San Francisco de Borja, un modelo para hoy (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

San Francisco de Borja, un modelo para hoy (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

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El domingo pasado celebramos llenos de alegría en el Señor, por el gran don que nos ha hecho en San Francisco de Borja, santo Duque de Gandía. Si Dios es admirable en sus santos, lo es de un modo particular en san Francisco de Borja. Esposo: padre de ocho hijos, gobernante y administrador de justicia, terrateniente e industrial, confidente de reyes, brilla en los tres primeros lustros del siglo XVI; diríamos de él un católico ejemplar en la vida pública, un fiel cristiano laico de cuerpo entero.

Metido de lleno en la vida familiar, política y económica, es verdaderamente un laico militante casi dos tercios de su vida. Los últimos 25 años de su vida será religioso, consolidando y dilatando la naciente Compañía de Jesús. Consejero de reyes y príncipes, nobles y plebeyos, santos y descreídos, los asalta con su ejemplo, arrollador. Dieciséis años, pletóricos de vivencias, habían transcurrido para Francisco desde su acceso a la corte de Carlos V. Muere la emperatriz Isabel, acompaña el Duque de Gandía el féretro hasta Granada. Y allí aconteció la experiencia que cambió radicalmente su vida. Abren el féretro, y el cuerpo de la emperatriz, que no quiso ser embalsamada, aparece irreconocible por las secuelas de la muerte. Es cuando Francisco de Borja exclama la expresión tan honda y conocida: «Nunca más, nunca más servir a señor que se pueda morir». ¿Qué confianza podía tener ya una vida que fugazmente desaparece?

Seguirá todavía en medio de los avatares del mundo y de la política, será nombrado virrey de Cataluña. La prudencia y buen hacer del santo Duque gobierna y administra de manera la justicia que de ella nace paz y concordia. El pueblo le llamaba santo porque apreciaba su rectitud, sinceridad y desprendimiento; libre del deseo de agradar, sus resoluciones se inspiraban siempre en la justicia. Duque en Gandía, aspira a que los moriscos vivan en paz con los cristianos, funda dos colegios para ellos; allí lleva a cabo una gran obra social y de promoción y desarrollo. Su mujer Leonor, enferma y muere. En la soledad de la viudedad decide entrar en la Compañía de Jesús. Podemos imaginar el estallido por doquier que supuso la noticia, cuando se supo cuatro años más tarde. Su vida cambia por completo, Dios lo ha renovado y le ha hecho nacer de nuevo a una vida conforme al carisma de Ignacio de Loyola. Después es enviado a Guipúzcoa como misionero predicador de pueblo en pueblo y como padre de ejercicios en lospueblos. Evangeliza. Ignacio le nombra Comisario en España y Portugal; Francisco de Borja solo aspiraba a una vida sencilla, humilde. Va de pueblo en pueblo, funda colegios, predica, anuncia a Jesucristo. Trata con santa Teresa, que tan deliciosas cosas dice de él. Humilde, aspira a servir sólo a Dios. También supo de sufrimientos y calumnias. Será elegido prepósito general de la Compañía–el tercero–, y al día siguiente de su elección escribirá una frase que será una petición constante hasta su muerte: «El Señor me lleve, me quite el cargo o me dé su gracia para el gobierno». En la base de su gobierno: la confianza y la esperanza puestas enteramente en el Señor.
Su anhelo se cumple, y su obra apostólica y de la Compañía fue gigantesca.

Muere en Roma, no sin decir a todos: «Padres y hermanos, perdónenme por amor de Dios». Esta es la vida santa de un amigo fuerte de Dios, diría santa Teresa, que no quiso otra cosa que servir al único señor que no muere, y desgastó su vida buscando la gloria de Dios hasta la muerte por encima de todo. Dios o nada, es lo que necesitamos siempre y más que en otros tiempos en los actuales de tan grande olvido de Dios y de secularización y confianza en el poder humano. Sólo así evangelizaremos y aportaremos al mundo la salvación que necesita. Aquí radica la verdadera sabiduría, la que necesitamos y aprendemos de este gran santo jesuita, San Francisco de Borja, Duque de Gandía, que nos amaestra a todos, sacerdotes, re-
ligiosos y laicos. Que él nos ayude y, sobre todo, que nos dejemos guiar por él, así nos guiará quien le guio a él: Dios. Por eso, del 3 de octubre de 2021 al 3 de octubre de 2022
la Santa Sede, a petición de la diócesis de Valencia y la Compañía de Jesús, ha concedido un Año Jubilar a celebrar en Gandía, su lugar natal, y en otros lugares Borgianos.
¡Qué gran ejemplo para el siglo XXI, como fiel cristiano laico, esposo padre y político, como Jesuita y como sacerdote, hombre de Dios, misionero, evangelizador

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