Personalismo fílmico, el cine que manifiesta “lo extraordinario que es el ser humano”

Personalismo fílmico, el cine que manifiesta “lo extraordinario que es el ser humano”

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La Universidad Católica de Valencia (UCV) ha publicado un nuevo número de la revista de Filosofía Scio. Sus coordinadores, los profesores José Sanmartín y José Alfredo Peris, subrayan los aspectos más relevantes del monográfico, centrado en el relato de la vida humana en el cine clásico y la filosofía.

Ambos investigadores se han embarcado en la aventura de crear una línea propia de pensamiento, el personalismo fílmico, con la pretensión de poner de manifiesto que hay una tradición cinematográfica en la que el centro de atención es la persona.

Si el cine es una indagación de la vida humana, ¿debería haber una filosofía del cine, como proponía Julián Marías?

J.S: Evidentemente. El espectador se identifica con las películas, que están impregnadas de valores, de contravalores, de prejuicios, por lo que para muchos pensadores, como Marías, el cine es un acicate para reflexionar sobre la vida cotidiana.

JA.P: De hecho, en este número Sanmartín Cava hace hincapié en la capacidad que hemos de tener de decodificar lo que nos viene de la pantalla. Por su parte, Idelfonso Rodríguez subraya la importancia del cine para enriquecer el discernimiento moral.

Lo importante es analizar las películas por ellas mismas y darles la oportunidad de que nos trasmitan su humanismo, pues si solo las ponemos como ejemplo de nuestros planteamientos actuales les restamos capacidad de interpelación. Además, el cine ayuda a superar el escepticismo y el solipsismo con respecto a la propia realidad y a los demás. Por ejemplo, en la época moderna, cuando empieza a desarrollarse el escepticismo, Cavell trasladó al cine la comedia de Shakespeare, donde hay personajes que aprenden a salir de sí mismos, a reconocer y amar al otro, y estudió las comedias de igualdad o del matrimonio de los años 30 y 40, películas que, citándole, “nos ayudan a ser mejores”.

¿Esta intención es la que ha motivado su línea de investigación?

J.S: Nuestra intención es que en un tiempo como el nuestro, de absoluto relativismo, escepticismo y pesimismo acerca del ser humano, a través del análisis de determinadas películas se ponga de manifiesto lo extraordinario que es el ser humano, capaz de solidaridad, de empatía, de hacer una colectividad vertebrada con valores.

JA.P: Hemos dado un paso más a lo que desarrolló Stanley Cavell y analizamos trayectorias filmográficas de directores que han ido cultivando una sabiduría antropológica y que destacan la centralidad de la persona, su capacidad de crecer con la relación, de ser compasiva, de crear una comunidad fuerte a través del matrimonio, entre otras cuestiones.

¿A esto se refiere la invitación que hace el profesor Domingo Moratalla en la revista a ponderar la productividad ética del cine?

J.S: Sí. Por ejemplo, en Qué bello es vivir, el protagonista es el director de una cooperativa al servicio del bien común, pues pretende construir casas para los más necesitados en un sistema depredador en el que predomina el egoísmo y la inmisericordia. Tratamos de trasladar mensajes como éste: es posible y necesario salir de la situación crítica del presente y retomar los valores frente a la indiferencia y la crueldad.

Igualmente, en el monográfico revindican recuperar espacios de confianza con respecto a la familia, como son los artículos de Pablo Echart sobre la paternidad y de Ana Lanuza y Belén Ester Casas sobre la mujer.

JA.P: Sí, porque si bien hay relatos violentos, amargos y reales sobre violencia de género y otros conflictos, que son reales, a veces la pragmática de la comunicación puede traer consigo que se imite lo negativo y no se capte la belleza de la vocación original del ser humano.

Además, con el cine clásico puedes analizar también el cine actual no únicamente desde una perspectiva negativa que nos conduce inexorablemente hacia escenarios de antihumanismo sino para ser capaces de captar también las semillas de esperanza, los anhelos, las búsquedas que siguen estando presentes en el cine de hoy. Estos investigadores plantean en sus artículos elementos de esperanza de lo que se está olvidando y que se puede recuperar.

J.S: En este punto, me gustaría evidenciar la contradicción fortísima que podemos encontrar en algunas películas que están teniendo un gran éxito como es la saga Blade Runner. Sus directores quieren poner de manifiesto los deseos de los entes posthumanos, y en la primera entrega es que desean tener emociones y, en la segunda, que quieren tener hijos naturalmente.

Ha contribuido en este número una autoridad a nivel mundial como Wes Gehringg, quien ha presentando las figuras de Chaplin y de Keaton como visiones antihéroe. ¿Los jóvenes aprenden hoy a valorar a las personas sólo por el éxito y el fracaso?

JA.P: Sí, y en el primer cine esto sí que se educaba, pues nadie puede tener simpatía por Chaplin sin sentirla por un vagabundo, por alguien muy pequeño pero lleno de dignidad e insobornable rectitud moral.

J.S: Desgraciadamente, en nuestra época los modelos que tomamos con referencia tienen muy poco que ver con las grandes características de la naturaleza humana: vemos cocineros, costureros y cantantes insultándose, espectáculos donde se glorifican el egoísmo y la competitividad y lo que está inscrito en el genoma humano es todo lo contario.

Al contrario que Capra, que pone la mirada en una economía verdaderamente humana. ¿Se le puede tidar de utópico?

J.S: No, lo que ocurre es que la economía que vivimos está basada en principios cercanos a Nietzsche, cuyas características definitorias del ser humano son el egoísmo, la indiferencia y la crueldad. Y no somos así por naturaleza. La piedad y la compasión es lo que caracteriza al ser humano. Lo que pasa es que entre todos hemos acabado aplaudiendo a un mercado que deja fuera de manera absolutamente indiferente no sólo a una buena parte de la sociedad a la que obliga a trabajar en precario sino también a quienes nunca entrarán en el mercado del trabajo. Aquí los católicos, como dice el Papa Francisco, tenemos mucho que hacer. 

 

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