Tamar Shuali: “Nos hemos acomodado; si no cultivamos los valores democráticos, se agostan y mueren”

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Tamar Shuali: “Nos hemos acomodado; si no cultivamos los valores democráticos, se agostan y mueren”

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Tamar Shuali: “Nos hemos acomodado; si no cultivamos los valores democráticos, se agostan y mueren”

¿Qué significa para ti que el CoE te haya seleccionado para ser miembro del Comité de expertos del Departamento de Educación para la implantación de la RFCDC?

Poder formar parte de un grupo de expertos cuya trayectoria científica y pedagógica es extraordinaria es un privilegio. Es una fuente de inspiración y de aprendizaje que, además, espero y deseo compartir con la comunidad educativa de la UCV. Pero, por otra parte, significa para mi también la oportunidad de poder desarrollar, en un ambiente altamente cualificado, mis conocimientos sobre la materia y participar en proyectos de investigación y realizar informes para el CoE, en colaboración con todos esos distinguidos expertos.

Los miembros del grupo de trabajo sobre Formación de Profesorado del CoE, proceden de 12 países europeos y mucho de ellos han participado ya en la elaboración de estudios e informes de gran calado e impacto internacional, científico y político, como, por ejemplo, los informe Pisa, de la OCDE, el Marco de referencia sobre  la competencia Global (OECD 2018), o el Marco de referencia sobre el desarrollo de competencias interculturales (UNESCO 2013) y, por su puesto, el Marco de referencia para el desarrollo de competencias para la cultura democrática (conocido por sus iniciales en inglés RFCDC), que es la “joya de la corona” en términos pedagógicos.

El RFCDC ha sido reconocido por 47 ministros de educación de los Estados miembros del Consejo de Europa y ya está siendo puesto en práctica en varios países europeos. Este Marco supone un antes y un después  en el ámbito de las  políticas educativas y en la formación del profesorado, precisamente porque sobrepone la educación en valores y en el respeto de la dignidad de la persona sobre otros enfoques más didácticos o instrumentales de la educación. Es una gran satisfacción poder participar en ese tipo de debates pedagógicos y poder contribuir al desarrollo de itinerarios de formación y de materiales educativos cuya finalidad es, en última instancia, contribuir a la formación ética y democrática de los ciudadanos europeos

¿Cuáles serían los valores más importantes de esa cultura democrática que desea impulsar el CoE en los centros educativos europeos?

El mandato que tiene el Consejo de Europea, desde su fundación en 1949, tras la segunda guerra mundial, es salvaguardar y potenciar la democracia en Europa.Una de las primeras medidas del CoE fue la redacción del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, más conocido como la Convención Europea de Derechos Humanos, o el Convenio de Roma, por haber sido firmado en esta ciudad en 1950. El Convenio entró en vigor en 1953 y, desde entonces, ha sido una pieza clave en la defensa de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos europeos y una guía para las actividades que desarrolla el CoE. La actividad educativa del CoE se rige por los principios de la dignidad de la persona, el pluralismo, la educación en derechos humanos, y la educación para la paz.

En este sentido, podemos decir que, para el CoE, los valores que han de prevalecer en la educación europea son el desarrollo de pensamiento reflexivo, educar para la solidaridad, el desarrollo de la  empatía, del dialogo intercultural y la comprensión del pluralismo, el pensamiento autónomo y crítico, y el reconocimiento de la diversidad cultural como valores. El dialogo interreligioso y la Interculturalidad –entendida en la misma línea que el  humanismo cristiano, como defensa de la dignidad humana– son dos ámbitos prioritarios en la labor educativa del CoE. El RFCDC precisamente pretende ofrecer herramientas para poder abordar estas cuestiones en los colegios. Los valores que se resaltan en este Marco de referencia son: la dignidad humana, los derechos humanos, la diversidad cultural, la justicia, la democracia la equidad y el respecto a la ley.

¿Qué objetivos se marca este grupo de trabajo?

En términos generales el grupo de trabajo se dedica al desarrollo de itinerarios formativos y materiales para ser utilizados por los 47 ministerios de educación de los Estados miembros del CoE, con el fin, en última instacia, de incorporar el RFCDC a su sistema educativo. El grupo trabaja estrechamente con la Educacional Policy Advisor Network (EPAN), una entidad compuesta por representante de los distintos ministerios de educación de los Estados, cuyo papel es la integración del Marco en el ámbito político y curricular.

En este sentido, algunas de las tareas previstas para el grupo son: la introducción del RFCDC en la formación inicial y continua del profesorado europeo; la revisión de las metodologías de formación y el diseño de una propuesta dinámica atractiva e innovadora para el desarrollo de los contenidos que incluye el marco; el desarrollo de materiales pedagógicos y de recursos formativos; el diseño de un curso modelo de formación para el CoE; y formar un grupo de formadores expertos en la materia.

Quizá uno de los retos más ambiciosos y que, además, a mí me parece de vital importancia, es el desarrollo de un itinerario formativo que llevaría a la obtención de un certificado que acreditase la competencia intercultural del docente. En este ámbito, se trabaja conjuntamente con la Comisión Europea y con los mismos expertos que han diseñado el marco europeo de desarrollo de competencias a lo largo de la vida, en inglés: life-long learning competences (2018).

