Plaga de desesperanza (Reyes Moliner, Paraula)

Plaga de desesperanza (Reyes Moliner, Paraula)

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Las cifras de suicidio en menores han aumentado durante los últimos años, y en la franja de edad entre los 15 y los 29 años, se ha convertido en la principal causa de muerte no natural. No existe un camino único que lleve a un niño o a un adolescente a intentar quitarse la vida. Hablamos de una naturaleza multicausal, en la que intervienen factores psicológicos, sociales, culturales y ambientales.

Los diferentes estudios sobre los factores de riesgo, señalan fundamentalmente la desesperanza como un factor esencial, junto a la presencia de acontecimientos estresores, como sufrir bullying y ciberbullying, maltrato, pérdidas significativas, entre otros.

En el caso de los adolescentes que son acosados, estos tienen un riesgo significativamente mayor de conductas suicidas, desde la ideación, al plan o al intento. El sufrimiento emocional que experimentan, les hace contemplar el suicidio como una salida. No quieren morir, quieren dejar de sufrir.

El suicidio se puede prevenir, y este hecho supone una esperanza, ante el efecto devastador y de impotencia que genera en la sociedad. En los países en los que se han desarrollado políticas y planes de prevención bien estructurados, han descendido las tasas de suicidio.

Nos enfrentamos a un problema que, por su propia naturaleza, sólo puede ser abordado tanto desde la prevención, como desde la intervención precoz, bajo un enfoque integral que contemple políticas y mejoras en los recursos en salud mental, y también en el ámbito familiar, el educativo y el social. Son necesarios y urgentes más recursos en salud mental dirigidos a estas edades, incrementando el número de psicólogos y psiquiatras en la sanidad pública; contar con dispositivos especializados, siendo primordial la elaboración de un Plan Nacional contra el suicidio que todavía no existe.

Pero también es fundamental la prevención y la detección precoz en el entorno familiar y educativo. Es imprescindible que padres y educadores estemos alerta a cualquier cambio de comportamiento en un niño o en un adolescente. Que detectemos señales como el aislamiento social, el aumento de la irritabilidad, los comentarios negativos acerca de sí mismo y de su propia vida, sobre la muerte o que verbalice deseos de morir. Debemos preguntar por ello sin miedo, escucharlos, no juzgarles, transmitirles nuestro apoyo y empatizar con su sufrimiento, a la par que mostrar esperanza y las posibilidades de superación de la situación, y buscar ayuda profesional.

Debemos potenciar factores de protección frente al suicidio. Educar en el sentido y el propósito en la vida de cada uno, al igual que el sentido de pertenencia a la familia, al grupo social, al equipo deportivo. Incidir en los efectos positivos de la educación espiritual y religiosa. Fomentar las habilidades socioemocionales desde edades tempranas, pero sobre todo en el inicio de un momento crítico como es la adolescencia.

Como sociedad que debe cuidar, todos necesitamos de apoyos y compromisos. Necesitamos tenernos los unos a los otros, y necesitamos tanto mirar como ser mirados.

 

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