciación al estado adulto es cada vez más difícil porque hoy, en nuestra sociedad posmoderna, hemos hecho de la adolescencia eterna un ídolo, que veneran los hijos y los padres, los niños y los mayores. A los niños se les somete a una adolescencia precoz, con la “ayuda” inestimable del smartphone y el acceso sín límites a internet; a los mayores, se les insta a no renunciar a esa adolescencia eterna -porque lo importante son los años que sientes o que aparentas, no los años que tienes- y se les presenta como proyecto vital el ser y sentirse espiritualmente joven.

Una adolescencia eterna que deriva en un narcisismo que nos empuja a liberarnos de cualquier compromiso de cuidado de los demás para poder dedicarnos al cuidado de nosotros mismos.

Nuestros jóvenes se encuentran muchas veces asustados, como aquellos marineros de las Vidas paralelas de Plutarco, que no querían navegar por miedo a la bravura del mar, poniéndose así en riesgo la misión de llevar grano a Roma. En ese momento, Pompeyo saltó al barco y retó a los marineros: “Navigare necesse est. Vivere non necesse est” (Navegar es necesario. Vivir no es necesario). Inmediatamente, todos saltaron al barco, levaron anclas y desplegaron velas. Habían entendido que el sentido de la vida era más grande que el vivir, y si Roma moría y ellos salvaban la vida, esa vida carecería de sentido.

Pues bien, nuestros jóvenes se encuentran en el muelle de la vida, amedrentados ante la bravura de una mar en la que han visto fracasar demasiadas naves. Y no es solo un tema de decisión, necesitan ser acompañados. Ayudemos a los jóvenes en este proceso de iniciación al estado adulto, también desde las instituciones educativas como la Universidad, reconociendo en cada joven una persona con una vocación de plenitud, una plenitud que solo alcanzará por sí mismo, pero no por sí solo. Ojalá sepamos acompañarlos para que adquieran una madurez propia, y que lo hagamos siendo testigos de la grandeza de la vida, dando razones de por qué es grande, indicándoles dónde está la verdad y cómo alcanzarla, y mostrándoles modelos como la Familia de la Adoración de los pastores, una familia donde cada uno decide libremente vincularse y abrirse a la vida.

De todo esto nos habla (conmigo, al menos, lo hizo) la exposición de El Greco/Tino Seghal, a través del diálogo entre la Adoración de los pastores de El Greco y la obra en vivo de Tino Sehgal, This youiiyou (Este túyoyotú).

Adelante, zarpemos y desenmascaremos la estupidez de una cultura que niega que hemos sido creados por amor y para amar.

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