Los españoles, ¿suspendemos o aprobamos en cultura democrática?

En términos políticos y sociales, creo que España puede claramente presumir de tener una nota muy alta, sobre todo si nos comparamos con países como Hungría o Polonia, en donde en este momento se desarrollan discursos nacionalistas, segregacionistas, y se producen episodios de carácter xenófobo y discursos de odio. La democracia, como sistema político, está plenamente arraigada en España. Sin embargo, si juzgamos por lo que vemos en los colegios, la presencia de la cultura democrática es bastante deficiente.

Un reciente estudio de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA) muestra que el 21% de la población española procedente del Norte de África ha sufrido algún tipo de discriminación en los últimos 12 meses; y lo mismo se puede decir del 35% de españoles de etnia gitana. En este sentido, se puede decir que la gran deuda que el sistema educativo español tiene es con la comunidad gitana. El 85% del alumnado gitano no termina la educación secundaria, sufre de abandono y de fracaso escolar.

El gran desafío para la transformación yace en la formación del profesorado. Además, llama la atención la carencia de maestros gitanos. En todo caso, la discriminación en España es más latente que explicita, pero donde más se manifiesta es en el ámbito escolar, mediante episodios de buling y de aislamiento social.

Aquellos que hemos nacido y crecido dentro de sociedades democráticas quizás damos por hecho que esta organización política y social es lo natural. ¿Crees que existe, principalmente en las sociedades occidentales, cierta falta de concienciación respecto de la necesidad de cultivar, reforzar y defender los valores democráticos?

Sí que creo profundamente en la necesidad urgente de cultivar, reforzar y defender los valores democráticos, especialmente mediante el currículo escolar y la formación del profesorado. Esto último es nuestra asignatura pendiente y posiblemente la mayor prioridad que ha de tener un país. En nuestras escuelas se ha producido un fenómeno preocupante, la indiferencia, impuesta por la organización actual del sistema educativo y por el desgaste del profesorado, precisamente como consecuencia de la ausencia de flexibilidad y capacidad de adaptación a las necesidades plurales del alumnado. Claro que, para algunos, es más fácil tener reglas fijas sobre las que descansar la propia responsabilidad y no tener que decidir de manera autónoma.

Yo creo, sin embargo, que los profesores han de tener mayor autonomía para actuar de acuerdo con las necesidades educativas que detecten en el alumnado. El sistema educativo  español  sigue siendo anacrónico y dañino para la cultura democrática. Todavía nos encontramos con muchos casos de enseñanza no personalizada, en donde prevalece un aprendizaje  enciclopédico y memorístico, basada en un itinerario curricular no contextualizado. Un itinerario educativo en el que el alumno no se ve reflejado, no tiene voz, ni se le proporciona herramientas para la convivencia y el trabajo en equipo.

Del famoso enfoque de “educación por competencias” los colegios se han limitado a tomar el termino, pero no han incorporado realmente los principios y valores que este enfoque representa. Estoy pensando especialmente en la enseñanza en la escuela secundaria y en el bachillerato, que son los momentos idóneos para el estímulo y el desarrollo de  ética democrática y de la educación en valores. La educación en competencias democráticas, tal y como la define el Consejo de Europa, no se conforma sólo con la enseñanza de conocimientos sobre el concepto de democracia, su origen, su evolución, etc., sino que, más bien, exige su enseña como un valor y compromiso con lo que representa.

Además, este enfoque busca desarrollar actitudes dialogantes, acordes con un pensamiento plural, además de capacidades reales para resolver situaciones conflictivas de modo democrático. Esta comprensión de la competencia democrática requiere un método de evaluación que los colegio son reticentes en aplicar, un método cualitativo, que requiere un trabajo adicional. Mientras no cambiemos el sistema de evaluación, es muy difícil que la educación adquiera carácter democrático.

Por otra parte, los centros escolares raramente aplauden la manifestación del comportamiento democrático entre alumnado y el profesorado. Los profesores que se embarcan en proyectos innovadores y que contribuyen al desarrollo de esta competencia trabajan contra corriente, en la mayoría de los casos, y no reciben apoyo institucional alguno. Y el alumnado que tiene inquietudes democráticas está considerado como un inconveniente que desafía al profesor.

Me temo que nos hemos acomodado y que, con mucha frecuencia, nos olvidamos de que la democracia y los valores democráticos son algo que hay que cultivar de manera cotidiana, de lo contrario, se agostan y mueren. Los colegios españoles, en su mayoría, han relegado a un segundo plano la educación en valores democráticos. Parece como si se hubiese producido una alteración del orden natural de las cosas y que la preocupación por el plan de estudios y el curicculum se han puesto por encima de la visión integral y humanista de  la educación

Hemos visto cómo en EE. UU., junto a protestas y manifestaciones pacíficas contra el racismo, se han producido muchas otras de carácter violento contra otros ciudadanos, comercios e instituciones. Es decir, hemos visto convertida la reclamación de un derecho en la violación de otros. En el ámbito europeo, aunque en muy menor medida, también hemos visto estos días, por ejemplo, multitud de ataques a estatuas y mobiliario urbano ¿Esto indica que se ha perdido cultura democrática en Occidente o, al menos, que existe una falta de formación al respecto?

