Ginés Marco, decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Humanidades
“Nuestra vulnerabilidad nos hará más sencillo asumir el paradigma de la confianza y conceder relevancia a lo que realmente importa”
Noticia publicada el
miércoles, 25 de marzo de 2020
La crisis mundial que atravesamos necesita no sólo de explicaciones científicas o sociopolíticas. Es más perentoria que nunca la labor de erigir a la Filosofía en una instancia trascendente que reflexione y ayude a reflexionar en torno a los grandes temas: Dios, el hombre, el mundo.
El decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Humanidades, Ginés Marco, invita, por ello, a acudir al pensamiento filosófico, que, enraizado en la fe católica, ayude a afrontar este momento. “Conviene recurrir al paradigma de la confianza, que necesariamente implicará que asumamos las propias limitaciones y que concedamos relevancia a lo que realmente importa”, propone en la siguiente entrevista.
La crisis del COVID-19 nos ha puesto frente a frente ante nuestra vulnerabilidad y dependencia. ¿El conocimiento filosófico y la fe pueden actuar como contrapunto al miedo?
Ambas expresiones, vulnerabilidad y dependencia, poseen un indudable trasfondo filosófico y nos sitúan ante una realidad para la que no estábamos preparados. Es más, hemos vivido durante estos últimos años realizando continuas predicciones sobre nuestro propio futuro, pretendiendo hacer predecible a las personas y a las cosas..., y, por qué no decirlo, queriéndonos hacer impredecibles a los ojos de los demás.
Desde esa atalaya de búsqueda de certezas y realidades predecibles, hemos vivido instalados en una burbuja por la que no nos hacía falta Dios (hasta el punto de que invocarlo en público llegaba a ser visto en Europa como un signo políticamente incorrecto) y en cierto sentido no nos hacían falta en nuestra vida aquellas personas que pudieran interferir en nuestros proyectos, en nuestra capacidad de escoger el derrotero de vida que nos resultara más apetecible en cada momento.
Esa mentalidad -por así decirlo, tan propia de la adolescencia- ha sido puesta en cuestión por la gravedad de los acontecimientos que estamos viviendo. ¿Es el momento de salir de la insignificancia del pensamiento posmoderno?
Así es. A mi modo de ver, la superación de esta crisis implica un cambio de paradigma que se traduzca en un poner de relieve todo aquello que la epidemia de narcisismo nos ha ocultado. Me estoy refiriendo al hecho de ser conscientes de que somos más vulnerables y dependientes respecto a los demás, de lo que estábamos dispuestos a reconocer. Ese reconocimiento -que habrá de ser de índole personal- será la antesala de la irrupción de la confianza como activo fundamental en nuestras relaciones con las personas y con las instituciones.
Me explico: si somos conscientes de nuestra propia vulnerabilidad se nos hará más sencillo asumir el paradigma de la confianza, que necesariamente implicará que asumamos las propias limitaciones y que concedamos relevancia a lo que realmente importa: la gratitud por los favores que recibimos en el día a día y que muchas veces no reparábamos en los mismos, el valorar como muy buenas tantas cosas que hemos dejado de poder hacer en el momento presente y que apenas concedíamos importancia: los paseos en familia, las visitas culturales, etc., y lo que es más relevante, el cambio de paradigma nos tiene que hacer tomar en consideración el más allá después de esta vida, un tema que ha estado tan eclipsado en tantos jóvenes y no tan jóvenes de nuestro tiempo...
¿Y qué alternativas proponéis desde la Facultad a este pensamiento débil pero tan afincado en el imaginario colectivo?
En realidad, los micro-relatos inmanentistas y particularistas de nuestro tiempo han devenido estériles para dar cuenta de fenómenos globales. Se requiere una ampliación afectiva y efectiva de nuestros horizontes, y reflexionar de un modo unitario en torno a cómo dar respuesta a desafíos que afectan a la humanidad en su conjunto, y ante los que corresponde hacerlos frente con responsabilidad. En este punto quería destacar un doble detalle: nunca como hasta ahora se ha podido calibrar hasta qué punto se precisa ejercer la responsabilidad personal para no contribuir al agravamiento de la crisis, pero nunca como hasta ahora se ha podido poner tan de manifiesto la responsabilidad "reforzada" que poseen los gobernantes políticos. El matiz que habría que añadir en este último supuesto sería que la responsabilidad personal tantas veces reclamada por parte de estos actores resulta incongruente si no viene precedida de su ejemplaridad personal.