Sumar contra la educación concertada (Carola Minguet, Religión Confidencial)
Noticia publicada el
martes, 25 de febrero de 2025
Sumar ha registrado en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para suprimir los conciertos educativos mediante la integración «voluntaria y negociada» de los centros privados-concertados en una red pública única. La exposición de motivos señala que estos colegios «generalizan el levantamiento de barreras de entrada, sobre todo con el mecanismo de cobro ilegal de cuotas (además del copago de actividades o tasas voluntarias, la religión católica como ideario excluyente y las propias zonificaciones geográficas que han favorecido esta selección), lo cual atenta contra el derecho a la gratuidad de las enseñanzas obligatorias sostenidas con fondos públicos».
El tema da pereza, la verdad. La tesitura que plantea es como un déjà vu, un tipo de paramnesia que vuelve una y otra vez, al igual que los argumentos que la desmontan, en los que toca insistir aunque sean de cajón: lo que deben hacer los responsables políticos no es atacar este tipo de enseñanza, sino aprobar una financiación justa que garantice la gratuidad del coste real del puesto escolar; la concertada no es un problema del sistema educativo, sino una parte importante del mismo; las familias tienen derecho a elegir libremente el tipo de educación que consideran más conveniente para sus hijos…
Las razones de fondo de la propuesta (ahora del partido de Yolanda Díaz, pero antes de otros) tampoco son novedosas. Una es que se pretende implantar un modelo educativo concreto, porque la escuela pública no es neutral, como se pretende hacer ver. Sin entrar en la realidad de que en España muchos centros están infestados de ideología, la neutralidad de la educación es un sofisma que parece razonable, incluso deseable, pero que no puede darse porque cualquier persona que se pone delante de otra con la pretensión de educarla es un modelo. Incluso quien no quiere serlo, lo es: un modelo de no querer ser modelo. Un modelo de neutralidad, o de ambigüedad. Un modelo de relativismo.
Un segundo motivo es que se quiere eliminar a la Iglesia católica del panorama educativo público y concertado. En este sentido, se pueden sacar a colación incongruencias de la iniciativa como, por ejemplo, el hecho de que, si tantas familias solicitan este tipo de colegios, perseguirlos implica legislar cerrando los ojos a la sociedad.
Ahora bien, aunque hay que preocuparse y ocuparse de los ataques -por recurrentes y cansinos que sean- apremia también que los colegios católicos se desvelen por ser lo que son; de hecho, creo que el desafío ha de asumirse así.
Es cierto que también este asunto está trillado. Llevamos años preocupados porque cada vez más escuelas entran en la dinámica de la competitividad y del marketing y caen en prácticas que les hacen perder el rumbo. Piensen, si no, en los contratos que muchas han firmado con empresas que suministran tabletas (si han vendido su alma… ¡a ver cómo la reclaman ahora!). O en los métodos pedagógicos acomodaticios. O en los tiempos escolares, más pensados para el profesor que para el alumno…
Asimismo, hay colegios donde se han colado las ideologías en boga y van configurando en los niños una forma de ver el mundo extraña (o, mejor dicho, los van incapacitando para poder observar) y otros centros donde en los planteamientos pedagógicos no hay barbaridades ni errores garrafales, pero se quedan cortos en sus propuestas. Eso de que el niño ha de crecer en valores, ser una buena persona, respetar a todos… Estamos hartos de decirlo y de escucharlo, lleva a moralizar por un lado o por otro y sirve para poco.
En una época de ambigüedad, permanecer ambiguo no hace más que acrecentar el mal (la cita no es mía, pero no recuerdo dónde la he escuchado o leído). Creo que aquí está la clave: hay que afanarse en no ser ambiguos. La pregunta, entonces, es evidente: ¿Hay una forma cristiana de educar? ¿Peculiar e inconfundible? La respuesta no es fácil de contestar, no se resuelve en un paradigma, ni se puede recoger en libros de texto o unidades didácticas. Tampoco cabe en debates estériles ni manidos. Es un firmamento. Y nos introduce en el universo.