En primer lugar, tengo la impresión que hay cierta frivolidad y falta de conocimiento de lo que representa el termino democracia. Diría que hasta hay un uso perverso y populista del término, en donde se pretende que lo democrático es sólo aquello decidido por mayoría, cuando, en realidad, se olvida totalmente que el factor que ha de regir en las decisiones democráticas, en el marco de la ley, es, por encima de todo la defensa de la persona humana, su dignidad.

 

No creo que estas manifestaciones violentas tengan nada que ver con lo democrático. La indignación con la desigualdad ha de ser siempre abordada en términos legales, y actualmente tenemos muchos mecanismos y recursos que avalan el compromiso que tiene nuestra sociedad con las libertades de la persona y con su dignidad. Las trayectorias históricas y culturales de los distintos países nos obligan a un análisis riguroso y contextualizado de los acontecimientos. No se puede negar el hecho de que en EE.UU. el racismo y la segregación son fenómenos socialmente arraigados y, en su momento, institucionalmente establecidos, y que la policía es tremendamente violenta. Pero la policía actúa de esta manera en el contexto de una sociedad que es también muy violenta en término generales; una sociedad en la que un sector muy amplio de la población está armado. Esto no legitima el crimen, pero no puede sorprendernos de manera cínica que este tipo de situaciones se produzcan es ese tipo de contexto. 

 

De la misma manera, si, aún en este contexto, debemos criticar y corregir las actitudes violentas y discriminatorias de la policía, debemos igualmente criticar y sancionar las actitudes violentas y antisociales de quienes las realicen. No se puede demonizar un acto de violencia y alabar o legitimar el contrario. En este sentido, tengo la sensación de que algunos medios de comunicación han transmitido un discurso distorsionado de lo que la democracia y los derechos fundamentales significan y representan, justificando plenamente, no ya las legítimas protestas, sino también los actos de descontrolada violencia y los crímenes producidos, también en contra de la propia población de color, por los mismos manifestantes.

 

En este sentido, hay otro aspecto de lo ocurrido que personalmente me desagrada, y es el atentado contra las estatuas o símbolos canonizados que representan el discurso colectivo de un país, su historia irrenunciable. No entiendo como el vandalismo puede ser considerado como un acto de reafirmación democrático. En mi opinión, más que representar valores democráticos, tolerancia y pluralismo, representa justamente lo contrario, la intolerancia y el totalitarismo. Creo que, más que derribar estatuas o símbolos de un pasado ya lejano, por muy desagradable que nos pueda parecer con los ojos del presente, deberíamos erigir otras, para conmemorar a quienes entonces o en nuestro pasado más cercano, representan todo lo contrario y lucharon por una sociedad mejor, más justa y no discriminatoria.

En las redes sociales, en las que los usuarios son mayoritariamente jóvenes, parece que el clima se ha enrarecido de manera progresiva estos años, llegando a un nivel de crispación que parece dificultar un diálogo abierto, reflexivo y tolerante. Se trata de una apreciación personal, pero tengo la impresión de que el ambiente del Twitter español en los últimos meses es aún peor que el de hace unos años. ¿Estamos perdiendo la capacidad de dialogar respetando la posición del otro?

Yo creo que tienes razón, lamentablemente. Las redes sociales, se han enrarecido y lo que inicialmente significó una ventana abierta al pluralismo y a la comunicación, desbordando los cauces estrechos de los medios de comunicación tradicionales, se ha ido convirtiendo, poco a poco, en un medio para la expresión libre de los más bajos sentimientos de odio y de confrontación sectaria. No sé muy bien cuál pueda ser la solución y, desde luego, creo que no se pueden poner puertas al campo. Quizá la mejor solución sea que cada uno cerremos nuestra ventana particular y dejemos de acudir a estas distorsionadoras vías de información y de comunicación.

Yo, para ser sincera, cada vez utilizo menos las redes sociales, precisamente para no contribuir al desarrollo de este entorno tan propicio a la desinformación, cuando no a la información meramente frívola. Y, claro es, hablando de educación, es importantísimo que en el ámbito escolar, pero también en el ámbito familiar, eduquemos a nuestros jóvenes en el uso de estas vías de comunicación.

¿Qué consejos podría dar para que el diálogo social y político sea más cívico, racional y tolerante?

Primero, educación y, segundo ¡educación! Pero, claro es, educación en el sentido y con el contenido del que estamos hablando en esta entrevista. Educación en valores. Educación en valores democráticos, de respeto a dignidad de la persona humana, a los derechos fundamentales, al pluralismo, a la diversidad cultural. Pero, sobre todo, educación que procure la igualdad, la integración social, la no discriminación y la paz entre todos los ciudadanos. Por esto estamos luchando desde el Consejo de Europa.

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