París y la tregua olímpica (Pablo Vidal, Levante-EMV)

París y la tregua olímpica (Pablo Vidal, Levante-EMV)

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Cuando el próximo 26 de julio se inauguren los Juegos Olímpicos de Paris, veremos como la participación de mujeres atletas será el 50% de entre los deportistas participantes. Sin embargo, el camino recorrido para llegar hasta aquí no ha sido corto ni fácil. Pierre de Coubertain ideólogo de los JJOO contemporáneos, no veía con buenos ojos, todavía a finales del siglo XIX, el que las mujeres participaran y así, solo un 2% lo hizo en los segundos Juegos, los de Paris, pero solo en pruebas de exhibición. ¡La mujer no debía competir!

Tras este primer paso, tuvieron que pasar 28 años más hasta que en los Juegos de Amsterdam se autorizó la participación de la mujer en pruebas atléticas, hasta los 800 m. Varias de las atletas participantes llegaron exhaustas a la meta, lo que supuso todo un shock para muchos de los espectadores, creyendo que quizá esas mujeres pioneras iban a desintegrarse. Por increíble que parezca, el Comité Olímpico Internacional decidió permitir su participación solo hasta los 200 m., en la creencia de que no serían capaces de correr distancias superiores. Esta insólita restricción no se eliminó hasta 32 años después, ya en los Juegos de Roma en 1960.

Nos resulta muy familiar la imagen de Kathrine Switzer, la primera mujer en completar, no sin grandes dificultades, la primera prueba de maratón de la historia, en 1967. Recordamos cómo tuvo que inscribirse con sus iniciales, para no delatar que era una mujer y como, al ser descubierta por un miembro del comité organizador, se le quiso apartar de la carrera de malos modos, afortunadamente sin conseguirlo. Sencillamente las mujeres no podían inscribirse para realizar la carrera, pues se las consideraba literalmente incapaces de correr distancias largas. Este fue un paso de gigante, pero el COI, en un lamentable ejemplo de cómo los pasos hacia la plena integración seguían siendo lentos, todavía tardaría 17 años más en incorporar esta disciplina en el programa olímpico, en Los Ángeles 1984 y no sin polémica, al ver llegar exhausta y deshidratada a la suiza Gabriela Andersen. Habían pasado nada más y nada menos que 88 años desde que se celebrara la primera carrera del maratón masculino. En esos Juegos, la participación femenina era solo del 23 del total, señalando que todavía había muchos pasos que dar para la plena integración de la mujer en el deporte olímpico.

A estas alturas, quizá nuestro nivel de estupefacción sea ya elevado, pero conviene subrayar que las mujeres solo pudieron participar en la competición olímpica de fútbol desde los Juegos de, si, 1996.

Un paso de gigante se dio en los Juegos de Río 2016, cuando el equipo femenino español, a pesar de contar con menos participantes, obtuvo más medallas que sus compañeros de los equipos masculinos y destacando en piragüismo, baloncesto y taekwondo, con medallas femeninas por primera vez. Estamos ante un hito extraordinario del deporte español, que nos tiene que hacer ver el futuro próximo con ilusión y esperanza.

Todos estos datos, históricos, nos hacen ver lo lenta que ha sido la incorporación de la mujer en el deporte de alto nivel y especialmente en los Juegos Olímpicos, así como el arduo camino que nuestras compañeras han tenido que recorrer hasta nuestros días.

Parece que ya está todo logrado, pero sabemos que todavía son muchos los pasos que hay que dar para conseguir el equilibrio entre hombres y mujeres, también en este campo tan visible. Uno de esos pasos será que el próximo presidente del Comité Olímpico Internacional sea, por primera vez en la historia, una mujer. Sería toda una señal para celebrar la plena equiparación. ¡Y ahora a por Paris 24!

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