Joel Bueso Ródenas | 1 febrero 2021
Reflexiones sobre la pandemia del COVID-19
Noticia publicada el
lunes, 1 de febrero de 2021
Estamos a 10 meses del inicio del estado de alarma por la situación sanitaria de la COVID-19. Ahora mismo, a 1 de febrero, parece que la situación no va a resolverse si dependemos exclusivamente de nuestras autoridades sanitarias, nos quedan años de volver a la normalidad y está claro que nuestras costumbres higiénicas, sanitarias y sociales han cambiado por un largo periodo. Nuestros dirigentes, en base a asesoramientos y decisiones muy erráticas han pasado de no recomendar una mascarilla a hacerla obligatoria. De confinarnos estrictamente en nuestros hogares a permitir conciertos, manifestaciones y reuniones en situaciones, a tenor de los datos de prevalencia, similares. Parece claro que salir de esta situación va a depender de que cada uno de nosotros, en nuestros círculos familiares y sociales, ejerzamos un ejercicio de responsabilidad. Tenemos esa opción, o seguir empeorando y vernos abocados al estado policial. Son muchas vidas las que hay en juego, en particular las de las personas que han supuesto la base de nuestra sociedad actual, nuestros mayores. Solamente por este último motivo vale la pena ser solidarios, seguir a nuestro sentido común y extremar las precauciones más allá de las normas que las autoridades nos impongan.
Mis reflexiones sobre la pandemia se hacen desde diferentes prismas, algunas como profesor universitario y otras como veterinario miembro de proyectos de cooperación. En la mayor parte de estas figuras se pueden observar situaciones negativas, pero personalmente, creo que es mejor potenciar los aspectos positivos de las situaciones y corregir los negativos. Como profesor universitario los inicios de la pandemia supusieron una aceleración obligada de los procesos de actualización del profesorado universitario. Muchos, y yo me incluyo, abusamos de los modelos de docencia anterior al plan Bolonia en la que la base de la enseñanza era la clase magistral, centrada en el contenido. El profesor universitario era un gran conocedor de la materia que impartía. Está claro que la exposición de los contenidos desde el punto de vista de la experiencia en según qué cosas es fundamental. Sin embargo, las planificaciones horarias dedicadas a este tipo de enseñanza estaban sobredimensionadas. No tiene sentido exponer los mismos contenidos que puede haber en un libro si no se le da un enfoque personal. Es aquí donde debe surgir el profesional de la enseñanza universitaria y recurrir a los nuevos modelos de aprendizaje centrados en el alumno, no en el contenido. Por la situación, como se ha mencionado anteriormente, se impuso un modelo de docencia que, si bien no era nuevo, eran una serie de recursos utilizados para hacer más llevaderas ciertas partes de nuestras clases. Así a partir del inicio de la pandemia se hizo necesario actualizarnos en el uso de plataformas docentes, grabación de vídeos, tareas on-line, quiz, prácticas virtuales, evaluaciones a distancia… en resumen aprender a la fuerza todo aquello a lo que solamente algunos “innovadores” recurrían esporádicamente. A día de hoy, y escribo en nombre de todos los compañeros con los que converso a diario, creo que este sería un aspecto muy positivo. Además, la pandemia nos ha acercado a nuestros alumnos, no solo en el plano estrictamente de dedicación en tiempo sino de acercarnos a sus miedos, a sus inquietudes, a sus esperanzas de un futuro profesional incierto. No nos ha importado realizar tutorías que se desviaran de nuestras meras asignaturas, ni tampoco hacerlo en nuestros días de descanso. En este caso concreto, podemos presumir de un modelo de universidad, el de la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir, sin entrar en odiosas comparaciones con otras universidades, que ha estado a la altura, personalmente estoy orgulloso de ello, por mí y por mis compañeros de claustro.
Como cooperante y veterinario en Etiopía, se hace difícil observar aspectos positivos, salvo desde un punto muy egoísta y es que, en nuestro país, a pesar de las elevadas tasas de mortalidad en según qué franjas de edad o personas con patologías previas, la mayor parte de las personas que sufren la enfermedad no tienen cuadros graves y, hay que decirlo, un sistema sanitario que, a pesar de verse saturado en muchos momentos, al menos existe. Hablando de salud humana, justo en el inicio de la pandemia el grupo de cooperantes de la Facultad de Veterinaria y Ciencias Experimentales teníamos planteada una estancia de dos semanas en la Facultad de Veterinaria de Gondar (Etiopía) con muchas esperanzas depositadas en que durante este periodo pudiéramos formar personal sanitario para el control de brucelosis y tuberculosis en el ámbito rural ¡precisamente la COVID19 es también una zoonosis! A todo esto, se sumó una explosión de violencia entre etnias en la zona objetivo, con lo que los problemas de comunicación se han visto agravados. Desde el punto de vista humanitario me consta que prácticamente todos los programas de voluntariado y cooperación se están viendo muy condicionados, por una parte, por la inestabilidad y la inseguridad de la zona y por otra parte por la pandemia, porque se han cerrado escuelas, oficinas estatales, existen limitaciones en el transporte y se han clausurado los mercados públicos, principales lugares de abastecimiento de la población rural. La situación se ha hecho desconcertante, se empiezan a sentir los golpes indirectos de la nueva realidad: muchas personas han perdido sus ya precarios trabajos, los precios de los pocos transportes que se mantienen y los precios de los bienes básicos han aumentado. Para las familias de los niños que asisten a los centros de las agencias de cooperación ha supuesto un fuerte varapalo el cierre temporal de los mismos centros, ya que gran parte de la población infantil come, se asea y reciben educación en ellos, y, en muchos casos las familias se han visto en una situación límite para alimentar a sus hijos. Cabe buscar nuevos modelos de cooperación, y, sí, volviendo al manido tema de los formatos on-line, el grupo de cooperantes está desarrollando una serie de vídeos detallados de como realizar las labores de detección de enfermedades zoonóticas, tanto de toma de muestras como de procesamiento laboratorial, y de manejo del ganado en condiciones higiénicas. Además, está planificado el envío de material de laboratorio para que el personal sanitario local pueda continuar con las labores de los proyectos de cooperación. Creemos firmemente en que este modelo de cooperación, que se hace necesario ahora, nos brinda una oportunidad de oro para el futuro y poder ser más eficientes en lo que a tiempo dedicado se refiere y sobre todo a aprovechamiento de los fondos existentes.
Una última reflexión como veterinario de pequeños rumiantes ha sido observar la resiliencia de nuestros profesionales ganaderos. En los primeros momentos de la pandemia la situación fue dramática. Prácticamente el 100 por 100 de la demanda de determinados productos como el cabrito, el cordero lechal, ternasco y pascual proviene de la restauración y en el momento del confinamiento total muchísimos ganaderos preparaban sus animales para el aumento de la demanda que anualmente se produce en gran parte del territorio español en la Pascua de Resurrección. Fueron semanas de incertidumbre hasta que el consumidor español, ahora con más tiempo para las compras electrónicas decidió que no se iba a privar de estos manjares aún estando confinado. Muchos de nuestros ganaderos se adaptaron a la situación y fuimos testigos de la unión de muchos profesionales en plataformas electrónicas para el transporte de animales a los mataderos y la venta directa hasta los hogares de los consumidores, con especial referencia a aquellos productos con marcas de calidad diferenciada como es el caso de las denominaciones de origen protegida (DOP).
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Nota sobre las imágenes: