Puntualizaciones a cosas que se dicen (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

Puntualizaciones a cosas que se dicen (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

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La semana pasada, fue pródiga en noticias muy preocupantes de cara a nuestro futuro; entre otras cosas, acaeció la entrada en vigor de la ley de eutanasia, ley inicua, criminal, antivida, antihumana, antisocial, contraria enteramente al bien común, a nuestra identidad y tradición moral de nuestro pueblo español que nos constituye como tal, ley perniciosa impuesta dictatorialmente, sin consultas previas obligatorias señaladas por las leyes españolas, ley aprobada por una exigua mayoría parlamentaria, que tan mezquina, ignominiosa, irresponsable y vergonzosamente aplaudieron, el día de su aprobación en el Parlamento español, el cual se vio prostituido, engañado o traicionado, por los artífices de la aprobación o aplauso de esta ley, porque no es ese el pensar y sentir del pueblo español, ni la sede para aprobar leyes injustas para regirlo; tanto el Gobierno de España con su Presidente y sus ministros, promotores de la ley eutanásica, y los teóricamente representantes del pueblo, todos ellos deberían pensar en el gravísimo daño hecho a personas, bien común y concordia con esta ley inicua, criminal, antihumana.

¿Hay perdón e indulto para el Gobierno y estos legisladores que la propugnaron o aprobaron? Por mi parte sí, pero han de reconocer el daño y pedir perdón y abolirla: si no hay reconocimiento de la culpa, del daño, no hay perdón. Si no retiran y ellos mismos dan por abolida esta ley perversa no hay perdón. Entre tanto me cabe una apelación ferviente a todos a la esperanza, a la llamada a la vida que propugna toda la enseñanza universal de la Iglesia ininterrumpidamente porque Dios en el que está la vida, quiere la vida, quiere que el hombre viva, ama al hombre, es Dios de la vida, envía a Jesús, su Hijo, que entrega su vida por los hombres, ha vencido a la muerte y vive, para que tengamos vida. Apelo a la esperanza con una la llamada apremiante a que todos apostemos por la vida en todas las fases y circunstancias de la vida, y adoptemos la resolución, sencilla y clara, de rellenar la hoja o declaración de nuestras últimas voluntades y hagamos nuestro testamento vital, como ha indicado la Conferencia Episcopal, y que aquí, en Valencia y su Provincia Eclesiástica tanto estamos encareciendo ya y recomendando. ¡Esto es puerta abierta la esperanza, a la vida, al amor fraterno, al bien común y liberador, y debiera de estimarse, además, posición o respuesta a una ley de eutanasia sobre la que, en manera alguna, ha sido consultado a su debido tiempo.

En esta semana pasada han habido otros hechos, decretos y acciones, también muy graves, que dejan o han dejado la puerta a la destrucción de la unidad de España, violando –me atrevo a decir– algo muy grave, puesto que, como ha interpretado y afirmado la Iglesia siempre, en el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, en el amor y protección a los padres entra también el amor, protección y defensa de la Patria: quienes formamos esta Patria común, España, y la tenemos como tal, todavía, con ciudadanos españoles, y mientras no se nos demuestre lo contrario todavía somos esa Patria que es España, pues, a pesar de a quienes pese a quien pese serlo, somos o formamos una Patria, España, y hemos de cumplir nuestros deberes para con ella.

Algunas acciones sucedidas la semana pasada abren caminos a la disolución del «bien moral», como la han considerado los obispos españoles sin desdecirse, o como «bien prepolítico» a preservar para edificar la casa común que es e sa unidad, de Patria y de la verdadera concordia, perdón mutuo entre todos los españoles, misericordia universal abierta para todos, que entraña la Constitución Española de1978, la Constitución de la Concordia, que garantiza dicha unidad y abre caminos de esperanza de futuro de Casa y bien común por vías de legalidad que no se oponen al bien de las personas ni al bien común de todos. La Constitución no es un dogma fe, pero sí que es criterio y pauta obligatoria a secundar y obedecer adecuadamente.

¿Dónde nos conduce no respetar la Ley justa? ¿Podemos vivir de espaldas a la Ley que garantiza el bien común y la democracia? La misma Ley Canónica tiene una base fundamental que es la salus animarum. ¿Se está asegurando esto? Creo que por el bien de todos, por el bien común y por el bien futuro debemos repensar mucho las cosas y encontrar caminos y respuestas para el bien y salvación de todos. Es de justicia, y para que las cosas se hagan bien, que la unidad de todos los pueblos de España y el respeto a cada uno de ellos debe ser cosa de todos, a todos afecta, cualquier solución que se arbitre a una de las partes, sea la que sea, ha de tenerse en cuenta a todos y esto es un aval más en favor de la unidad.

¡Ah!, no podemos olvidar sin agravio, lo que la Conferencia Episcopal ha enseñado, sobre estos temas y que yo sepa, todavía sigue en pie como doctrina social del episcopado español en comunión con la Iglesia universal; ni los cristianos tampoco, podemos olvidar o despreciar, menos despreciar, lo que enseña El Catecismo de la Iglesia Católica. La Iglesia no actúa como la yenka, sino en continuidad de Tradición. Aprovecho esta comparecencia pública semanal para preguntar: ¿Es posible lo que nos llega de Europa de una declaración del aborto como derecho humano? ¿Serán capaces de tal barbaridad, vuelven a ser tan «bárbaros» como a finales del Imperio Romano? ¿Olvida su historia, su identidad? Reniega de sus padres de paz, unidad y progreso, como Adenauer, DeGasperi, Schuman, San Juan Pablo II –su discurso de Santiago–, M. Pera, Benedicto XVI? ¿Quién manda en Europa? Hay que actuar y defender la vida no nacida y la maternidad, para que haya progreso y desarrollo; apostar por la vida es esperanza, es apostar por el futuro, por el hombre, es, además, confiar en Dios que nunca nos falla, y trabajar por una humanidad nueva con hombres y mujeres nuevos.

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