Hace unos días comenzaron en el Museo Reina Sofía los fastos que el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática ha programado a lo largo de 2025 para conmemorar los cincuenta años de la muerte de Franco. Además, se están elaborando materiales didácticos sobre la dictadura para que sean empleados en escuelas e institutos cuando se explique este periodo de nuestra historia nacional.

Hay quien afirma que el Gobierno está empeñado en la efeméride, cuando la mayoría de los ciudadanos no la tenemos presente, de modo que hace preguntarse si lo que le interesa al PSOE es utilizar el franquismo como arma política. La verdad es que llama la atención, sobre todo si se compara con los políticos que posibilitaron la Transición, quienes precisamente por no estar de acuerdo con un régimen dictatorial se esforzaron en trabajar juntos y fortalecer la convivencia.

También hay quienes están preocupados sobre el diseño curricular que anda tejiendo el ministerio de Educación al preverlo tendencioso y, a sabiendas de la comisión escogida para tal fin, parece un temor fundado. Es una lástima, pues resulta necesario arrojar luz sobre esta etapa y que la conozcan las nuevas generaciones, algo que no puede lograrse sólo con historiadores de la propia cuerda. Intentar narrar la historia sin perspectiva es un error (diría que infantil) y una irresponsabilidad. Además, ignorar unos hechos y ensalzar otros buscando conexiones ideológicas con la actualidad es muy arriesgado. La historia pide ser vislumbrada, no adoctrinada. La neutralidad no existe, pero sí el rigor. No es cuestión de estar a favor o en contra, sino de contar las cosas como han sido. Si se hiciera bien este currículum, de una manera honesta, sería estupendo.

No obstante, dejando de lado el franquismo, de este asunto llama la atención un término que despunta en las noticias y declaraciones sobre el aniversario: resignificación. Es una palabra fuerte, resignificar. Sin embargo, nuestras autoridades (y los nuevos grupos de presión, por no decir de poder) la enuncian sin reparos... y cada vez más.

Así, cabe preguntarse si quienes la emplean, en lugar de a resignificar se están refiriendo a reversionar, es decir, dar una versión nueva de un acontecimiento o de un concepto. Es lo que se ha hecho con la familia, la sexualidad o los derechos, considerando que las construcciones de significado habidas estaban equivocadas, tal y como lo han pretendido antes desde los sofistas hasta los comunistas, pasando por los modernos, los ilustrados, incluso los posmodernos, que creen estar de vuelta de todo. Con descaro y prepotencia, nuestros gobernantes vienen a autoproclamarse a sí mismos como una suerte de filántropos que se ofrecen a aclararnos quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos y rescatarnos de la oscuridad de nuestra ignorancia. ¿En serio piensan que somos todos idiotas o ciegos, salvo ellos?

Por otro lado, el nuevo vocablo de moda nos recuerda que estamos en un conflicto de relatos e invita a tomar conciencia, a su vez, de que vivir pide interpretar lo que se vive. En este sentido, aunque en la pugna enunciada suele ganar quien cuenta con financiación, benefactores y canales de distribución, queda el refugio de la libertad y la conciencia de cada cual, así como de la propia formación. Por eso es muy importante lo que uno escucha y ve, a quién escucha y a quién lee, pero, sobre todo, apremia la humildad.

Y es que la interpretación se puede hacer desde el relativismo (que siempre es paradójico, pues hace creer a uno que está en posesión de la verdad que le interesa y así convierte cualquier postura en fundamentalismo) o desde la humildad de querer buscar la verdad, sin la cual no es posible una lectura honesta de la realidad.

Al final, se trata de ir a las cosas mismas... Preguntemos a las familias qué es una familia (pero a las del entorno, no a las preseleccionadas que saldrán en la televisión). A las mujeres qué significa ser mujer. Escuchemos con espíritu abierto... Abierto no a la ideología, sino a la vida, que por encima de pensada (que también), reclama ser tocada y olida.